Por Fernando Butazzoni ///
El enfrentamiento entre el Gobierno y los sindicatos de la enseñanza va a dejar heridas de difícil sutura. Muchos ciudadanos rechazaron el decreto de esencialidad. Y muchos también desaprueban la conducta gremial, empeñada en obtener sus conquistas salariales pase lo que pase y cueste lo que cueste.
Todo lo demás quedó en suspenso: ya no se habla de contenidos educativos, ni de días efectivos de clase, ni de programas de actualización para docentes. Ya no importan el contexto crítico, las escuelas de tiempo completo, el Plan Ceibal. Tampoco importan los valores a mostrar ante los educandos. Lo único que parece importarles de veras a los dirigentes gremiales es la plata.
Ya no les importa ni siquiera el lenguaje: “Gobierno cagador”, “hay que meter huevo”, “la ministra se puede ir a la mismísima mierda”, fueron algunas de las muchas frases ofensivas pronunciadas por maestras y maestros antes y durante la asamblea de la semana pasada en la calle Yatay. Y nadie me lo contó. Lo tengo grabado, por las dudas.
Los dirigentes de esos gremios han caído en la soberbia de suponer que ellos y solo ellos tienen la razón. Y con esa convicción errada, aupados por algunos dirigentes políticos, se dispusieron a darle batalla al Gobierno, al Parlamento, a la dirección del PIT y a la inmensa mayoría de los ciudadanos, quienes ven cómo la puja por un mejor salario se antepone al interés por una mejor educación.
Eso sí: hay levantiscos de pacotilla que no desafían a los empresarios educativos que regentean escuelas privadas, en las que cientos de maestras y maestros dictan clases de forma paralela a su función pública. Aunque en esas escuelas ganan poco, dicen que les sirve “para completar un sueldo digno”. La dignidad, como todo el mundo sabe, tiene poco que ver con el dinero, y menos aún con el doble discurso, que eso es vociferar en el ámbito público y meter violín en bolsa en el privado.
A las escuelas privadas, muchos adalides de la “educación popular” concurren religiosamente a dictar sus clases, porque si no lo hacen los dueños de esos institutos de enseñanza los echan sin miramientos. Los padres de la clase media alta, de parabienes. La brecha se consolida.
También debe aclararse que, por debajo de la lucha salarial, de manera subterránea y a espaldas de la inmensa mayoría de maestros y profesores, hay fogoneros que echan carbón en la caldera del conflicto con otros fines: dirimen allí cuotas de poder político en la interna del movimiento sindical y del Frente Amplio, buscan protagonismo mediático, pasan facturas de vieja data, toman venganza y alivian frustraciones personales, que en algunos casos son muy íntimas.
Lo que va a pasar es que, en estas condiciones, la educación pública empeorará sin importar cuánto dinero se destine para mejorarla. Su peoría, desgraciadamente, tiene que ver con una concepción del mundo mezquina, llena de prejuicios y de consignas vacías que caracteriza a quienes azuzan a los trabajadores en pro de reivindicaciones que, además de egoístas, son en extremo reaccionarias.
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El diario del lunes es el nombre del blog de Fernando Butazzoni en EnPerspectiva.net. Como no podía ser de otra manera, actualiza todos los lunes.