Brasil atraviesa una recesión severa y los analistas descuentan que 2016 cerrará con una nueva caída del PIB en la comparación de promedios anuales. Sin embargo, en las últimas semanas se conocieron indicadores que muestran indicios de mejora y que están sentando las bases un cambio de expectativas. Análisis de la economista Tamara Schandy, de la consultora Deloitte.
Análisis económico
Martes 12.07.2016
EMILIANO COTELO (EC) —¿La recesión tocó fondo? ¿Está comenzando un proceso de reactivación en la economía? En los próximos minutos les proponemos repasar el panorama económico de Brasil en diálogo con la economista Tamara Schandy, de la consultora Deloitte.
ROMINA ANDRIOLI (RA) —En estas últimas semanas el dólar en Brasil ha bajado hasta niveles de R$ 3,20–R$ 3,30 y en general la prensa especializada señala que, además de las tendencias internacionales, está jugando un rol clave la mejora de expectativas respecto a la economía de Brasil. ¿Hay efectivamente señales más auspiciosas en materia de actividad económica?
TAMARA SCHANDY (TS) —Hay varios indicadores que parecen estar cambiando su dinámica. Ahora podemos repasar los principales, pero en términos generales diría que lo que empieza a verse es que la economía dejó de caer. Eso es distinto a concluir que pegó la vuelta y está empezando a reactivarse, pero es una señal positiva.
RA —¿Cuáles son los indicios más prometedores?
TS —Cuando se publicó el dato de PIB del primer trimestre sobresalió el crecimiento de las exportaciones, de 7 % respecto al trimestre anterior. Pero lo cierto es que la economía en su conjunto aún caía.
En los indicadores del segundo trimestre, en cambio, las señales son un poco más generalizadas. Por ejemplo, la actividad industrial subió 0,2 % en abril y mayo respecto al valor de marzo; las ventas minoristas (que son un indicador del nivel de consumo de los hogares) subieron 0,5 % desestacionalizado en abril.
Ahora, Romina, no hay que perder de vista que son variaciones muy acotadas y que no revierten en lo sustantivo las bajas que tuvieron en los meses anteriores. Por ejemplo, con esa suba de abril y mayo la producción industrial igual está 8 % por debajo de los niveles de un año atrás. Son los peores registros en 8 años.
RA —Además estamos hablando de unos pocos datos mensuales. Supongo que debe haber volatilidad en las series…
TS —Totalmente. Lo que sucede es que la actividad económica en general venía cayendo en forma muy acentuada, generalizada y sistemática, con lo cual un par de datos “no-malos” ya lucen positivos desde esa perspectiva.
Por ejemplo, el indicador mensual de actividad que hace el Banco Central (que intenta ser una réplica mensual del PIB) venía de 15 caídas consecutivas. Es en ese marco que se debe entender como “bueno” el hecho de que en abril se informara una variación nula. Es ínfimo el avance, el indicador igual queda 5 % por debajo de un año atrás, pero la vista positiva es que la recesión no sigue profundizándose.
RA —¿Cómo son las perspectivas para lo que resta del año?
TS —El punto de partida es bastante malo, con lo cual es difícil que se revierta la caída ya acumulada y que 2016 termine con crecimiento en términos de promedio anual. De hecho, la encuesta de expectativas que hace el Banco Central de Brasil entre analistas y bancos locales tiene una mediana de variación del PIB de -3,4% para este año. Es una mejor proyección que el -3,9 % que arrojaba la encuesta dos meses atrás, pero igual es un descenso importante, que se suma a la caída que ya tuvo el PIB el año pasado.
Con respecto a 2017, la encuesta apunta a un crecimiento de 1 %. Nuevamente se puede ver como algo positivo en la medida en que tres meses atrás la misma encuesta no preveía expansión para el año próximo, pero no hay que perder de vista que 1 % de crecimiento luego de una recesión del tamaño de la que tuvo Brasil no deja de ser un rebote muy pequeño. De hecho, si se cumplieran ambos pronósticos (el de 2016 y el de 2017), la actividad económica igual estaría en los niveles más bajos desde 2010-2011.
