Por Fernando Butazzoni ///
Hace un par de meses, en esta misma columna, me atreví a reflexionar sobre ese fenómeno que denominé el “Uruguay clásico y moderno”, que muestra una sociedad de múltiples logros y avances, pero a su vez ensimismada en un andar cojitranco, con espíritus crispados. Recibí críticas severas, en especial de quienes consideran que el país no tiene logro alguno para exhibir, sino más bien una larga sucesión de protestas, calamidades y desastres inminentes que explicarían ese ánimo social.
Esas opiniones reflejan un talante muy propio de los uruguayos y heredero, quizá, de los “rituales de la protesta social” que prologaron en París a la Revolución Francesa de 1789 y que continúan hasta nuestros días. No en vano había en Uruguay, a mediados del siglo XIX, más franceses que en Argelia. Somos, en ese sentido, bastante afrancesados. La realidad no nos importa tanto como su cuestionamiento.
¿Qué dice la realidad? En el informe de prosperidad mundial elaborado en Londres por el Legatum Institute, Uruguay aparece muy bien ubicado en el ranking. En esta ocasión ocupa el puesto número 32 (el año pasado ocupaba el puesto 30) y es, de acuerdo a los parámetros de la medición, el país más próspero de América Latina. También es más próspero que unos cuantos países de Europa (más que Rusia, Italia y Hungría, por ejemplo), más próspero que Israel, Arabia Saudí y Kuwait, en Oriente Medio, y más próspero que casi todas las economías emergentes.
Hay que subrayar que no es una medición de riqueza ni de poder, sino de prosperidad. Uno de los elementos significativos en esa medición está relacionado con las nuevas tecnologías. Según el último estudio de ONU, realizado en 2014, Uruguay ocupa el tercer lugar en el mundo en las áreas de gobierno electrónico y de “e-participación”, solo superado por Corea y Holanda.
Es claro que en ese terreno los avances del país en los últimos años han sido notables, desde la implementación del Plan Ceibal hasta el tendido de fibra óptica y la conexión a Internet a través de ella. Pero más notable aún parece haber sido la apropiación, por parte de la ciudadanía, de esas herramientas para trabajar y para ejercer sus derechos.
En esta enumeración, y casi a manera de anécdota, debería agregarse la publicación del “top ten” de Lonely Planet, quizá la más influyente editorial de guías de viaje. Pues bien, en el siempre respetado ranking de los diez mejores países para visitar, los expertos de dicha guía colocaron a Uruguay como uno de los destinos imperdibles en 2016. Es el único país de América Latina en la lista, que lo califica en el octavo puesto a nivel mundial y lo describe como un país de gente amable, con una sociedad estable y progresista.
Podrían agregarse otras muchas citas con mediciones, números, análisis y opiniones que muestran una realidad contradictoria con ese talante de la sociedad uruguaya, la que se nos aparece como conflictiva, insegura, económicamente débil y exasperada. Allí hay algo sobre lo que todos deberíamos reflexionar: la mirada de los otros parece indicar que somos mucho mejores de lo que nosotros mismos creemos. Tal vez esa mirada ajena nos ayude a salir de un ensimismamiento negativo que nos hace daño.
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El diario del lunes es el blog de Fernando Butazzoni en EnPerspectiva.net. Como no podía ser de otra manera, actualiza los lunes.