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La política a escena
Cónyuges

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Por Mariana Wainstein ///

“Ser esposa de un político es emocionante y tiene sus retos”
Claire Underwood, personaje que interpreta Robin Wright en la serie House of Cards

En el teatro, el cine y más recientemente en las series de televisión, los cónyuges de los políticos tienen una presencia relevante. O son la representación contemporánea de Lady Macbeth, exigiendo y provocando en sus parejas más ambición y más éxito, o son víctimas del compromiso desmedido de sus compañeros que las/los abandonan por la causa.

La Casa Blanca nos ha brindado una serie de personajes interesantísimos: la elegancia de una Jacqueline Kennedy, que trajo el glamour a la Casa Blanca; el alcoholismo y la redención de Betty Ford; la imagen maternal de Barbara Bush y la intrascendencia de su nuera; el incondicional apoyo de Nancy Reagan a su marido; o la personalidad de Michelle Obama, sus convicciones y actitudes, sólo comparables con la popularidad del fascinante personaje de Eleanor Roosevelt, quien se convirtiera en un paradigma de la defensa de los Derechos Humanos y quien en una sociedad pacata lograra que su evidente bisexualidad no le hiciera mella a su imagen ni al grado de dependencia que su marido tenía de ella en materia de comunicación política.

El espectáculo electoral estadounidense hoy en día nos presenta dos parejas inusuales. Ambas signifcarían, de ganar sus cónyuges, una “primera vez” para Estados Unidos. Ya sea de tener una primera dama eslovena y nacida en un país comunista, o de tener un acompañante hombre y encima expresidente.

Melania Trump tiene varios aspectos singulares. Resulta interesante analizar qué intentan esgrimir contra ella sus adversarios.

Su belleza coloca a su millonario esposo en el sitial del machista que se consiguió una mujer más joven y con pasado de modelo.

El haber posado desnuda todavía no queda claro si es un atributo positivo o negativo; si bien el conservadurismo norteamericano no ve con buenos ojos ese tipo de fotos, el mismo Trump ha salido a la palestra a defender su lado artístico y “europeo” (las imágenes la muestran abrazada a otra mujer en una cama). El hecho de que las haya publicado el New York Post, que generalmente apoya a Trump, hace sospechar que pudo tratarse de un ardid de campaña.

Luego está el hecho de ser extranjera. Sus adversarios no lo esgrimen como una desventaja sino como una posible trampa para el discurso xenófobo de su esposo, e intentan descubrir si en algún momento estuvo como inmigrante ilegal o trabajó sin los papeles correspondientes.

Por ahora el personaje queda fuera de foco, un poco desdibujado en cualidades valoradas para una primera dama como la inteligencia, la astucia y la capacidad de transmitir valores, además de una agenda propia interesante. Ser la mujer del millonario, joven y bonita, no deja de ser un cliché demasiado transitado.

En cuanto a Bill Clinton, uno de los presidentes más carismáticos de la historia, si nos concentramos en lo que puedan esgrimir sus adversarios, la pareja que hace con Hillary es lo más parecido a los Underwood de la serie House of Cards. Dos socios unidos por la sed de poder, con alta capacidad comunicacional y a la vez cargando una mochila de secretos y acusaciones, en muchos casos muy graves.

Sin duda,desde el punto de vista dramático las expectativas son muy altas sobre lo que puede llegar a pasar con Bill Clinton de regreso en la Casa Blanca. Sería una de esas secuelas de película a las que ya nos tiene acostumbrado Hollywood. La edad actual del protagonista y su condición de salud no permite garantizar si tendrá contenido sexual de alto calibre como en la primera entrega o si se limitará al género político-conspirativo.

Como decía Oscar Wilde “la vida es un teatro, pero tiene un reparto deplorable”. Nunca mejor aplicado al caso actual en el cual ambos candidatos y sus cónyuges nos dejan más dudas que certezas.

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La política a escena es el blog de dramaturgia política de Mariana Wainstein. Actualiza los jueves.

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