Como ustedes saben, este año arrancó con reclamos fuertes desde los sectores agropecuarios, que sostienen que no hay rentabilidad en la producción agropecuaria situación que atribuyen entre otros factores al bajo valor del dólar o a una situación de atraso cambiario.
Sin embargo, las exportaciones crecieron en 2017 y los primeros datos de 2018 marcan nuevos aumentos… Por eso nos pareció oportuno dedicar nuestro análisis económico de hoy a este tema… ¿Cómo se están comportando las exportaciones de nuestro país? ¿Se puede conciliar ese crecimiento exportador con un diagnóstico de atraso cambiario?
Sobre este tema, en seguida conversamos con la economista Tamara Schandy, de la consultora Deloitte.
Romina Andrioli (RA): Tamara, ¿cómo evalúan ustedes el desempeño exportador del año pasado y de estos primeros meses de 2018?
Tamara Schandy (TS): Sin dudas las exportaciones tuvieron un desempeño muy bueno en el último año. Si miramos las estadísticas de comercio exterior que publica todos los meses el Banco Central, en 2017 las exportaciones de bienes – sin considerar las Zonas Francas (y por consiguiente sin considerar las exportaciones de celulosa y de concentrados de refrescos de Pepsico) – totalizaron unos US$ 7.900 millones, lo que supuso un aumento de 13% frente a 2016… Y esa misma información marcó en enero de 2018 un crecimiento de casi 11% frente al año pasado… Para febrero, los datos preliminares que divulga Uruguay XXI dieron cuenta de un aumento de 7,5% frente a febrero de 2017.
Por lo tanto, Romina, es claro que desde 2017 estamos viendo un buen dinamismo exportador. Ese dinamismo permitió recuperar una parte de lo perdido entre 2014 y 2016, cuando las ventas al exterior cayeron 25% aproximadamente. Sin embargo, no debemos perder de vista que las exportaciones de 2017 siguen siendo casi un 15% inferiores al récord de 2014.
RA – ¿Y cómo es el comportamiento por rubros, Tamara? ¿En dónde se ven las subas más fuertes?
TS – Los aumentos más fuertes se observaron en los cultivos, con una suba interanual de más de 27% en 2017. Acá hay una incidencia clave de las colocaciones de soja. En 2017 también tuvimos subas fuertes en las ventas de arroz y de cebada malteada. Y a su vez, las exportaciones de carne subieron cerca de 7% anual el año pasado, en un marco de aumento muy significativo de la faena.
Si vamos a las cifras de inicios de este año, las colocaciones de granos ya no están creciendo (de hecho, caen fuertemente), pero las exportaciones de carne y de ganado en pie continúan con subas… En febrero empezamos a ver cierta recuperación de los lácteos (porque la producción de leche se está recuperando y porque los precios internacionales han mejorado sensiblemente). Y también se están registrando mayores exportaciones forestales y una recuperación muy significativa de las colocaciones de automóviles, aunque desde niveles piso el año pasado.
RA – Ahora, Tamara, ¿cómo se concilia esta perspectiva de más exportaciones con la falta de competitividad que se alega desde los sectores empresariales? Te lo pregunto porque también ustedes han señalado que tenemos atraso cambiario… ¿Entonces?
TS – Es una pregunta muy pertinente porque está claro que uno asocia atraso cambiario y falta de competitividad a un mal desempeño de las exportaciones.
Pero a nuestro juicio, parte del debate que se ha suscitado sobre si tenemos o no tenemos atraso cambiario obedece a que el término de por sí es impreciso… Con ese término podemos estar haciendo referencia a cosas diferentes.
RA – ¿Cómo es eso, Tamara?
TS – El tema es así… Más allá de cómo valorar este desempeño reciente de las exportaciones, sobre lo cual podemos volver luego, desde el gobierno se sostiene que no hay atraso cambiario porque el valor del dólar está más o menos en línea con el valor de las variables que lo determinan en el mediano plazo… en la jerga de los economistas el gobierno dice que el tipo de cambio está “alineado con los fundamentos”… Ese es un posible criterio para evaluar si hay atraso cambiario o no… Y con ese criterio, a nuestro juicio, no habría atraso cambiario.
Sin embargo, otro criterio usual consiste en comparar el poder adquisitivo del dólar en Uruguay con otras referencias relevantes… Y como hemos sostenido muchísimas veces en el programa, no hay duda de que el valor del dólar es muy bajo en Uruguay y que nuestro país se ha quedado muy caro en dólares, frente a EEUU, Europa y Brasil y también frente a países con los que no comerciamos mucho pero sí competimos en los mercados de productos agropecuarios como Australia y Nueva Zelanda… Y el hecho de que el país esté caro en dólares (algo que no niega el gobierno… el ministro Astori lo admitía en el Foro de ACDE), tiene como consecuencia que en sectores importantes de la producción nacional – en el agro y en numerosas industrias – no hay suficiente rentabilidad… Por eso decimos que tenemos un problema de competitividad… las empresas no pueden competir con rentabilidad adecuada…
RA – ¿Y es lo mismo competitividad que rentabilidad?
