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Disputatio periodística
Cuando el perro guardián muerde

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Por Darío Klein ///

En los últimos días, la difusión de un informe del programa Santo y Seña en Canal 4 generó debate y varias voces se alzaron para repudiar el tratamiento que en él se hizo del tema elegido. Da la impresión de que por una vez –y ojalá siga así– los periodistas dejamos de lado el corporativismo tan nuestro y nos animamos a discutir sobre nuestro propio trabajo. Algo sano.

Organizaciones como la Red Uruguaya contra la Violencia Doméstica y Sexual y la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU) emitieron cuestionamientos duros y en redes, corrillos y tertulias entre colegas se reflexionó y, sobre todo, criticó el abordaje: en particular la equivocación ética de entrevistar a una niña de 7 años para que hablara en cámara sobre abusos sexuales sufridos a manos de su abuelo y de sus padrastros.

No pretendo abundar aquí en esos aspectos concretos, que creo que ya han sido suficientemente desarrollados, sino sobre el argumento específico que esgrimió el director del espacio para explicar la decisión de difundir el informe tal como lo hicieron.

El efecto perverso

Para empezar, sería incorrecto decir que se trató de un reportaje sobre “abuso sexual de menores” ya que faltó cualquier tipo de referencia que explicara el fenómeno, sus causas, consecuencias, sus porqués, sus datos generales. Sólo se habló sobre un caso puntual de una familia puntual. Desde ese punto de vista creo que hay que analizar el programa: desde el caso concreto que sacó a luz.

El programa relató el abuso que sufrieron dos niñas a través de varios testimonios a cara cubierta de familiares y de su abuela, y luego abundó en una entrevista a una de las menores. Allí, la niña de 7 años –con el rostro tapado– cuenta detalles de lo que sufrió. Además, en una especie de cámara oculta realizada por la abuela, da más detalles.

Ante la polémica que ya había desatado la promoción del programa, el conductor y director de Santo y Seña, Ignacio Álvarez, defendió así, al aire, las decisiones tomadas: “Más allá de las criticas a todos seguro que hay algo que nos identifica: procurar lo mejor para los mas débiles. Tratar de evitar que estas situaciones de abusos se perpetúen. Creo que todos, como sociedad y como comunidad, debemos congratularnos, si se quiere, más allá de la felicitación del juez de la causa. Y tratemos de que estas situaciones se hablen. Porque de eso se trata. Este es un programa periodístico, es un programa de televisión y lo que está haciendo es poniendo sobre la mesa una realidad que muchas veces está escondida. Algunos en las ultimas horas me decían: ¿pero por qué el morbo de la niña hablando de la agüita en las partes intimas? ¿Es el morbo o es la realidad? Nadie inventó eso, nadie le puso en boca de la niña la palabra agüita en la parte intima ¿no? Ella lo transmite así. Y gracias a que fue tan explicita y gracias a que nosotros documentamos ese testimonio fue que el juez pudo procesar. Porque solo con “me hace cosas feas” un juez no puede procesar a nadie. ¿Qué quiere decir que el novio de tu madre te hace cosas feas? (…) ¿cuales son las cosas feas? Sí… que te tire el agüita de la parte intima en la pancita. O que uno te agarre mientras el abuelo te lambe la pepita, como decía… Fue gracias a esos detalles, que no es morbo, es la lamentable y triste realidad, que el juez pudo procesar y procesar con prisión a esa madre y al novio de la madre”.

El periodismo no es una ciencia exacta pero, como cualquier oficio o profesión, tiene funciones específicas y reglas éticas. Mucho se ha discutido en escuelas de periodismo y redacciones sobre cuál es la función del periodismo en su acepción más extrema: el periodismo de investigación. ¿Su función es sacar a luz los hechos, señalar aquello que está funcionando mal, ejercer como perro guardián, o denunciar hechos, corregir lo que está funcionando mal, que el perro guardián no solo ladre sino que salga a morder?

La conclusión de los más grandes periodistas del mundo que he escuchado y leído es la primera: el periodismo (sea o no de investigación) debe buscar y sacar a luz, revelar, difundir hechos a veces ocultos o que alguien quiera ocultar. Pero no es su tarea meter a nadie preso o derrocar a ningún gobierno. Esa es tarea de las instituciones.

Aunque el fin del informe de Santo y Seña pueda ser noble, no es el trabajo del periodismo encarcelar a un abuelo y una madre, por más grave que sea lo que hayan hecho. El inicio de un proceso judicial a los responsables de un hecho delictivo es una consecuencia posible y hasta deseable, que depende de la calidad institucional del país. Pero no el fin último del periodismo.

Lo contrario es un efecto perverso de nuestro trabajo. Defiendo la necesidad de más y mejor periodismo de investigación en esta y cualquier democracia, como una señal de vitalidad y riqueza sistémica. Pero, para eso, es necesario separar la paja del trigo y señalar los riesgos que entraña ese papel o su efecto perverso. Si la buena prensa y el periodismo de investigación enriquecen la democracia, su práctica irresponsable puede no hacer más que dañarla.

Algunos de estos efectos perversos: que los medios asuman el papel de jueces; que impulsen campañas para cumplir un determinado objetivo judicial o político más allá de la simple y fundamental difusión de los hechos; que no respeten las normas básicas para corroborar la veracidad de la información que brindan. Es la diferencia entre el periodismo de investigación y el mero periodismo de denuncia. La diferencia entre ser periodistas o ser fiscales.

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Disputatio periodística, el blog sobre periodismo de Darío Klein en EnPerspectiva.net, actualiza en forma quincenal, los jueves.

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