Por Eduardo Rivero ///
Inventemos una historia bien montevideana. Ricardo nació en Sayago y toda su vida la pasó allí. Es cantante de una banda de heavy metal y amante de las motos de gran cilindrada. Trabaja en una casa de fotocopias en el Centro. Hace unos días se casó su hermano Leonardo y una tía le insistió, en lo mejor de la reunión –y tras unos cuantos vinos– que cantara un tango. ¡Justamente un tango, un género que siempre despreció cordialmente!
Tanto porfió la tía que, guitarra en mano, se decidió por Melodía de arrabal. Por alguna razón se sabía la letra de memoria, cosa que él mismo ignoraba hasta lanzarse a cantar. Le salió toda de corrido como si la hubiese ensayado. Y como si fuera poco, en determinados pasajes, arrastró las palabras con intención canyengue e hizo ciertos giros absolutamente tangueros que, antes que a nadie, lo sorprendieron a él mismo. Ricardo ignoraba que llevaba el tango en sí. Mal o bien siempre lo había escuchado, surgiendo de una radio en un boliche, a bordo de un taxi o a causa de ese vecino conectado a radio Clarín y a Gardel en las horas pares a dos o tres casas de la suya, siempre con la ventana abierta.
Vayamos ahora a una historia bien norteamericana. Stefani Germanotta, neoyorquina, 27 años, cultora del tecno-pop, la electrónica y algo de heavy metal fue invitada en 2013 a grabar un disco a dúo con Anthony Benedetto, un venerable abuelo también neoyorquino de 88 años, abordando el indestructible Great American Songbook, es decir, las canciones de gigantes como Cole Porter, George e Ira Gershwin, Irving Berlin o Jerome Kern que reinaron en las radios, los discos y las salas de baile entre las décadas del 30 y el 50. Un dúo improbable, una apuesta perdida de antemano, un pasaje en el Titanic, en apariencias.
Sin embargo el disco se convirtió en un éxito mundial y el dúo lo presentó en vivo en lugares como el Royal Albert Hall de Londres, el Hollywood Bowl de Los Angeles o el Radio City Music Hall de Nueva York y, como Ricardo el de Sayago, Stefani demostró que sabía y podía cantar una música con la que nadie –ni siquiera ella misma– hubiera osado identificarla.
La música popular es impredecible y lleva en sí la semilla de todo tipo de milagros. Eso es lo que ocurrió en Cheek to Cheek, el sorprendente álbum a dúo de Tony Bennett (nacido Anthony Benedetto) y Lady Gaga (nombre con el que es mundialmente conocida Stefani Germanotta), editado en 2014. Un milagro de complementación entre un casi nonagenario, de increíble vigencia vocal, y una chica que ni siquiera llega a los 30, confesa seguidora de aquello que inició Madonna hace un cuarto de siglo, poseedora de una personalidad especialmente exhibicionista, con shows que son eventos visuales además de musicales, pero, eso sí, dueña de un tremendo talento y una voz acorde a ese don.
Hay muchas cosas increíbles en este disco. Increíble es la complementación entre ambos, pese a la brecha insalvable entre sus edades. Increíble que Tony Bennett siga con su voz aún lozana, aún poderosa, aún con un magnífico vibrato. Increíble la vigencia ante el público de hoy de canciones hermosísimas de un pasado remoto como Anything Goes de Cole Porter, I Won’t Dance de Jerome Kern, Cheek to Cheek de Irving Berlin o They All Laughed de George e Ira Gershwin.
Lo más increíble de todo: la voz de Lady Gaga en este repertorio, pagando tributo a figuras gigantescas como Ella Fitzgerald o Billie Holiday, pisando su mismo territorio y cantando como si hubiese nacido y crecido en aquella era gloriosa. Realmente asombroso y, claro, más que disfrutable. Hay que escuchar, por ejemplo, su interpretación magistral de Lush Life, un tema de intrincada melodía que supieron cantar Frank Sinatra, Ella Fitzgerald y Nat King Cole. Su voz es bellísima, prístina y dueña de un vibrato perfecto para este clásico estilo.
También hay que mencionar que este disco, indirectamente –o no tanto– rinde homenaje a la inmensa tradición de los cantantes ítaloamericanos. Benedetto y Germanotta forman parte de una legión de cantantes norteamericanos de sangre italiana cuya simple enumeración asombra, por más que sea apenas parcial: Dean Martin (Dino Crocetti), Frankie Valli (Francesco Castelluccio), Perry Como (Pierino Como), Frankie Laine (Francesco Paolo LoVecchio), Johnny Rivers (John Ramistella), Bobby Darin (Walden Cassotto) y aún rockeros como Jon Bon Jovi (John Bongiovi) o Frank Zappa y, por supuesto, el más grande todos, Frank Sinatra (Francis Albert Sinatra).
En estos últimos años, se ha registrado un aluvión de discos de tributo al American Songbook con un inesperado éxito entre las nuevas generaciones. Es que, sencillamente, una gran canción siempre es y será una gran canción, venga de donde venga y haya nacido cuando haya nacido y este disco es la mejor demostración de ello. En esta corriente de homenaje han aparecido discos excepcionales como el de Glenn Frey (ex The Eagles) o el de Paul McCartney –Kisses on the Bottom–, y otros más rutinarios y aburridos como los numerosos discos de este estilo editados por Rod Stewart.
Cheek to Cheek, con sus más de 600.000 copias vendidas en este tiempo del disco en crisis, es sencillamente majestuoso. El repertorio, los arreglos y las dos voces brillan con luz propia. Y demuestran que, más allá del caótico e impredecible devenir de las modas, los grandes clásicos vienen incluidos en los cromosomas de las nuevas generaciones, y que no hay ley de mercado que pueda con ellos.
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Urquiza esq. Abbey Road es el blog musical de Eduardo Rivero en EnPerspectiva.net. Actualiza los miércoles.
Video: LadyGagaVEVO
Video: LadyGagaVEVO
Video: Great Performances | PBS
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Tony Bennett & Lady Gaga, sitio oficial
Foto: Tony Bennett y Lady Gaga, imagen de difusión para prensa. Crédito: Kelsey Bennett.