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Urquiza esq. Abbey Road
Los incomparables Carpenters

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Ed Caraeff/A&M Records. Ampliar (+)

Por Eduardo Rivero ///

Ella cantaba como un ángel, lucía como un ángel y sonreía como un ángel. Ella fue la más hermosa voz en la historia del pop rock estadounidense y, dicho sea de paso, una notable baterista. Ella tuvo una vida torturada y un final injusto y prematuro.

Él era un pianista excepcional y un compositor y arreglador destacado. Él lucía como el típico chico de la clase media suburbana, porque de hecho él y su hermana lo eran. Él fue celoso, posesivo, manipulador y bastante tiránico.

Ellos fueron Karen y Richard, los hermanitos maravilla, los chicos de sonrisa de comercial de dentífrico, los reyes de la balada melódica, los únicos e incomparables Carpenters. Son recordados como el paradigma del pop melódico capaz de gustar a hijos y padres a la vez, como el ejemplo de lo clásico y, sin embargo, fueron tremendamente vanguardistas.

Su reinado se dio a pesar de remar contra la corriente, a contramano de la moda del momento –el rock duro y el incipiente rock sinfónico de comienzos de los 70– imponiendo un camino propio en lo musical y hasta en el look, que era especialmente naíf y para muchos irritantemente conservador: ella vestiditos vaporosos con voladitos, él, camisas entalladas y pantalones oxford de tela.

Eran, para el tiempo que les tocó en suerte, la receta del fracaso, y fueron un éxito rotundo, porque eran increíblemente talentosos, trabajadores infatigables y perfeccionistas fanáticos. Dejaron como legado discos de inolvidable técnica y emocionante belleza.

Karen y Richard nacieron en New Haven, Connecticut, al norte de Nueva York. Richard en 1946 y Karen en 1950. Karen fue una niña extrovertida y deportista, fanática del baseball. Richard un niño introvertido que se refugiaba en el sótano donde su padre, Harold, tenía una completísima colección de discos, explorando los sonidos de la década de 1950.

Cuando Harold y su esposa Agnes descubrieron el talento de Richard en el piano y de Karen en la batería decidieron que lo mejor para el futuro musical de sus hijos –entonces de 13 y 10 años respectivamente– era mudarse a la soleada California. Se instalaron en Downey, un suburbio de clase media de la ciudad de Los Angeles.

Ya adolescentes, formaron un trío de jazz llamado sencillamente Richard Carpenter Trio y sin que Karen hubiese cantado todavía una sola nota tuvieron importantes logros en sus presentaciones en vivo, obteniendo incluso un contrato de grabación.

En 1967 graban un demo en el estudio particular del legendario bajista Joe Osborn. Es un momento clave, porque allí Richard, que había escuchado cantar a su hermana en la sala de su casa, por primera vez la escucha a través de los potentes parlantes de un estudio y descubre lo increíble que era en el rol de vocalista principal, que ya nunca abandonaría.

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Karen y Richard Carpenter. Crédito: A&M Records.

Forman un grupo numeroso, llamado Spectrum, de estilo bastante inclasificable y que no tendría mayor éxito. Ese grupo les permite entrar en contacto con el importante sello A&M Records (llamado así por sus dos propietarios, el trompetista Herb Alpert y el productor Jerry Moss). Alpert quedó instantáneamente enamorado de la voz de Karen, pequeña de volumen pero que grabada a poca distancia del micrófono cobraba una belleza casi irreal, con su tono angelical pero a la vez una cierta pátina de melancolía difícil de explicar.

Alpert recordó una vieja canción de Burt Bacharach que había sido grabada años atrás por el actor Richard Chamberlain y también por la cantante Dionne Warwick sin lograr repercusión alguna, llamada Close to You, y de inmediato estuvo convencido que era perfecta para la voz de Karen y que los Carpenters debían grabarla sí o sí.

Richard Carpenter hizo un nuevo y maravilloso arreglo con especial hincapié en lo que sería la marca de fábrica del dúo, la superposición de voces grabadas en sucesivos playbacks por ellos mismos, una modalidad que habían escuchado de niños en los discos del guitarrista Les Paul y su mujer Mary Ford, quienes fueron pioneros en ese tipo de doblaje vocal.

Close to You enamoró a los EEUU y luego al mundo. En pocas semanas llegó al número uno, lo cual era asombroso para un dúo absolutamente desconocido. Los norteamericanos comprendieron el potencial de la mágica voz de Karen, sin la menor duda la estrella del dúo, por más que la labor de autor, arreglador, productor y pianista de Richard fue decisiva.

Era el momento fuerte de la primer oleada de bandas que hoy serían tildadas de “metaleras” como Steppenwolf, Led Zeppelin o Deep Purple y ya se avecinaba el rock sinfónico de Yes, King Crimson o Emerson, Lake and Palmer. Los Carpenters desafiaban la lógica y demostraban que lo imposible muchas veces es posible en la música popular.

El drama era conseguir otra canción ganadora y perfecta para la voz de Karen como segundo disco simple. Y la canción apareció cuando Richard estaba viendo televisión en su casa y quedó prendado de un jingle publicitario escrito por Paul Williams para el comercial de un banco. Richard le pidió al autor que transformara el jingle en canción hecha y derecha y así surgió We’ve Only Just Begun, donde nuevamente la magia vocal de Karen sedujo al mundo.

Lo que siguió fue una cadena interminable de preciosas baladas transformadas en hits, como For All We Know, Rainy Days and Mondays, Superstar, Hurting Each Other, A Song for You y la controversial pero igualmente exitosa Goodbye to Love que por primera vez incorporaba un solo con distorsión propio del heavy rock, tocado por el guitarrista Tony Peluso, que confundió y enojó a sus fans, y luego Yesterday Once More, Only Yesterday y hasta Top of The World que originalmente fue editada como track de álbum pero que se convirtió por la aceptación del público en un nuevo simple de éxito.

Los Carpenters grabarían once álbumes y 31 discos simples y se convertirían en uno de los números artísticos que mayor cantidad de discos ha vendido en la historia de la música popular. Karen y Richard, con su look casi virginal, su sonrisa de comercial de dentífrico y sus ropas conservadoras parecían el paradigma de la felicidad. Nada más lejos de la realidad.

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