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El diario del lunes
Uruguay clásico y moderno

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Por Fernando Butazzoni ///

Entender lo que sucede en el Uruguay de estos tiempos implica un ejercicio de reflexión que debe ir acompañado de la necesaria autocrítica por parte de todos y cada uno de sus habitantes. Somos un país que envejece rápido, que se aferra al pasado, que cambia a regañadientes, que se apaga fácil y que camina despacio. Y somos un país con mucha gente que tira la piedra y esconde la mano.

El mundo es otro, pero nosotros somos los mismos. Nos comportamos igual que hace 30 o 40 años. Aunque resulte paradójico, la invasión de autitos chinos, las plantas de celulosa, el asado del Pepe y hasta la mordida de Luis Suárez, entre otros fenómenos, contribuyeron a fortalecer ese ensimismamiento que nació a mediados del siglo pasado. Nos creemos los genios de la avivada y somos los campeones de la mediocridad.

Las ideas nuevas encuentran acá impugnaciones de todo tipo. Las propuestas audaces se empantanan. La nostalgia nos domina y el futuro nos espanta, salvo que aparezca en el horizonte un fin de semana largo. Los dramas mundiales nos resuenan lejanos, pero están aquí mismo. Nos aferramos a una pachorra que destruye despacio y en silencio. Un par de éxitos deportivos en los años recientes ayudaron a llenarnos el ojo, pero la verdad es que nos estamos quedando ciegos.

El conflicto en la enseñanza, el rifirrafe por Ancap, la acefalía en el Frente Amplio, la delicuescencia del Partido Colorado, las peleas en el secretariado sindical, el desfonde de Fripur y otros muchos episodios naturales en el sube y baja de una sociedad, como por ejemplo las inundaciones o la anterior sequía, tuvieron un elemento en común: las reacciones del cuerpo social fueron idénticas a las de hace 20 o 30 años.

El mundo cambia a velocidad de vértigo y Uruguay se encuentra inserto en ese mundo veloz y voraz. Pese a que no tenemos la más mínima opción de aislarnos o permanecer al margen, igual mantenemos viejos vicios, reflejos de otras épocas, orgullos perimidos y discursos que lo único que encienden es el fuego para un asado entre amigos. Eso sí: con fibra óptica incluida y más de cinco millones de líneas de celulares a nuestra disposición. Nos sentimos habitantes de un país clásico y moderno.

Por cierto que en la izquierda somos responsables, no únicos pero sí principalísimos, de ese andar cojitranco. No nos hemos actualizado, lo que equivale a decir que nos hemos desactualizado. Y eso debe resolverse en serio, pues requiere cirugía mayor. Aunque también son responsables de la pachorra oriental los medios de comunicación, las quejumbrosas organizaciones empresariales, los partidos políticos, el Estado jurásico que nos pone a correr como hámster en la ruedita, el Parlamento, los órganos de la Justicia, la policía y los malandras. Solo se salvan los bomberos.

Claro que en todas partes hay por fortuna muchísima gente empeñosa, entusiasta y metedora. Hay ganas de hacer en la sociedad, y se hacen montañas de cosas. Pero también debe advertirse que hay hartazgo ante tanto discurso vacío, tanto mate, termo y asamblea. Y ojo con el hartazgo: no lleva por buen camino.

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El diario del lunes es el blog de Fernando Butazzoni en EnPerspectiva.net. Como no podía ser de otra manera, actualiza todos los lunes.

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