Por Rafael Porzecanski ///
De acuerdo: el affaire de la licenciatura de Sendic es tan patético como jocoso. Ideal para comprar la bolsa extra large de pop y masticar una palomita por cada noticia consumida y vinculada al escándalo. Lo acepto: el diario El Observador puede ordeñar cuanto guste la noticia original, sacando derivados de todo tipo y color, desde lo que Sendic dijo –hace 15 años, hace un minuto o antes de haber nacido– hasta los rechazos, apoyos y minimizaciones de nuestra variada farándula sociopolítica local.
De acuerdo: toda sociedad necesita de elementos aglutinadores. El futbol, el idioma, las noticias que podamos comentar entre todos. Celebremos pues el efecto curiosamente integrador que tienen episodios de esta naturaleza, en la medida que este escándalo es accesible y debatible por todos los habitantes de nuestra polis.
No se precisa aquí la intervención de tecnócratas ni especialistas: se trata de un episodio simple donde cada uno podrá aportar su granito de arena y situar a Sendic en algún punto de la escala que va del bien al mal, así como interpelar la ubicación que en esa escala otros elijan para colocar a quien hoy resulta más parecido al golero de Cacho Bochinche que a un vicepresidente.
Sin dejar de masticar el pop, sin embargo, deberíamos tener siempre presente que asistimos a poco más que a un divertido entretenimiento (que como bien dijo una vez Fernando Cabrera es también “tenernos entre nosotros”). Sendic no utilizó su falso título más que para hacer un innecesario alarde –que parece indicar que aún quedan cenizas de M’hijo el dotor–. No dio falsos datos con un fin instrumental evidente (a la inversa que un colega que años atrás mintió su edad para gozar de una beca académica y que prontamente fue restituido en sus funciones).
El señor Sendic (sin importar lo que informe La Habana, yo no lo llamaré más “licenciado”) no buscó aumentar su caudal electoral u obtener una posición de privilegio en la arena política uruguaya por consecuencia de su repetida mentirilla.
Por ello, mientras protagonizamos este show con cercana fecha de vencimiento, no olvidemos que la cantidad de noticias sobre un tema no determina necesariamente su importancia. Más allá del contenido del paquete que llegará de La Habana y de cómo continuará la telenovela, recordemos que al momento de establecer las amplias sombras de este Gobierno y de la gestión frenteamplista en general, el episodio Sendic debería ser sólo una pequeña, casi invisible mancha.
Los despreciados muertos por “ajuste de cuentas” y la próspera industria del sicariato; la educación secundaria resquebrajada; los especialistas en educación insólitamente ninguneados para beneplácito de mimados representantes del statu quo y sindicatos inflexibles; la pésima gestión en varias empresas públicas; una poco publicitada pero escalofriante segregación residencial; la continuidad de una fractura social de difícil solución o algunos preocupantes datos medioambientales que alcanzan a algo tan básico como el agua.
Todos esos ejemplos son portadores de mucha mayor sustancia que una licenciatura trucha. Todos esos y otros problemas son los que deberían estar en nuestras cabezas cuando, al día siguiente del show, despertemos para seguir viviendo nuestras vidas en lugar de las de los otros.
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Sobre el autor
Rafael Porzecanski es sociólogo, magíster por la Universidad de California, Los Angeles, consultor independiente en investigación social y de mercado, jugador profesional de póker y colaborador de EnPerspectiva.net.
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