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La pobreza bajó en el primer semestre del año: ¿Cómo debemos interpretar estas cifras?

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Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS

La pobreza bajo en el primer semestre del año: ¿Cómo debemos interpretar estas cifras?

EMILIANO COTELO (EC): Luego de la suba que mostró la pobreza en 2020, las cifras del primer semestre de este año marcaron una disminución. Concretamente, el porcentaje de pobreza pasó de 11,6% de la población en 2020 a 10,2% en la primera mitad de este año, mientras que la indigencia se redujo de 0,4% a 0,2% en la misma comparación.

Se trata de un descenso de algún modo previsible en la medida en que el empleo y los ingresos de la población se están recuperando del impacto que sufrieron al inicio de la pandemia el año pasado, pero estas cifras siempre generan polémica y mucho debate a nivel político.

Por eso, nos pareció oportuno dedicar nuestro espacio de análisis económico a este asunto. Y para eso estamos con la economista Florencia Carriquiry, socia en Exante.

ROMINA ANDRIOLI (RA): Florencia, primero que nada, Emiliano decía que esta baja de la pobreza en el inicio de 2021 era de alguna manera previsible en la medida en que la economía y los ingresos están en plena recuperación, ¿Cómo vieron estas cifras?

FLORENCIA CARRIQUIRY (FC): Sí. A ver, recordemos antes que nada que estamos hablando de un indicador de pobreza, que se construye haciendo foco en el nivel de ingresos de los hogares, lo que se llama estimaciones en base al método del ingreso. ¿Qué quiere decir eso? Que lo que hace este indicador es comparar el ingreso per cápita del hogar versus un umbral, ya sea la línea de pobreza o la línea de indigencia y si el ingreso corriente per cápita del hogar está por debajo de la línea de pobreza, ese hogar y todos sus integrantes son clasificados como pobres. Y lo mismo se hace para la indigencia.

Por ese motivo y como adelantaba Emiliano, era efectivamente bastante previsible que la pobreza medida de esta manera tendiera a bajar este año, en la medida en que los ingresos de los hogares tuvieron en la primera parte de 2020 con la llegada de la pandemia un descenso abrupto y se vienen recuperando sensiblemente en el último año, de la mano de la mejora de la actividad económica y del mercado de trabajo.

Ahora, no hay que sobre interpretar lo que nos dice este indicador. Por supuesto que es una buena noticia que esta medición baje, pero la lectura de esa baja debe ser hecha con cautela.

RA: ¿Por qué decís eso?

FC: Digo eso porque, como hemos comentado varias veces, si bien este método de medición tiene la virtud de ser objetivo y de facilitar comparaciones temporales o a nivel internacional, es indiscutible que el fenómeno de la pobreza es mucho más complejo y tiene muchas más dimensiones que lo estrictamente monetario. Un hogar puede no ser pobre según esta definición de pobreza en base a ingresos, pero igual tener muchas otras carencias que lo sitúen en un contexto de exclusión social. Y puede ocurrir también que algún hogar esté algo por debajo de la línea de pobreza pero que otras condicionantes lo dejen en una mejor situación socioeconómica (por ejemplo, en función del respaldo familiar que tenga ese hogar).

Nos parece que en los últimos años ha habido un excesivo énfasis en la evolución de este indicador de pobreza por método del ingreso y demasiada poca atención en otros aspectos centrales de esta problemática.

RA:  Está claro. Volviendo a las cifras concretas de este primer semestre del año, Emiliano decía recién que la pobreza bajó a 10,2% de la población y la indigencia a un 0,2%. ¿Qué suponen estos porcentajes en términos de cantidad de personas?

FC: En números gruesos esos porcentajes implican aproximadamente 360.000 personas en situación de pobreza y unas 7.000 en situación de pobreza extrema o indigencia.

RA: En la prensa y en las redes sociales se destacó que en esta primera parte del año hubo unos 50.000 pobres menos que en 2020. ¿Estas cifras que estás mencionando suponen efectivamente un descenso de esa magnitud?