RA —¿Cómo vienen evolucionando las cuentas públicas? Te lo pregunto porque otras veces conversamos que con un déficit cercano a 10 % del PIB, allí hay una amenaza significativa para las perspectivas macroeconómicas.
TS —No hay muchos cambios. Los ingresos fiscales siguen cayendo (a razón de 7 % en términos reales según los últimos datos) y el gasto primario del gobierno (también en términos reales) está subiendo en el orden de 3 % interanual. Ése es un desafío grande para el gobierno de Temer. Se aprobó en el Congreso una nueva meta para 2017 y medidas de ajuste, pero aún resta que comiencen a verse los frutos.
Este es un tema que en el futuro puede incidir negativamente. Por ahora Brasil sigue teniendo acceso a financiamiento externo, la baja de tasas en el mundo lo ayuda, pero es necesario que las cuentas públicas empiecen a mejorar. De lo contrario, el clima de expectativas puede resentirse… Y las expectativas en este contexto juegan un papel muy relevante, porque como decía antes los indicadores “duros” de actividad económica aún no muestran señales muy contundentes de recuperación. La mejor perspectiva está muy atada a expectativas que vienen en ascenso… Antes me refería a las proyecciones que hacen los analistas respecto al PIB, pero también se ven mejores expectativas en las encuestas de confianza del consumidor y en encuestas entre empresarios industriales. Por otro lado, la bolsa de San Pablo también viene subiendo bastante… ése es otro indicador de mejores expectativas.
RA —En definitiva, Tamara, parecería que el panorama todavía sigue siendo bastante frágil. ¿Es razonable entonces pensar en valores del dólar similares a los que estamos viendo actualmente en Brasil?
TS —El mercado piensa que sí. La encuesta de expectativas del Banco Central tiene una mediana de R$ 3,40 para el final de este año. Los futuros apuntan a un valor de R$ 3,50 para diciembre.
Eso cierra bastante con un diagnóstico de que “lo peor ya pasó”. Como decía, la actividad económica parece haber frenado el desplome… y, por otro lado, la cuenta corriente de la balanza de pagos tuvo un ajuste enorme. Es el típico ajuste con devaluación y recesión, con mucha contracción de las importaciones (por encarecimiento pero fundamentalmente también por menor gasto doméstico)… Pero es un ajuste ya bastante importante. La balanza comercial, en particular, tiene el mayor superávit desde 2008 (2,3 % del PIB). Si uno hace esa lectura, quizás no es necesario más ajuste cambiario.
Ahora, también es cierto que los fundamentos fiscales están mal, que el mercado de trabajo está operando con una tasa de desempleo de 11 %, que el salario real está cayendo… Por lo tanto, el panorama –como tú decías- todavía es frágil. Con esto no quiero quitar valor al repunte de expectativas (porque en definitiva eso puede estar anticipando más inversión y más consumo en el futuro), pero sí marcar que todavía hay riesgos sobre el desempeño de Brasil. Por eso y aunque hoy las proyecciones cambiarias sugieren pocas subas adicionales del dólar, no debemos descartar un escenario en el que Brasil vuelva a abaratarse un poco más el dólares.
RA —¿Qué lectura cabe hacer de este escenario desde la perspectiva de Uruguay?
TS —Desde Uruguay hemos tenido un alivio en términos de competitividad y tenemos un vecino que está dando algunas señales incipientes de que la recesión estaría llegando a su fin. Ambas son buenas noticias. De todos modos, nos parece que hay que ser cautelosos, porque los indicios son muy incipientes todavía…
Todo el panorama está muy atado a una recuperación de expectativas, que todavía no tiene claros correlatos reales… Y, por otro lado, también está el riesgo que un tipo de cambio como el actual (que es 20 % inferior a los niveles de setiembre del año pasado) conspire contra el ajuste de las cuentas externas, que ha sido tan sostenido hasta ahora. Las exportaciones lograron crecer con un dólar arriba de R$ 4, pero está por verse si podrán ser el motor de la recuperación económica con una moneda algo más apreciada ahora.
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