Por Darío Klein ///
Cuando el fuego de la parrilla empezó a extinguirse y las brasas se iban convirtiendo en cenizas, empezó lo mejor de la charla. ¿Quién es periodista?, lanzó un amigo. Y ya no pude evitarlo: el resto de la sobremesa versó sobre ese tema. ¿Cómo una pregunta tan simple y directa puede ser tan difícil de responder? Tal vez porque no hay nada más difícil de definir que lo que uno considera evidente.
El diccionario no ayuda. Las dos acepciones que ofrece la Real Academia Española (RAE) son vetustas e incorrectas. La primera define al periodista como una “persona legalmente autorizada a ejercer el periodismo”. Falso. Eso tal vez ocurra en algunos países donde todavía resiste la colegiación obligatoria o en regímenes autoritarios. No es la norma y, opino, tampoco lo deseable.
La segunda acepción de la RAE nos define como una “persona profesionalmente dedicada en un periódico o en un medio audiovisual a tareas literarias o gráficas de información o de creación de opinión”. Cercano. Pero olvida detalles e ignora todos los nuevos medios, como los surgidos con Internet y las tecnologías móviles.
Entonces, ¿es posible alcanzar una definición apropiada a estos tiempos? Hago un intento. Podría decirse simplemente que periodista es todo aquel que escribe, difunde, habla o aparece en un medio de comunicación masivo. Sin embargo, no es así. Algunas de las mejores plumas de los diarios o reputadas caras de la televisión no son periodistas ni ejercen el periodismo. En televisión suele usarse la palabra “comunicador” o “presentador” para identificar a todos aquellos profesionales que comunican o presentan algún programa en un medio electrónico pero que no cumplen con al menos uno de los dos requisitos básicos del periodismo: conseguir y transmitir información.
Independencia y formación
El ex presidente de la República Julio María Sanguinetti solía comenzar sus cartas dirigidas a los medios con un “estimados colegas” que nos molestaba profundamente. Tal vez en sus primeros años en el diario Acción, Sanguinetti sí ejerció el periodismo. Pero, sin dudas, todo su trabajo posterior como columnista político partidario y, por supuesto, su verdadera vocación política y su trabajo de entonces como presidente, estaban en las antípodas del periodismo. Antes y después, su objetivo como columnista no era informar o analizar, sino argumentar y convencer. El periodismo político partidario no es periodismo. El periodismo es independiente o no es.
Recuerdo una anécdota que nos narró en clase Tomás Linn por los años 90. Contaba que, una vez, un médico le dijo que ambos eran colegas porque él también escribía columnas sobre medicina en no sé qué periódico. Linn le respondió: “También somos colegas en la medicina. Cuando mi hija se enferma, yo le doy aspirina”.
La anécdota es gráfica. No alcanza con trabajar en un medio de comunicación. No alcanza con hacerlo profesionalmente. No alcanza con conseguir y transmitir información. No alcanza con ser independiente. El periodista, además, debe tener formación periodística y ética.
Esto no supone obligatoriamente formación universitaria, aunque es cada vez más evidente su utilidad y necesidad. Pero sí supone que el periodista, aunque sea autodidacta, aunque haya aprendido de un mentor en la redacción, debe estudiar y formarse. Ser autodidacta implica haber aprendido, aunque sea a impulsos individuales. Algunos de los mejores periodistas que he conocido no pasaron por ninguna universidad, pero todos ellos dedicaron muchos años a estudiar.
Entonces ¿quién es periodista? En base a lo anterior, se me ocurre aquí una posible definición: es un servidor público profesional, entrenado y especializado en conseguir, analizar y transmitir información, que se difunde en algún medio de comunicación.
En resumen, el periodista debe, en primer lugar, ser capaz de conseguir información. Existen técnicas para hacerlo. La principal: moverse mucho, hacer muchas llamadas, golpear muchas puertas y dejar la silla del escritorio; las noticias no están en Internet. Pero, en gran medida, esta habilidad depende de lo que algunos llaman "olfato" (tema que trataremos en una futura columna).
En segundo lugar, debe transmitir de manera correcta esa información. Es decir, contar bien las noticias, narrar bien las historias, según las peculiaridades de cada medio (gráfico, audiovisual, escrito, sonoro…), para que atrapen al público y sean comprensibles.
Tercero: un periodista debe hacer todo eso de manera independiente, sin subordinarse a ningún grupo político o de presión. Ni siquiera a los que integren los propios dueños de los medios en los que trabaje.
Por último, y para que todo esto sea posible, el periodista debe vibrar y sentir pasión por su trabajo. Porque no hay otra forma de hacerlo que sintiendo esa vocación en las entrañas.
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Disputatio periodística, el blog sobre periodismo de Darío Klein en EnPerspectiva.net, actualiza en forma quincenal, los jueves.