TS – En última instancia van juntas… Cuando decimos que una empresa no tiene competitividad lo que estamos diciendo es que no puede competir en los mercados con una rentabilidad adecuada…
¿Por qué no hay suficiente rentabilidad? Porque el país está caro en dólares… recién decíamos que las exportaciones están todavía un 15% abajo del record de 2014… Desde 2014 para acá, el IPC no bajó en dólares y los salarios subieron en dólares… Los costos en dólares no han ajustado lo suficiente para acomodarse a precios de exportación notoriamente más bajos.
RA – Tamara, otro de los argumentos que se plantean desde el gobierno tiene que ver con la balanza comercial o de cuenta corriente… El gobierno dice que no se puede hablar de atraso cambiario si al mismo tiempo el país tiene un superávit en su cuenta corriente, que mide la diferencia entre exportaciones e importaciones de bienes y servicios… ¿Qué dicen ustedes?
TS – Como decíamos recién, está claro que uno no asocia usualmente atraso cambiario con crecimiento de las exportaciones… tampoco se asocia con superávit en cuenta corriente… Desde esta perspectiva, uno podría verse tentado a concluir que no tenemos un problema con el tipo de cambio… De todos modos, el saldo positivo en cuenta corriente tiene a nuestro juicio algunos componentes o bien transitorios o bien singulares, que nos hacen ser muy cautelosos con ese diagnóstico.
RA – ¿Cuáles son esos componentes, Tamara?
TS – Por un lado y en relación a cómo valoramos el comportamiento de las exportaciones de bienes, a nuestro juicio una parte del crecimiento exportador del último año está apoyado en factores transitorios, que no se van a repetir o que no son sostenibles a mediano plazo… Las exportaciones de soja en 2017 fueron extraordinariamente altas por un clima excepcionalmente bueno. También tuvimos muy buenas cosechas de cebada y arroz… Mencionábamos que ya en 2018 las exportaciones de granos están cayendo. La faena vacuna aumentó cerca de 7% en el conjunto del año pasado y permitió un importante aumento de las ventas de carne… pero los nacimientos no están aumentando a ese ritmo, con lo cual el dinamismo de la faena y de las colocaciones de carne no parece sostenible.
Por otra parte, en el superávit de la cuenta corriente (que según las últimas cifras disponibles – a setiembre – era muy importante, de 2,3% del PIB), tenemos un superávit de turismo que es muy alto en términos históricos – un 2,7% del PIB… y aunque es verdad que el país está posicionándose cada vez más como un destino atractivo, en los últimos años vimos un aumento muy fuerte del peso de Argentina en ese superávit… un 68% de los ingresos de divisas por turismo provienen de argentinos… ese un máximo histórico y sabemos que Argentina tiene un dólar extremadamente barato y fuertes desequilibrios en el frente fiscal y en su cuenta corriente… Acá también tenemos indicios de que al menos una parte de ese superávit es transitorio.
Y por último, estamos con niveles de inversión notoriamente menores a los que el país precisa para sostener un crecimiento saludable de 3%-3,5% anual… y eso hace que tengamos importaciones de maquinarias y equipos muy reducidas…
Entonces, es cierto que tenemos un superávit de cuenta corriente… Y una situación de atraso cambiario no se condice con ese superávit, pero ese superávit no debería sostenerse en el tiempo si el país continúa creciendo a un ritmo de 3%.
RA – ¿Cuál es la síntesis de todo este análisis, Tamara?
TS – A nuestro juicio, más allá de qué definición de atraso cambiario nos parezca más adecuada, el tema central está en si nos debemos preocupar por estos precios relativos o no.
En Deloitte pensamos que el hecho de que la rentabilidad de los sectores agropecuarios e industriales sea baja nos debe preocupar… Esa falta de rentabilidad desalienta la inversión y la creación de empleos.
Es cierto que el valor del dólar está asociado a los fundamentos… Los fundamentos del valor del dólar son la productividad en la economía, la relación entre nuestros precios de exportación y nuestros precios de importación (los términos de intercambio) y la demanda interna… Pero el hecho de que no haya suficiente rentabilidad nos está diciendo que la productividad es insuficiente para que las empresas absorban los precios en dólares de nuestra economía… La razón por la cual el dólar es bajo y no hay rentabilidad es que tenemos una demanda interna muy alta, en un récord histórico frente al PIB… y ese récord de demanda interna se observa con valores de inversión bastante bajos… Entonces, tenemos mucho consumo o gasto corriente y poca inversión.
Eso debería preocuparnos y debería marcar dos prioridades claras para la política económica: es necesario moderar los salarios, frenar el gasto público y bajar el déficit fiscal. Las pautas salariales y la rendición de cuentas marcarán al final cuáles son las prioridades.