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El diario del lunes
Un yihadista entre nosotros

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Por Fernando Butazzoni ///

El crimen ocurrido el martes pasado en la ciudad de Paysandú, que le costara la vida a David Fremd, requiere para su tratamiento una especial ponderación: ni adjetivos altisonantes ni conclusiones apresuradas son aconsejables. Pero también requiere de la sociedad en su conjunto una reacción acorde con las circunstancias. Los poderes del Estado, el sistema político, las organizaciones civiles y los ciudadanos del país, debemos hacer un esfuerzo conjunto por entender la enormidad de lo ocurrido y actuar en consecuencia.

Para ello, para comprender en su verdadera dimensión el episodio, es importante no relativizar ni minimizar el hecho. No debemos tenerle miedo a las palabras. A las cosas hay que llamarlas por su nombre. Lo que hubo fue un crimen de odio racista y religioso, perpetrado por un musulmán contra un judío. Y eso ocurrió en nuestro país, entre uruguayos. Uruguayo era el judío asesinado por serlo, uruguayo es el musulmán que, convertido en yihadista de ocasión, cometió el crimen con un cuchillo y en el nombre de Alá, uruguayos fueron quienes socorrieron a la víctima y también los civiles que arrestaron al criminal.

En Uruguay eso suena raro, como de otro planeta, pero debemos enfrentarnos a esa realidad. Es comprensible que algunas personas, incluidos varios dirigentes políticos y referentes sociales, en un primer momento hayan querido ver el asesinato de este uruguayo de religión judía como un hecho exótico, algo que no tiene nada que ver con nosotros, casi como una contingencia catastrófica de la naturaleza humana.

En verdad es una anomalía que en uno de los países más laicos y liberales del planeta suceda semejante agravio. Pero esa anomalía debe asociarse a otros hechos que, en el mismo sentido, preanunciaron no hace tanto tiempo episodios de mayor gravedad. Es triste recordarlo, pero debe hacerse: durante la última guerra en Gaza, a mediados del 2014, en distintos puntos del Uruguay aparecieron decenas de pintadas antijudías en muros, paradas de ómnibus, refugios de guardavidas y hasta en contenedores de basura.

Esas leyendas no eran consignas contra Israel o contra la invasión de Gaza. Eran consignas dirigidas a los judíos uruguayos, calificándolos con los peores agravios y exigiendo que abandonaran el país. Eran consignas claramente enmarcadas en lo que se define como odio racial y religioso. Una de ellas decía: “Muerte a los judíos”. Eso fue justo lo que hizo el yihadista de Paysandú.

Otros dos episodios también fueron significativos: ocurrieron en enero y junio de 2015, cuando se detectaron artefactos sospechosos de contener explosivos en las inmediaciones de la embajada de Israel en Montevideo. Los medios de comunicación informaron de ello, y las páginas de comentarios en los sitios web de esos mismos medios estallaron, al igual que las redes sociales, con cientos de mensajes que descartaban esos hechos y sospechaban una puesta en escena para la victimización de Israel en particular y de los judíos en general. Muchos de esos comentarios no solo mostraban una ignorancia supina, sino que también destilaban odio racial y religioso.

Por cierto que una gran cantidad de comentarios similares han aparecido en estos días. En algunas personas no parece haber una comprensión cabal de la gravedad de lo que pasó en Paysandú, ni mucho menos un sentimiento de empatía o apenas piedad para con la víctima y su familia. Por supuesto que no es una mayoría la que así piensa y siente. Acaso sea apenas un puñado de uruguayos, pero allí están. Y acabamos de comprobar que ni siquiera hace falta un puñado de bestias. Alcanza con que uno solo de ellos esté dispuesto a actuar para que el golpe resulte brutal.

Será muy útil que todos miremos los hechos de frente para asumir las limitaciones y debilidades que nuestra sociedad ha engendrado a lo largo de su historia. Es la única manera de superarlas. La judeofobia larvada, minoritaria pero pertinaz, es una de ellas. Todos tenemos responsabilidad en eso, aunque más no sea por el silencio y la pasividad con que toleramos un día sí y otro también el desprecio que asoma aquí y allá, sin muchos tapujos.

Según diversos testimonios, el tal Abdullah Omar paseaba su odio a los judíos por distintos ámbitos, y lo hacía con impunidad. Uruguay no ha sido ni es un país antijudío, pero en Uruguay hay expresiones racistas antijudías que tienen muy larga data, las que sobreviven y se reproducen sin que las enfrentemos con la energía necesaria. Es hora de hacerlo.

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El diario del lunes es el blog de Fernando Butazzoni en EnPerspectiva.net. Como no podía ser de otra manera, actualiza todos los lunes.

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