Por Carol Milkewitz ///
Llego a la óptica para comprarme lentes. Hay un montón de marcos preciosos. Son un consuelo, como cuando te mandan un medicamento de gusto rico. Los quiero probar todos, como si fueran zapatos. La diferencia es que tengo que elegir un único par y usarlo todos los días, por lo menos dos años. La decisión es mucho más difícil. Cuando por fin elijo el que más me gusta, me miro al espejo y lo único que encuentro es una mancha gigante. Comprar lentes es distinto a comprar zapatos porque nunca podés llevarte lo primero que ves (porque no ves).
“¿Cómo me quedan?”, le pregunto al vendedor de la óptica, pero bueno, es el vendedor, siempre me va a decir “bien”. Entonces me pongo los lentes sin cristal, me saco una foto, vuelvo a ponerme mis lentes, miro la foto y ahí descubro la verdad. Se puede medir el grado de belleza de una persona cuando usa lentes. Si potencia su fealdad es porque es feo. Y si potencia su sensualidad es porque es lindo.
Al principio me quería matar: “¿Por qué soy miope? ¡¿Por qué?!”. Solo los usaba en casos de urgencia. No quería quedar como nerd. Después me enamoró ver con cierta definición. El oculista se volvió mi médico favorito. Vas y mirás globos en paisajes maravillosos. Y siempre te espera la foto de la misma casita, que no entiendo cómo todavía no la alquilaron. Lo único que me incomoda del oculista es cuando te obliga a probar diferentes cristales en esos lentes de robot que pesan dos toneladas y te hacen doler la nariz.
—¿Este? —me pregunta.
—Muy borroso.
—¿Y este?, ¿mejor o peor?
—Mejor, pero no bien.
—¿Este?
—¡Ay, sí! ¡Este!
—Es el primero que te mostré.
—Ah, bueno, capaz otro entonces —le respondo. Nunca sé con cuál de las combinaciones veo mejor.
Después de cierto grado de miopía, te recomiendan no andar a caballo ni hacer boxeo. ¿Cómo voy a dejar de hacer algo que ya no hago? Es como si me pidieran dejar de tener vida social.
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¿Por qué a mí? es el blog de Carol Milkewitz, una veinteañera en la eterna búsqueda del equilibrio entre el estudio, el trabajo y la vida social. Por el momento, sale más bien poco. El último lugar al que fue con música, comida y alcohol: el supermercado. Actualiza los viernes.