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¿Por qué a mí?
La magia de los cumpleaños infantiles

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Por Carol Milkewitz ///

Llegás consolándote con que no es tan grave, que es nada más sentarse un rato a comer sandwichitos, y te encontrás con que se les ocurrió poner tres sillas para diez adultos porque, claro, hay que hacer lugar para que los chiquilines corran (y los animadores corran para el lado contrario).

¿Cómo podés saber que esa gente contratada para cuidar la vida de los niños es confiable? Son cinco para luchar contra un millón: dos animadores que da el salón asegurando que “con eso alcanza”, y la propia madre del cumpleañero, que se parte en tres para poder atender que el refresco esté frío, la pizza caliente y que, dentro de lo posible, en las próximas tres horas no muera ningún niño.

Mantenerlos con vida es sencillo, hasta que llega la piñata, que con su nombre te lo dice todo: piñas, arañazos y patadas para conseguir esos caramelos fucsia que valen $ 2 y ningún padre los deja comer porque hacen mal para los dientes.

Viene el cumpleañero, con los ojos vendados y un palo de escoba en la mano y en un segundo ves cómo caen al piso unos muñequitos de plástico. Ese es el momento en que los niños muestran su lado más oscuro. Se roban entre sí y el más fuerte se queda con el botín. Y los adultos también muestran su lado más oscuro. Siempre está la abuela hiperprotectora que piensa “este abombado no va a agarrar nada” y va y le agarra ella dos puñados de caramelos, pisando y empujando a algún chiquito por el camino.

Solo hay una cosa peor que los cumpleaños infantiles: los cumpleaños de adultos. Cuando sos niño y cumplís años, tu única obligación es saltar alegre y dulcemente con tus amiguitos en el inflable mientras tus padres tienen un colapso nervioso. Cuando sos grande y cumplís años, el que hace el sacrificio sos vos: comés servilleta mezclada con torta, mientras te esforzás por sociabilizar y parecer normal.

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¿Por qué a mí? es el blog de Carol Milkewitz, una veinteañera en la eterna búsqueda del equilibrio entre el estudio, el trabajo y la vida social. Por el momento, sale más bien poco. El último lugar al que fue con música, comida y alcohol: el supermercado. Actualiza los viernes.

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