En el mundo estamos asistiendo a una nueva revolución industrial liderada por el avance de la automatización, la robotización y la inteligencia artificial y cada vez más estudios académicos se enfocan en el análisis y en la identificación de los tipos de puestos de trabajo que serán destruidos por estas nuevas tecnologías.
Emiliano Cotelo (EC): En ese marco, hay varias ideas acerca de cómo debe adecuarse el sistema económico a todo este avance tecnológico, y una de esas ideas viene por el lado de cambios tributarios. Concretamente, hace algunas semanas, nada más ni nada menos que Bill Gates (fundador de Microsoft) señaló que le parecería correcto que cuando las empresas introduzcan robots para sustituir empleos, tuvieran que pagar los mismos impuestos que pagarían si mantuvieran esos puestos de trabajo. Se trata de una idea francamente provocadora y por eso nos pareció que valía la pena dedicar nuestro análisis económico de hoy a este asunto… En seguida, el diálogo es con Tamara Schandy de la consultora Deloitte.
Romina Andrioli (RA): Para empezar, Tamara, ¿sorprende que alguien como Bill Gates haga este planteo?
Tamara Schandy (TS): Aclaremos primero que nada que en realidad no se trata de una idea de Bill Gates… es una idea que ha estado en algunos círculos académicos y políticos y que inclusive un tiempo atrás fue discutida en el parlamento europeo. Pero como decía Emiliano al comienzo, hace algunas semanas Bill Gates fue consultado sobre este tema y obviamente su opinión hizo que el tema cobrara mucha más relevancia en el debate público.
Que una persona tan influyente como Bill Gates, que es una de las más ricas del mundo, que ha hecho su fortuna con una empresa de innovación, como es Microsoft, y que sistemáticamente aparece en los temas de agenda pública con una visión optimista sobre el avance tecnológico y su impacto en la humanidad, haga este planteo ya merece que le prestemos mucha atención. Y varios economistas han tomado posición… Por ejemplo, el premio Nobel de economía, Robert Shiller, apoyó el planteo… En cambio, el ex secretario del Tesoro de EEUU, Larry Summers, se pronunció abiertamente en contra de esa idea…
RA – ¿Cómo analizan ustedes la idea? Concretamente, ¿cómo sería el planteo?
TS – Ante ideas de este tipo, lo primero que nos parece importante marcar es que se trata de un planteo de mediano a largo plazo… Difícilmente veamos cambios tributarios en torno a esta idea en el corto plazo… Por eso mismo, los detalles importan pero no son críticos… estamos todavía con una idea que podemos decir, entre comillas, está “verde”.
Pero el planteo podría ser más o menos así… Si una empresa emplea, digamos, 50 trabajadores, el Estado termina recibiendo por eso ciertos tributos (pensemos por ejemplo en las contribuciones a la seguridad social y en el impuesto a la renta de las personas físicas). Si un robot sustituye esos empleos, el planteo sería que la empresa debería hacerse cargo del pago de un impuesto de un monto equivalente… Planteado de este modo, es fácil advertir que implementar un impuesto de esas características puede ser muy complicado…
Pero el debate no debería enfocarse exclusivamente en los detalles de una posible implementación, sino que, a nuestro juicio, lo valioso a esta altura es la discusión más programática…
RA – ¿Cuáles son los principales argumentos en favor de poner algún tipo de impuesto al avance de la robotización?
TS – El argumento básicamente es que el cambio tecnológico está ocurriendo demasiado rápido… Y eso implica que los mercados de trabajo tendrán dificultades para absorber los impactos de ese cambio tecnológico…
Por un lado y en palabras simples, muchas personas perderán su empleo, tendrán dificultades para encontrar un nuevo puesto de trabajo de calidad y remuneración similar, encontrarán difícil adecuar sus conocimientos y capacidades a las nuevas demandas del mercado. Por lo tanto, podríamos ver un aumento importante del desempleo y podríamos ver una presión bajista sobre los salarios y un deterioro en la calidad de los nuevos empleos que terminen consiguiendo las personas desplazadas por estas tecnologías.
A su vez, sostienen los impulsores de esta idea, la robotización avanzará tan rápido que la sustitución de empleos por robots y la presión bajista de los salarios determinará un aumento importante de la participación de las rentas de capital en desmedro de las rentas del trabajo… Y como la concentración en la propiedad del capital es mucho mayor que la concentración del ingreso, esta tendencia de aumento de las rentas del capital acentuará la desigualdad del ingreso en el futuro.
En ese marco, cobrar más impuestos a las empresas que introduzcan la robotización puede contribuir a moderar el ritmo de avance de esas tecnologías y a contener los impactos negativos en la distribución del ingreso… Adviértase que quienes impulsan esta idea no buscan detener este proceso, que es imparable, sino tan solo moderarlo.
RA – ¿Y qué responden quienes se oponen a esa idea?
TS – En primer lugar y como decía recién, es fácil advertir problemas importantes de implementación… Por ejemplo, siempre será difícil determinar razonablemente bien el monto de impuestos que debería pagar una empresa por utilizar robots y el plazo de aplicación de esos impuestos… Pero aun cuando pudiéramos pensar en algunas soluciones a este problema, mucho más difícil es contar con una definición precisa de qué es un robot… porque hay muchas formas de automatización en marcha… cuáles de ellas el código tributario terminaría considerando robots y cuáles no, sería un problema importante a resolver.
