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Chuck Berry Fields Forever

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Por Eduardo Rivero ///

En el cenagoso terreno de la música popular todo es relativo. Una orquesta sinfónica puede ser sublime o espantosa. Una simple guitarra puede ser malísima o maravillosa. Depende que se haga con los instrumentos, no de la cantidad utilizada. Del mismo modo una grabación hecha en un estudio de alta tecnología puede ser horrenda, y una hecha en un estudio antiquísimo y mal equipado puede ser sublime. Chuck Berry es una clara demostración de todo esto.

En sus grabaciones históricas realizadas entre 1955 y 1960 produjo una música sencilla pero genial, arreglada y tocada con un minimalismo absoluto, y que pese a que las grabaciones suenan como hechas en el cuarto de baño de una casona antigua, son de una belleza suprema. Son temas donde se escuchan la voz y la guitarra en un primer plano sonando secas, sin mayor uso de efectos como el reverb, y que se complementan con bajo, percusión y un poco de piano que en general se escuchan “por allá atrás”, sin destaque ni lucimiento. Sin embargo alcanza para que el producto sea genial y el arquetipo –y la culminación– de una era y un estilo.

Ese era el rock and roll fundacional, la música de una era descreída –los años 50 del siglo XX– cuando los adolescentes se sentían habitando un mundo donde en cualquier momento caería la bomba atómica y todo terminaría.

Por eso la temática de las letras de Berry y otros grandes creadores del período –Little Richard, Bo Diddley y Carl Perkins entre los negros, Buddy Holly, Gene Vincent y Jerry Lee Lewis entre los blancos– es absolutamente "inmediatista". En general son hisorias de teenagers que se enamoran y se desenamoran, que van al autocine o la cafetería más cercana a reunirse junto a la rockola, que corren carreras de autos jugándose la ropa y que parecen carecer de la mínima trascendencia. Parecen, pero en el caso de Berry no es así. Chuck Berry fue el primer poeta del rock. Sus sencillos encadenamientos de frases son la quintaesencia de la filosofía de vida de la generación que llegó a la pubertad en los años 50, retratando personajes y hábitos de entonces con exactitud fotográfica.

Es el caso de Johnny B. Goode, de 1957, tal vez su más clásico tema:

There stood a log cabin made of earth and wood
Where lived a country boy named Johnny B. Goode
Who never ever learned to read or write so well
But he could play the guitar just like a ringing a bell

(“Por ahí había una cabaña hecha de barro y madera
donde vivía un chico del campo llamado Johnny B. Goode
quien nunca aprendió a leer y escribir demasiado bien
pero que podía tocar su guitarra como quien toca una campana…”)

El nombre del tema es un juego de palabras que puede leerse como “Johnny portáte bien”. Y una defensa a ultranza del pibe común y corriente, sin instrucción, que podía llegar a ser un héroe en su entorno por el hecho de tocar bien su guitarra.

No menos emblemática –y no menos explícita– del punto de vista de la filosofía de vida y gustos musicales de la adolescencia de entonces es Roll over Beethoven:

I’m gonna write a little letter,
Gonna mail it to my local DJ
It’s a rockin’ rhythm record
I want my jockey to play
Roll over Beethoven, I gotta hear it again today
You know, my temperature’s risin’
And the jukebox blows a fuse
My heart’s beatin’ rhythm
And my soul keeps on singin’ the blues
Roll over Beethoven and tell Tchaikovsky the news

(“Voy a escribir una cartita
y se la voy a enviar al disc-jockey de mi pueblo
diciéndole que hay un disco que es puro ritmo
que me gustaría escuchar.
Que se olvide de Beethoven, quiero escuchar
ese rock and roll hoy mismo.
Me sube la temperatura
y la rockola funde un fusible
los latidos de mi corazón y mi alma
cantan los blues
Que se olvide de Beethoven y que le haga saber la noticia
a Tchaikovsky también…
”)

Chuck Berry, con sus canciones sencillas pero inmensamente expresivas, logró una idolatría enorme, pese a no contar con el look y la sensualidad de Elvis Presley, ni tener la voz portentosa de Little Richard o el propio Elvis.

Tenía, eso si, la mejor guitarra que se había escuchado hasta entonces. Por cierto, en el período había guitarristas más dotados técnicamente y de mayor virtuosismo como Scotty Moore, acompañante de Presley, y el gran Cliff Gallup, guitarrista de Gene Vincent, pero quien inventó el riff de rock, la frase clave, emblemática, que se repite obsesivamente a lo largo del tema, en una estructura que hasta hoy se cultiva, fue Chuck Berry.

Es notable como cuenta con su voz las historias adolescentes y se va respondiendo al final de versos y estrofas con punzantes frases de su guitarra. Desarrolló todo un arte en ese sentido.
La obra de Berry entre 1955 y 1960 es la biblia del rock and roll y fuente de inspiración, por ejemplo, de The Beatles y The Rolling Stones.

Conviene escuchar la increíble vocalización de John Lennon en Rock and Roll Music, en el disco Beatles for Sale, y la no menos grandiosa vocalización de Mick Jagger de Carol en el primer album de The Rolling Stones.

Alcanza con nombrar apenas un puñado de temas de Berry para aquilatar lo merecidio que es su estatus de leyenda y su condición de “padre del rock” como muchos lo han señalado: Johnnie B. Goode (1957), Rock and Roll Music (1957), Roll Over Beethoven (1956), School Days (1957), Sweet Little Sixteen (1957), Carol (1958), Reelin’ and Rockin’ (1957), Little Queenie (1959), Almost Grown (1959)…

Chuck Berry había nacido en Saint Louis, Missouri el 18 de octubre de 1926 y falleció hace apenas pocos días, el pasado 18 de marzo en Wentzville, Missouri, dejando un legado imperecedero y, según se ha anunciado, un disco de nuevas canciones grabado hace pocos meses que aún no ha visto la luz y que se llamaría simplemente Chuck. También, en el caso de Uruguay, dejando atrás la penosa imagen que dio en su recordado concierto del Teatro de Verano el 15 de abril de 2013, con 86 años, en el cual el público tuvo la emoción de tenerlo frente a sus ojos, con la clásica guitarra Gibson 335 roja, pero sufrió la desilusión de comprobar que ya no estaba apto para salir de gira bajo ningún punto de vista.

Para terminar, una recomendación: el imperdible CD The Great Twenty-Eight, donde están todos los temas esenciales de su carrera y que es una delicia absoluta.

Que no haya paz en su tumba, sino mucho, mucho rock and roll.

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Urquiza esq. Abbey Road es el blog musical de Eduardo Rivero en EnPerspectiva.net. Actualiza los miércoles.

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