Por Carol Milkewitz ///
Se viene diciembre, se viene el verano, se viene esa época del año en que más parejas dejan. En mi grupo de amigas somos diez y esta última semana a tres las dejaron los novios. Me dio lástima en especial Vicky, que planeaba irse a vivir con él y estaba súper involucrada. Incluso me confesó: “Me siento mal, abandonada. Es horrible que te pase esto. En especial cuando vos le metiste todo a la relación: le metiste fuerza, le metiste onda, le metiste los cuernos”.
Enseguida después de la ruptura idealizás al otro, todo lo que hacía era perfecto. Decís: “¿Cómo pudo terminar así si nuestro amor era como una obra de arte?”. Y obviás la parte de que era como el urinario de Duchamp. Extrañás todo de él, lo reservado que era, la sensación de que si tenían un secreto él lo iba a guardar: un secreto como su relación, que la escondía de su otra relación.
Luego pasás a la etapa de desilusión. Te empezás a cuestionar si es posible tener una pareja duradera. Y llegás a la conclusión de que los ex son como los lentes de sol que te venden en el supermercado: oscuros, falsos y duran una temporada.
La tercera fase es empezar a salir con otros. Vos en ese momento estás vulnerable y no tenés mucho filtro. Decís: “Tengo 20 años, voy a disfrutar” y salís con alguien con el que te llevás 10 años de diferencia, no te importa nada, estás harta de los prejuicios de la sociedad, de lo que dicen sus amigos, su madre, su niñera.
Tarde o temprano llega ese momento en que te replanteás volver con tu ex. Y empezás a tener una relación uña: de esas que crecen y las cortás, crecen y las cortás. Igual, no hay que descartar totalmente la opción de estar con un ex. Es como recalentar papas fritas: peligroso para la salud, pero si el estómago aguanta…
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¿Por qué a mí? es el blog de humor de Carol Milkewitz. Actualiza los viernes.
