Por Fernando Butazzoni ///
El Gobierno ha logrado imponer su propia agenda, pese a los reiterados esfuerzos de la oposición para impedirlo. En ese sentido, debe admitirse que Tabaré Vázquez camina como una especie de RoboCop político: no se aparta ni un milímetro de la trayectoria calculada y no se detiene ante ningún obstáculo.
Esta capacidad ha sido por demás notoria durante los últimos 12 meses. Pese al fuego cruzado recibido desde su primer día de mandato, tanto desde los partidos de oposición como desde el propio Frente Amplio, Vázquez logró poner sobre la mesa unos temas, quitar otros, subrayar aquellos, diluir estos, en fin, manejar sin excesivos sobresaltos los asuntos más emblemáticos, los que hacen al diseño y la aplicación de una estrategia para lograr objetivos irreversibles.
La reforma del sistema de salud, la implementación de una nueva matriz energética, la modificación estructural de la Policía, la lucha contra el tabaquismo y los cambios en el sistema educativo, para poner solo algunos ejemplos, han seguido en líneas generales el derrotero que marcó la Presidencia de la República.
Ni las resistencias corporativas en la salud, ni los embates para evitar la disolución del viejo organigrama policial, ni los agudos problemas en el ámbito educativo han hecho cambiar el rumbo del Gobierno. Ni Philip Morris ha podido.
En cuanto al cambio en la matriz energética, la reciente inclusión de Ramón Méndez como uno de los 50 “líderes mundiales” por la revista Fortune es elocuente. El hecho es que con gruesos errores y también con notorios aciertos, Vázquez sigue el camino que se había trazado.
Mientras tanto, la oposición parece irse por la tangente una y otra vez sin quererlo, guiada muy a su pesar por el propio Gobierno y, en ocasiones, hasta por el propio Vázquez. Se debate la licenciatura de Sendic, el uso de las mamparas en los taxis, los desaguisados en Ancap, la imagen de la Virgen María en la rambla, el derecho a tener armas por parte de la población, los problemas del tránsito, el papel de los medios de comunicación y la permanencia de Bonomi y Fernández Huidobro como ministros.
Es verdad que hay interés generalizado por algunos de esos temas, pero si los estudiamos con atención veremos que en la mayoría de los casos son más fuegos de artificio que otra cosa. El partido se juega en otra cancha. La realidad va por otro lado.
Y esa realidad indica que Uruguay tiene un excelente posicionamiento a nivel global: la pobreza ha disminuido de forma sostenida, la indigencia tiende a desaparecer y la distribución del ingreso es la más equitativa de toda América Latina. Los delitos, con ser muchos, son menos que en casi todas las grandes ciudades del continente, y además son menos violentos.
La velocidad de conexión a Internet, la cobertura geográfica del sistema y el uso de telefonía celular es similar a la de los países desarrollados. Los índices de mortalidad infantil también lo son, al igual que los de inclusión social, protección de derechos laborales y otros. Debe aclararse que todos esos datos son proporcionados por organismos internacionales y no por el Gobierno.
Algunos sectores de la oposición se han marcado como estrategia política la equiparación del Gobierno frenteamplista con los fallidos Gobiernos de Cristina Fernández en Argentina y de Nicolás Maduro en Venezuela. El descalabro bolivariano y la victoria de Mauricio Macri han alentado eso. Pero para lograr el éxito, dichos sectores deberían incidir en la agenda verdadera, la que hace a la marcha del Uruguay, y no distraerse con agendas de fantasía que ocupan la tapa de los diarios pero que no influyen en la vida real de los ciudadanos.
Se equivocó y generó tumulto Tabaré Vázquez al decir que algunos medios son un partido de oposición. En realidad algunos de esos medios son voceros de dichos partidos de oposición, y está bien que así sea. O quizá el presidente Vázquez no se equivocó, sino que con el “escandalete” que generó su declaración simplemente ha puesto una vez más a la oposición, y a los medios de comunicación afines, a vociferar sobre asuntos que no tendrán ninguna consecuencia. El propio Vázquez lo señaló con claridad en esa misma nota.
Mientras tanto el Gobierno gana tiempo para su agenda, a la espera de que la situación económica global mejore, las turbulencias internas en el Frente Amplio se calmen y los grandes proyectos sociales empiecen por fin a fructificar en serio. Eso puede ocurrir en un año o en dos, pero en todo caso deberá suceder a más tardar a comienzos o mediados del 2018, porque ya se sabe que para los partidos políticos las elecciones siempre están a la vuelta de la esquina.
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