
Foto: Javier Calvelo/ adhocFOTOS
EMILIANO COTELO (EC): Esta semana el Instituto Nacional de Estadística publicó un nuevo indicador de pobreza multidimensional, que se adiciona a la ya conocida estimación de la pobreza por el método del ingreso.
De acuerdo con el informe publicado por el INE, el 18,9% de las personas que habitan Uruguay son pobres según este método multidimensional. Vale marcar que esta cifra se ubica por encima de las últimas estimaciones que tenemos disponibles de pobreza monetaria.
Con este dato a la vista, les proponemos dedicar el espacio de análisis económico del día de hoy a analizar las principales características de este nuevo indicador divulgado por el INE. Para esto, estamos en contacto en los próximos minutos con el economista Luciano Magnífico, gerente en Exante.
ROMINA ANDRIOLI (RA): Luciano, ¿te parece si empezamos discutiendo a grandes rasgos de qué trata este nuevo indicador de pobreza multidimensional?
LUCIANO MAGNÍFICO (LM): Sí, básicamente este nuevo Indicador de Pobreza Multidimensional (IPM por sus siglas) intenta captar las privaciones que enfrentan los hogares uruguayos en cinco dimensiones clave: educación, condiciones habitacionales, servicios básicos, protección social y empleo.
Cada una de estas cinco dimensiones que recién mencionaba se compone de tres indicadores, lo que arroja un total de 15 indicadores conformando el índice.
RA: ¿Cuáles son los indicadores que se relevan?
LM: Dentro de la dimensión de educación tenemos un indicador asociado a la vinculación educativa de los miembros menores de edad, otro respecto al rezago de los integrantes jóvenes del hogar respecto a la progresión teórica en el sistema educativo y otro relacionado a los años de escolarización de las personas de 18 años o más.
Dentro de la dimensión de las condiciones habitacionales tenemos indicadores asociados al hacinamiento, la tenencia insegura y la materialidad u otros problemas de la vivienda.
En el caso de los servicios básicos, los indicadores relevados refieren al acceso a Internet, calefacción de la vivienda y saneamiento.
Luego en la dimensión de protección social tenemos un indicador que refiere a si las personas de 65 años o más del hogar acceden a una pasividad, otro que releva la existencia de personas en situación de inactividad laboral por trabajos domésticos y cuidados, mientras que el tercer indicador está asociado a la cobertura de la seguridad social respecto a los menores de edad del hogar.
Finalmente, en relación con la dimensión de empleo hay indicadores asociados a la informalidad laboral de los integrantes del hogar de 18 o más años de edad, otro respecto al desempleo o desaliento y un último indicador asociado al subempleo (es decir, la situación de trabajar menos horas que las que la persona desearía).
Como podemos ver, los indicadores son muy diversos y contemplan una gran variedad de privaciones que pueden llevar a un hogar a ser pobre desde una mirada amplia.
RA: ¿Y cómo se define si el hogar es pobre o no en base a este método?
LM: Primero, hay que considerar que todos los indicadores que mencioné antes están diseñados para obtener valores de 1 (en caso de que exista una privación) o de 0 (si no existe la privación).
Para cada individuo se puede calcular entonces un puntaje resultante de la suma de los valores de cada indicador y ponderado por el peso de cada uno de estos indicadores en el índice total. En este caso, el INE definió que cada uno de los 15 indicadores tuviera el mismo peso.
Por tanto, el puntaje de cada individuo se ubica en un rango que va entre 0 (si no tiene ninguna de las 15 carencias relevadas) y 1 (si presenta todas las privaciones).
El paso siguiente es comparar el valor obtenido para cada individuo con un umbral definido de pobreza.
En el caso de este índice, el umbral definido establece que, si una persona tiene 4 o más privaciones dentro de los 15 indicadores relevados, es caracterizada como pobre.
Los datos que se publicaron marcaron entonces que un 18,9% de la población uruguaya es pobre bajo este método, justamente porque tiene 4 o más de estas carencias.
Ahora más allá de la incidencia de la pobreza, también el INE publicó datos respecto a la intensidad de esa pobreza o en otras palabras, a qué tan pobres son las personas caracterizadas de este modo.
RA: ¿Cómo se calcula esa intensidad de la pobreza? ¿Qué marcan los datos al respecto?
LM: Básicamente esta medida representa el promedio de las privaciones experimentadas por las personas que son multidimensionalmente pobres.
Los datos marcan que las personas en esta situación están privadas, en promedio, en unos 5 de los 15 indicadores que componen el Índice de Pobreza Multidimensional.
