Por Fernando Butazzoni ///
La decisión del Poder Ejecutivo, explicitada en su momento por el presidente de la República, de utilizar de manera habitual la cadena nacional de radio y televisión para detallar la marcha de los asuntos de Gobierno, constituye un error comunicacional y político que debería ser revisado.
Existe entre los gobernantes en general, no solamente en Uruguay sino en casi toda América Latina, la creencia de que la ciudadanía no está lo bastante informada de todas las cosas que se hacen para el bien de la sociedad. Por razones que tienen más que ver con la psicología que con las ciencias sociales, muchos jerarcas ven en cada mala noticia un ataque al gobierno de turno. Y casi siempre, tarde o temprano, se les recrimina a los medios de comunicación la exagerada o sesgada difusión brindada a esas noticias.
El propio Tabaré Vázquez lo expresaba en un reportaje concedido el pasado 17 de marzo a Caras & Caretas: “nosotros también tenemos el derecho y la obligación de informar a la población. Y de la misma manera que ellos informan, el Gobierno informará de lo que hace. De lo que hace bien y de lo que no puede hacer, y lo explicará”.
Es verdad que los medios tienen el poder suficiente como para marcar la agenda política y que, por cierto, lo hacen con mucha frecuencia. También exageran y sesgan. Pero no es menos cierto que el partido en el Gobierno también tiene medios, capacidades y –se supone– estrategias para dar información de primera calidad.
En el Uruguay actual, los principales dirigentes del Gobierno y de la oposición, disfrutan (o padecen) de una amplia cobertura periodística tanto en sus dichos como en sus hechos y, a veces, en sus patinazos. Eso no es malo sino bueno para una sociedad democrática.
La reciente iniciativa del Gobierno de emplear la cadena obligatoria de radio y televisión para que los ministros expliquen sus actividades –hablen de sus políticas, brinden números, detallen planes, proyectos, problemas y obstáculos– tiene tres problemas: el formato, la oportunidad y el objetivo.
El formato es obsoleto: el mundo de la comunicación ha cambiado y los vehículos para trasmitir mensajes son diferentes, no por el uso caprichoso de la tecnología sino por la forma en que esa tecnología condiciona al receptor. Hay un espíritu de zapping en la sociedad que nadie debería olvidar pero que, en este caso, parece desconocerse.
La oportunidad es cuestionable: de las cadenas vistas hasta ahora ninguna de ellas ha estado en línea con las grandes preocupaciones y tareas del propio Gobierno en el momento. Hubiera sido lógico y necesario utilizar la cadena nacional de radio y televisión para que el Ministerio de Salud Pública detallara la forma de combatir la temprana epidemia de gripe, explicara las ventajas de la vacunación, informara de las medidas ya tomadas y brindara una cartelera de centros de vacunación, horarios y otros elementos de enorme utilidad. También era deseable una cadena de radio y televisión del Ministerio de Economía y Finanzas para explicar la “consolidación fiscal” (Astori dixit), los famosos US$ 500 millones que se necesitan, las deducciones y las ideas generales de la Rendición de Cuentas. En ninguno de los dos casos se utilizó la cadena.
El objetivo es ingenuo: supone que con esas cadenas se va a contrarrestar “la visión ladeada” que trasmiten los grandes medios de comunicación sobre la realidad del país. En rigor lo único que logran las referidas comparecencias ministeriales es aburrir a unos, enojar a otros y dejar indiferente a la mayoría de los uruguayos, que o bien no ve televisión abierta o, si lo hace, emplea esos veinte o treinta minutos en dedicarse a otra cosa.
Las buenas obras de cualquier gobierno saltan a la vista. Los grandes problemas también. Usar la cadena nacional de radio y televisión es suponer que la ciudadanía necesita que le digan lo que está bien y lo que está mal. Eso es tarea de los partidos políticos, de los periodistas, de la sociedad civil, pero no de un gobierno.
Para señalar lo que está mal la oposición cuenta en Uruguay con medios formidables, desde diarios y semanarios hasta canales de televisión y radios, pasando por varios batallones de militantes tuiteros, foristas y de Facebook.
El Frente Amplio, por el contrario, no ha logrado construir esas fuentes de información y opinión, y no lo ha hecho por incapacidades varias: de unidad, de gestión, de entusiasmo y de recursos. Hay muchos medios afines al actual Gobierno: dos diarios de circulación nacional, dos o tres canales de televisión (de aire y de cable), varias radios, semanarios, revistas, etcétera.
El problema es que la tropa periodística de la izquierda está desalineada, sin atención política y, paradójicamente, bastante más desinformada que quienes se afilian de forma clara a los partidos de oposición. Es un problema grave, pero no se resuelve con cadenas del Gobierno, que debería revisar su postura al respecto y subsanar un error que además, sin pretenderlo, termina por emparentarnos con desgraciadas experiencias recientes en países hermanos.
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