Ayer terminó el proceso de impeachment que Brasil venía recorriendo desde el mes de diciembre. Tras la salida definitiva de Rousseff, varios analistas en Brasil están marcando que es tiempo de que el nuevo gobierno empiece a trazar el rumbo económico con más claridad que lo que ha esbozado hasta ahora.
Emiliano Cotelo (EC): ¿Dónde están los principales desafíos? ¿La economía se está encaminando finalmente a un “despegue”? Lo analizamos con la economista Tamara Schandy, de la consultora Deloitte.
Romina Andrioli (RA): Tamara, además de la destitución de Rousseff, ayer se confirmaron nuevos datos de PIB en Brasil. Según esas cifras, la actividad económica sigue cayendo. ¿Cómo están viendo ustedes la situación económica de Brasil? ¿Hay una perspectiva más favorable por delante?
Tamara Schandy (TS): Si uno mira las señales de mercado debería concluir que sí, porque la bolsa viene subiendo fuertemente (el índice Bovespa subió 35% desde el inicio de 2016 y 25% respecto a agosto del año pasado), varios indicadores de confianza muestran un repunte y la moneda se ha fortalecido visiblemente.
Ahora, como tú marcabas recién, los últimos indicadores de PIB todavía no muestran una reactivación. Concretamente, en el segundo trimestre el PIB cayó 0,6% respecto al trimestre anterior. La caída fue incluso algo mayor a la vista en el primer trimestre (que había sido de 0,4% respecto al cierre de 2015).
Con este primer semestre, el PIB seguramente va a tener una nueva caída en el conjunto del año. Los analistas locales están proyectando una baja en torno de 3,2%… Sin embargo, a raíz del cambio de gobierno y con la devaluación que tuvo Brasil en el pasado, la opinión mayoritaria es que con eso la economía va a “tocar fondo” y que el año que viene se va a ver una recuperación. De hecho, a nivel de algunos sectores ya se empiezan a ver algunos indicios más favorables.
RA – ¿En qué sectores, Tamara?
TS – Por ejemplo, en Brasil le llaman “industria agregada” a lo que en nuestras estadísticas sería la suma de industria manufacturera, construcción y minería. Ese indicador creció 0,3% en el segundo trimestre. Es muy poquito, pero significó que frenara una tendencia contractiva que venía observándose desde principios de 2014. A nivel de rubros, se destacó el aumento de 0,7% de la minería y el hecho de que la producción manufacturera se mantuviera estable, porque venía teniendo caídas sostenidas desde hace tres años.
Si lo miramos desde el lado de la demanda, el destaque está en cierta recuperación de la inversión bruta fija. Hubo un avance de 0,4% en el segundo trimestre. La lectura es la misma que hacía antes respecto a la evolución de la industria: no es un gran dato, pero se evalúa positivamente porque corta una racha bajista… en este caso, la inversión venía bajando sistemáticamente desde hacía 10 trimestres (o sea, desde hace dos años y medio).
RA – ¿Qué está pasando a nivel del consumo de las familias, Tamara?
TS – Siguió disminuyendo. Cayó 0,7% en el trimestre y si se lo compara con el mismo período de 2015 la baja es de 5% interanual. Decía antes que las encuestas de expectativas parecen mostrar un clima algo más favorable, pero se ve que el contexto de caída del salario real y de desempleo en casi 12% sigue siendo un condicionante importante para un mayor consumo. También se ha frenado bastante el crédito en Brasil…
El otro elemento crítico en la mirada hacia delante es qué pasa con el sector exportador. Brasil tuvo una ganancia de competitividad enorme el año pasado, pero en el segundo trimestre de este año el tipo de cambio bajó aproximadamente 10%. En forma consistente, las exportaciones moderaron bastante su ritmo de aumento. Habían crecido 4,3% en el primer trimestre y avanzaron sólo 0,4% en el segundo trimestre.
También hubo un cambio en la dinámica de las importaciones que resulta consistente con la reversión cambiaria. Venían cayendo, pero en el segundo trimestre y conforme el dólar se abarató, las importaciones subieron 4,5% en términos desestacionalizados.
RA – ¿Esa es una señal de que la apreciación del real no es sostenible?
TS – No necesariamente, pero es una señal importante. El dólar perfectamente puede seguir bajando con esta coyuntura internacional de mayor apetito de los inversores internacionales por los mercados emergentes… pero es claro que Brasil necesita que el sector externo siga ayudando a la recuperación económica, tanto por mayores exportaciones como por una menor competencia de importados…
Sobre todo porque a nivel doméstico hay otras cosas que seguramente van a seguir restando. Por ejemplo, el gobierno tiene un ajuste fiscal por delante que no es nada menor… y que seguramente va a imprimir un sesgo contractivo sobre la actividad económica.
RA – ¿Qué definiciones hay sobre la magnitud y el “timing” de ese ajuste fiscal, Tamara?
TS – Por ahora no muy precisas. Es una de las cosas que probablemente va a ser explicitada ahora que el nuevo equipo económico ya no es provisorio sino que va a quedar al mando de la economía de aquí al final de 2018.
Brasil tiene un déficit fiscal de 10% del PIB, con un resultado primario (antes del pago de intereses de deuda) que es negativo en 2,5% del PIB. Eso no es sostenible desde la perspectiva de la evolución de la deuda pública, aunque también es cierto que este contexto financiero internacional, en el que aparentemente hay apetito por financiar deuda pública emergente a tasas relativamente bajas, puede estar reduciendo los incentivos para ajustar.
Por ahora, las autoridades sólo han definido que el gasto público no va a crecer más en términos reales (la suba en términos nominales se topea en la tasa de inflación, como máximo).
A nivel macro, más claridad en este frente puede tener efectos positivos sobre las expectativas, pero no hay que perder de vista que la expansión fiscal de los últimos años también le había dado un sostén a la demanda interna y que ahora el signo probablemente se va a revertir.
RA – ¿Qué otras herramientas tiene el gobierno para tratar de alentar la recuperación de la economía?
TS – Probablemente tiene cierto margen para una política monetaria menos contractiva. La inflación llegó a un máximo de 10,7% en enero pero está bajando y los analistas en Brasil están pensando en niveles de 5% para el año que viene. En ese marco, el Banco Central bien podría bajar la tasa Selic, que es la tasa de referencia de la política monetaria en Brasil. Los mercados, de hecho, descuentan al menos 300 pbs de recorte de aquí a diciembre de 2017.
Dicho eso, también hay relativo consenso en Brasil en torno a que para que la economía logre crecer en forma más o menos sostenida y vigorosa es necesario avanzar en algunas reformas que van más allá de la macroeconomía… Mejoras de infraestructura, simplificación del esquema tributario, reforma de la seguridad social para ayudar a las cuentas públicas… Son todos elementos que están en la agenda, pero todavía parece pronto para ser muy optimista respecto a la probabilidad de que se concreten en un lapso corto de tiempo.