RA: Comentábamos antes que casi el 19% de la población era definida como pobre con este índice. Sin embargo, bajo la medición de la pobreza por el método del ingreso los datos para el promedio de 2023 marcaron una incidencia menor, de alrededor de 10% de la población. ¿Por qué ambas estimaciones arrojan resultados tan diversos?
LM: Aquí es importante entender que las estimaciones de ambos métodos persiguen objetivos diferentes y complementarios.
Por un lado, la pobreza monetaria se basa en el nivel de ingresos de los hogares y en particular, en si esos ingresos superan un umbral definido (la línea de pobreza).
Por el otro lado, el Índice de Pobreza Multidimensional identifica carencias en las dimensiones seleccionadas que mencioné antes. Es decir, mira la parte más estructural de la pobreza que tiene que ver con la existencia o ausencia de ciertas privaciones en los individuos, más allá de su ingreso.
Por esta razón, los resultados de ambas mediciones no son directamente comparables, dado que una persona puede no ser pobre en términos de ingresos pero sí enfrentar privaciones en otras áreas clave, o puede ser pobre en términos de ingresos y no enfrentar privaciones en aspectos más estructurales.
Es habitual que los métodos multidimensionales arrojen estimaciones de incidencia de la pobreza superiores a los que se derivan de la aplicación de métodos monetarios, por lo que la diferencia no debería llamarnos particularmente la atención.
Saliendo de eso, un aspecto interesante que fue comentado en la presentación realizada por el INE es la interacción de los resultados bajo ambos métodos de medición de la pobreza.
RA: ¿Y qué conclusiones pueden extraerse de ese análisis? ¿Hay muchas personas que son caracterizadas como pobres por ambos métodos?
LM: Bajo esa lógica y usando datos relativos a 2023 (que es el último para el que tenemos datos de pobreza monetaria), el 7% de la población uruguaya era pobre de acuerdo con ambos métodos. Este porcentaje es el núcleo más duro de la pobreza, que presenta una serie de privaciones de corte más estructural junto con un ingreso que tampoco alcanza la línea de la pobreza. En la jerga económica, algunas veces se caracteriza a esta situación como pobreza crónica.
Por su parte, un 13% de la población es pobre bajo el método multidimensional, pero es catalogado como no pobre por el método del ingreso. Esta porción de la población presenta privaciones estructurales, pero, sin embargo, presentan un ingreso que supera a la línea de la pobreza. Es lo que se conoce como pobreza inercial.
Luego, tenemos un 3% de la población que es pobre bajo el método monetario y no pobre bajo el método multidimensional. Esto se conoce como pobreza reciente, dado que el individuo sigue satisfaciendo sus necesidades básicas, más allá de que su ingreso sea inferior al umbral definido.
Finalmente, el 77% de la población es caracterizada como no pobre bajo ambos métodos simultáneamente.
RA: Con estos datos sobre la mesa, surge la pregunta habitual: ¿qué debería hacerse desde las políticas públicas para combatir la pobreza?
LM: Sin dudas este es uno de los grandes debes del país y es parte de una discusión más amplia en donde juegan obviamente las preferencias políticas y de quienes gobiernan… y juegan las valoraciones personales para definir los instrumentos concretos.
Lo que sí es claro es que este tipo de indicadores sobre los aspectos más estructurales de la pobreza arrojan luz sobre ciertos temas que sí o sí deben ser tratados para atacar el problema.
Esto no lo mencionamos antes, pero los datos obtenidos por el IPM dan cuenta de que el 17,5% de la población vive en hogares pobres donde al menos uno de sus integrantes mayores de 18 años presenta carencias en años de escolarización (de hecho, esta privación alcanza al 46% de toda la población, sea o no de un hogar pobre). Un 13% de la población vive en hogares pobres donde al menos un miembro de 18 años o más del mismo, enfrenta condiciones de informalidad laboral. Un 11% de la población habitan en hogares pobres multidimensionales con problemas en la infraestructura y/o materiales de sus viviendas.
Por lo tanto, en términos de prioridades, evidentemente tenemos temas de educación, informalidad y hacinamiento a resolver.
Si no se abordan esas y otras cuestiones y en forma contundente, es difícil pensar en que pueda haber una reducción estructural de la pobreza.
Evidentemente, para atender las demandas de progreso de la población, también se requiere que el país pueda retomar mayores tasas de crecimiento económico, que es un tema que solemos repetir bastante desde Exante.