Pero al margen de dificultades de implementación (que quizás con suficiente ingenio puedan ser subsanadas), hay otros cuestionamientos más doctrinarios o programáticos.
RA – ¿Cuáles son esos cuestionamientos?
TS – Por un lado, los robots no son la única tecnología ahorradora de mano de obra… hay muchos otros automatismos y tecnologías que destruyen empleos… Entonces, cabe preguntarse por qué el sistema tributario debería castigar particularmente a un subconjunto de esas tecnologías ahorradoras de mano de obra (a los robots, asumiendo que se puede definir precisamente qué es un robot y qué no lo es).
Por otra parte, la robotización es una de muchas tecnologías o grupos de tecnologías que nos permite poder producir más bienes y servicios con mayor calidad y menor costo… En otras palabras, la robotización (como muchos otros avances tecnológicos) permite generar ganancias de eficiencia… Y si es así, poner impuestos a la introducción de esas tecnologías enlentecería el proceso, como explícitamente desean los que apoyan la idea, pero lo haría a expensas de tener una menor producción de bienes y servicios… Quizás el impuesto podría permitir una mejor distribución del ingreso, una mejor distribución de la “torta” para ponerlo en términos coloquiales, pero lo haría a expensas de contar con una “torta” de tamaño más reducido… Por eso cabe preguntarse si no hay otras soluciones mejores para atacar los problemas de mercado de trabajo y distribución del ingreso que generarán estas tecnologías.
Y para responder esa pregunta, la historia nos da lecciones importantes…
RA – ¿A qué lecciones haces referencia, Tamara?
TS – En primer lugar, la historia nos enseña que es muy difícil imaginar bien el futuro. El temor por los cambios tecnológicos y su impacto en el mercado de trabajo no es nuevo… Lo hemos visto reiteradamente a lo largo de la historia… y esos temores aumentan y disminuyen a instancias del propio ritmo del avance tecnológico.
En segundo lugar, la historia también nos muestra que el avance tecnológico es la clave para la mejora en las condiciones de vida de la humanidad… El cambio tecnológico y la mejora de la productividad es condición imprescindible para la reducción de la pobreza y para la reducción de la desigualdad… Entonces, moderar el ritmo de avance tecnológico puede tener implicancias muy negativas en el largo plazo…
Debemos decir también que, aunque hay opiniones diversas en la profesión, los economistas tendemos a ser bastante escépticos en relación a la severidad de estos temores… Cuando los mercados de trabajo funcionan razonablemente bien, lo que se constata a largo plazo es que la destrucción de empleos derivada del avance tecnológico es sustituida por nuevos empleos… La historia de la humanidad es la historia del pasaje del empleo rural, al empleo industrial en las ciudades y luego al empleo en los servicios… Y eso ha ocurrido porque el avance tecnológico termina conduciendo a una mayor capacidad de producción y de consumo y esa mayor capacidad de consumo retroalimenta el crecimiento económico a través de demandas de nuevos servicios… Entonces, la historia de los últimos 150 años muestra que el avance tecnológico ha permitido enormes progresos sin generar un desempleo estructural elevado como en diversos momentos históricos se temió.
RA – De todos modos, Tamara, los impactos en las personas efectivamente desplazadas por las nuevas tecnologías pueden ser muy severos… ¿Qué se responde ante esa realidad?
TS – Sin dudas… El cambio tecnológico ha sido la clave de la mejora de las condiciones de vida de la población mundial, es la clave del crecimiento económico en el largo plazo. Pero eso no hace menos cierto que cuando es muy rápido, el cambio tecnológico tiene impactos muy adversos sobre algunos grupos de personas.
Ante esa realidad, las respuestas más usuales de las políticas públicas y las recomendaciones más usuales desde la ciencia económica apuntan a fortalecer el proceso de reconversión laboral a través de la educación formal y de programas específicos de reconversión laboral. Y a combinar esos programas con redes sólidas de protección social.
RA – Para terminar, Tamara, repasados los pros y contra de esta idea de ponerle impuestos a los robots… ¿Cómo ven ustedes este asunto?
TS – Estamos ante una idea muy provocadora y disruptiva… La historia también nos muestra que las buenas ideas, cuando cuestionan nuestras ideas más generalmente aceptadas, son inicialmente rechazadas… Pero aun corriendo ese riesgo, debemos decir que no nos parece convincente introducir impuestos que traten de moderar el avance tecnológico.
De todos modos, el planteo tiene dos méritos importantes. El primero, tiene que ver con la necesidad de reconocer que las respuestas tradicionales de las políticas públicas ante el avance tecnológico pueden resultar insuficientes.
El segundo mérito está en advertir que la robotización puede tener efectos muy negativos en la distribución del ingreso… Pero si eso va a ser así, nos parece más razonable pensar que en el futuro la respuesta de la política tributaria tendrá que apelar a gravar relativamente más a las rentas de capital (a todas las rentas de capital y no solo a las rentas de la robotización) y relativamente menos a las rentas del trabajo… Será una discusión para la próxima década.
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