FC: , estos datos suponen que en el primer semestre de este año había unas 50.000 personas menos que vivían en hogares con ingresos menores a la línea de pobreza. Pero, de nuevo, hay tener cuidado con esa comparación, porque estamos comparando un dato anual de 2020 con un dato semestral este año. Y esto puede distorsionar la medición, sobre todo porque hay algunas fuentes de ingresos de los hogares que tienen estacionalidad. Habrá que esperar a tener todo el año 2021 para poder hacer la comparación con 2020 con más rigor.     

Y por otra parte y retomando lo que planteaba antes, la verdad que la situación de un hogar que cayó un poco por debajo de la línea de pobreza en 2020 y que ahora superó por poco ese umbral en la primera mitad de 2021 en lo sustancial probablemente no sea muy diferente, aunque ya no esté clasificado como pobre, por eso decía que no hay que sobre interpretar variaciones relativamente moderadas de estos indicadores de pobreza o indigencia.

De hecho, si nos salimos de esta coyuntura más corta (donde el COVID supuso un golpe severo pero muy transitorio en los ingresos de los hogares) y miramos una perspectiva algo más larga, la verdad es que después de la baja fuerte que tuvo la pobreza entre 2005 y 2012 o 2013, no hemos visto mejoras sustantivas en esta última década.

RA:  ¿Y qué muestran las cifras según tramo de edad? Una de las preocupaciones en torno a esta temática es que la pobreza es un problema muy importante entre los niños y adolescentes en nuestro país. ¿Qué marcaron los datos del primer semestre de 2021 en este sentido?

 

FC: Efectivamente. Los datos de este primer semestre siguen mostrando con claridad que hay diferencias muy marcadas al interior de nuestro país, las hay a nivel geográfico (porque la pobreza es sustancialmente mayor al norte del Río Negro que en el Sur) y las hay sin dudas por tramo de edad. Esto ha sido siempre así y las cifras de la primera mitad de 2021 vuelven a mostrarlo de forma contundente. Concretamente, los niveles de pobreza entre los menores de 6 años se ubicaron en 16% en la primera mitad del año. En este estrato de edad hubo una baja importante frente a años previos (de hecho es el porcentaje de pobreza más bajo desde hace varios años a nivel de los niños menores de 6 años), pero igualmente sigue siendo muy superior al nivel promedio del país (que como mencionamos antes se ubica en torno del 10% actualmente).

Luego la incidencia de la pobreza sigue siendo muy alta en los demás estratos de población infantil y adolescente (se ubicó en torno del 18%-19% en el primer semestre de este año). Y en poblaciones adultas desciende abruptamente: 9,1% en los adultos de 18 a 64 años y a poco más del 2% de los mayores de 65 años.

Esto ratifica, como decías, que la pobreza es un problema particularmente grave a nivel de nuestra población infantil y adolescente. A nuestro juicio, eso debería ser una preocupación central de las políticas del gobierno.

RA: ¿Qué debería hacerse desde las políticas públicas? ¿Son necesarias más transferencias a los hogares con niños y adolescentes? Esto fue un reclamo muy escuchado desde la oposición el año pasado, ¿verdad?

FC: Allí ya entramos en un tema más de opinión y valoración personal. Honestamente, yo tiendo a pensar que sí, que las transferencias a los hogares con niños y adolescentes en situación de pobreza deber ser mayores, pero esto no es un tema de ahora, que haya comenzado con la pandemia. Como decía antes, la pobreza es un fenómeno infantil y adolescente de toda la vida en nuestro país.

Ahora, como señalé en alguna otra oportunidad al hablar de esta temática, el objetivo no puede ser diseñar una política que ataque al índice de pobreza. Es decir, no deberíamos definir las políticas públicas basadas exclusivamente en ese indicador de pobreza. Reitero, la pobreza no es un fenómeno exclusivamente monetario, por lo que no deberíamos conformarnos con llevar a los hogares pobres a niveles de ingreso apenas superiores a la línea de pobreza y pensar que de esa manera el problema está resuelto. La estrategia debe ser más ambiciosa y debe incluir además de más transferencias monetarias otros aspectos centrales del problema de la exclusión social. Por mencionar dos que en mi entender son clave: el acceso a la vivienda y a la educación. No hay verdadero combate a la pobreza que no comprenda también cambios profundos en estos frentes.

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