Foto: Javier Calvelo/ adhocFOTOS
EMILIANO COTELO (EC): Esta semana el Instituto Nacional de Estadística publicó datos actualizados de pobreza en Uruguay, que marcaron un nuevo descenso de este indicador en el promedio de 2022. En concreto, el porcentaje de personas en situación de pobreza pasó de 10,6% en 2021 a 9,9% el año pasado, mientras que el total de personas en indigencia se mantuvo en 0,3%.
Con este titular y dado que es un tema que siempre genera debate, hoy les proponemos analizar en detalle las cifras de pobreza junto a la economista Alicia Corcoll, de Exante.
ROMINA ANDRIOLI (RA): Para meternos en el tema y ubicar a la audiencia, ¿podemos repasar cómo se realiza esta medición de la pobreza que publicó el INE?
ALICIA CORCOLL (AC): Estos datos se construyen a partir de la Encuesta Continua de Hogares que hace el INE y pone el foco en el nivel de ingresos de los hogares. En la jerga se dice que es una estimación en base al método del ingreso.
Y esto lo que quiere decir es que para construir el indicador se compara el ingreso per cápita del hogar versus un umbral (ya sea la línea de pobreza o la línea de indigencia) y si el ingreso corriente per cápita del hogar está por debajo de la línea de pobreza, ese hogar y todos sus integrantes son clasificados como pobres. Lo mismo se hace para la indigencia.
En ese sentido, tras lo que fue el impacto de la pandemia en 2020, la pobreza subió de forma marcada. Eso era esperable que sucediera y también era bastante lógico esperar que una vez que la actividad económica se recuperara de ese shock y que el mercado de trabajo empezara a mostrar un mayor dinamismo, las cifras de este indicador también empezaran a bajar. Eso fue justamente lo que pasó en los últimos dos años: ya los datos de 2021 lo habían mostrado y estos de 2022 reflejan una mejora adicional.
RA: Además de publicar los datos del conjunto de 2022, el INE también divulgó las cifras correspondientes al segundo semestre del año, que marcaron una evolución muy favorable de la pobreza respecto a la primera mitad de 2022, ¿verdad? ¿Cómo se puede entender eso si al mismo tiempo estamos con la economía en recesión y con un mercado laboral poco dinámico?
AC: Es cierto, porque bajó de 10,7% en el primer semestre a 9,1% en el segundo. Ahora, sobre lo que preguntabas creo que aplican varios comentarios.
Primero, que no hay que olvidar que esta información sale de encuestas que tienen su margen de error y que entre semestres puede haber factores estacionales que ensucien las conclusiones. La comparación relevante sigue siendo entre los promedios de los distintos años (en este caso, el conjunto de 2022 vs. el conjunto de 2021).
Otro punto que me parece importante traer a la discusión es que cuando medimos la pobreza con el método del ingreso estamos midiendo cuántos hogares tienen ingresos por encima o por debajo de la línea de pobreza, pero no estamos midiendo cuán cerca o cuán lejos están. Entonces, es una cifra que se puede mover bastante con variaciones relativamente chicas de los ingresos.
Si bien el mercado de trabajo como tu decías no está mostrando demasiada firmeza, sí tendió a mostrar algo más de dinamismo en la última parte del año frente a lo que fue el primer semestre. A su vez, el salario real empezó a subir en la segunda mitad de 2022 a medida que fue cediendo la inflación. Esto hace que para personas que estaban cerca del umbral, esta incipiente mejora en esos dos frentes pueda haber significativo el crecimiento necesario de sus ingresos como para poder superarlo.
RA: Recuerdo que la última vez que tratamos las cifras de pobreza en el programa ustedes comentaban justamente esta limitación que tiene el indicador de pobreza medida por el método del ingreso.
AC: Sí. El método del ingreso tiene la gran virtud de ser objetivo y de facilitar comparaciones temporales o relativas a otros países, pero es claro que el fenómeno de la pobreza es multidimensional y no solamente monetario. Un hogar puede no ser pobre según esta definición de pobreza en base a ingresos, pero igual tener muchas otras carencias que lo dejen en un contexto de exclusión social. Y puede ocurrir también que algún hogar esté algo por debajo de la línea de pobreza pero que otras condicionantes lo dejen en una mejor situación socioeconómica (por ejemplo, un nivel educativo más alto o el propio respaldo familiar).
Esto es algo que repetimos bastante y que nos parece clave para enmarcar las cifras, porque en los últimos años se ha puesto mucha atención en la evolución de este indicador de pobreza por método del ingreso y no siempre en otros elementos importantes que también hacen a este fenómeno.
RA: Está entendido. Volviendo a las cifras del promedio del año, recién decíamos que la pobreza se ubicó en 9,9% de la población y la indigencia en 0,3%. ¿Qué implican estas tasas en términos de cantidad de personas?
AC: Tomando números gruesos, esos porcentajes se corresponden con aproximadamente 350.000 personas en situación de pobreza y alrededor de 10.000 en situación de indigencia. Eso supone 25.000 personas pobres menos que en 2021, pero si lo medimos con la situación previa a la pandemia aún son 40.000 personas pobres más que en 2019.
No hay que perder de vista tampoco que, excluyendo el dato de 2020, estamos con niveles de pobreza similares a los de 2015-2016 y todavía por encima del mínimo de 7,9% que se supo alcanzar en 2017.
Así que lo cierto es que Uruguay tuvo una reducción de la pobreza bastante importante en momentos en que la economía crecía a tasas significativas, pero esa mejora se terminó en 2017-2019 y desde entonces tenemos un problema serio para perforar el 10% de pobreza.
RA: Una de las conclusiones que siempre aparece cuando se publican estos datos es que la pobreza en Uruguay afecta particularmente a los jóvenes. ¿Qué marcaron los datos del año pasado en este sentido?
AC: Tal cual. Esto viene siendo así y los números de 2022 no fueron la excepción. En concreto, el nivel de pobreza entre los menores de 6 años subió un punto en el promedio de 2022 y se ubicó en casi 20%. Más preocupante es si lo comparamos versus 2019, porque si bien la pobreza subió en todos los tramos de edad frente a esa referencia, en los menores de 6 años la suba fue de casi tres puntos.
También sigue siendo muy alta en los demás tramos de población infantil y adolescente, aunque en esos casos tendió a observarse una mejora respecto a las cifras de 2021 (aunque repito, también estamos peor que en 2019).
Y en el otro extremo, la pobreza afecta solo al 2% de los mayores de 65 años. Es un porcentaje que ha variado poco en los últimos años.
RA: Con estos datos sobre la mesa, surge la pregunta habitual: ¿qué debería hacerse desde las políticas públicas? ¿Son necesarias más transferencias destinadas a niños y adolescentes?
AC: Sin dudas este es uno de los grandes debes del país y esto es parte de una discusión más amplia acerca de en qué se gastan los recursos del estado. Juegan obviamente las preferencias políticas y de quienes gobiernan, y juegan las valoraciones personales. Dicho eso, pienso que sí que las transferencias a los hogares con niños y adolescentes en situación de pobreza deben ser mayores.
Ahora, como hemos señalado desde Exante en alguna otra oportunidad al hablar de este tema en el programa, en términos generales las políticas no deben diseñarse con el único objetivo de atacar al índice de pobreza per se, porque reitero la pobreza es un fenómeno multidimensional y no deberíamos conformarnos con llevar a los hogares pobres a niveles de ingreso apenas superiores a la línea de pobreza y tildar que el problema quedó resuelto.
La estrategia debe considerar otros elementos además de lo estrictamente monetario, como ser la mejora en la inserción laboral de los individuos con menores recursos y la mejora en el acceso a educación y vivienda. Si no se abordan esas cuestiones y en forma contundente, es difícil pensar en que pueda haber una reducción estructural de la pobreza. Y evidentemente, para atender las demandas de progreso de la población, también se requiere que el país pueda retomar mayores tasas de crecimiento económico.