Por estos días, en la Argentina todos hablan de Mauricio Macri. "Las buenas intenciones no alcanzan para transformar, hace falta mucho más que eso, hace falta compromiso, aprendizaje, coraje y humildad. Gobernamos dialogando y aprendiendo”, afirmó Macri. El intendente de la ciudad de Buenos Aires y líder de Propuesta Republicana, el PRO, encabeza las encuestas junto con el oficialista Daniel Scioli, y parece consolidarse como el gran retador del kirchnerismo.
Para muchos fue una sorpresa, porque se veía a Macri como el típico político que basa su carrera en la capital pero que después encuentra serias dificultades a la hora de expandirse al interior, en un país extenso donde, salvo el peronismo, nadie cuenta con una estructura nacional fuerte.
Sin embargo, ahí está, al tope de la intención de voto, mientras otros candidatos peronistas han caído. Vamos a analizar quién es Macri y cuáles son sus posibilidades reales para ser el próximo presidente argentino.
¿Quién es Mauricio Macri? ¿Cuáles son sus posibilidades reales en cuanto al acceso al próximo gobierno? Ese es el tema para el análisis mensual con Fernando Gutiérrez, desde Buenos Aires.
FERNANDO GUTIÉRREZ: En estos días ya está tomando una temperatura bastante alta la carrera electoral, Macri y [el pre candidato del oficialismo, Daniel] Scioli están en boca de todos. Contemos un poco quién es Macri, este ingeniero civil de 56 años, que es sobre todo el heredero de un gran imperio industrial, el grupo Socma, fundado por su padre, Franco Macri. Un imperio industrial que por cierto los uruguayos conocen bien porque ha radicado inversiones en el país, por ejemplo la planta automotriz de Sevel en Paso Carrasco.
Macri padre siempre ha sido visto como el típico empresario que hizo su fortuna al amparo de los contratos de obra pública, siempre buscando la protección estatal; un fiel exponente de eso que en Argentina se conoce como “la patria contratista”. Le costó bastante tiempo al hijo, a Mauricio, despegarse de esa imagen, pero de alguna manera ha forjado ahora una imagen un poco distinta, no tan ligada a la de un empresario que busca prebendas sino más bien a la de un liberal en sentido clásico, más orientado a la apertura económica.
Mauricio ya desde muy joven estaba coqueteando con la política. Los argentinos que estaban bien informados lo registraban desde su juventud porque siempre había sido señalado como el “delfín” de Franco. Pero para el gran público era un desconocido hasta que tuvo el gran punto de inflexión en su vida, cuando ganó las elecciones para presidente de Boca Juniors, en 1995.
EC – Ese fue un mojón muy importante en la carrera de Macri.
FG – Absolutamente, fue un antes y un después. Se transformó en un personaje público, se fogueó en el trato con los medios, tuvo una muy alta exposición y tuvo que debatir con figuras como Carlos Bianchi o Diego Maradona, lo cual no es poco en Argentina, a veces son más bravos los debates con gente muy popular que con otros políticos.
Hay que decir que en Boca le fue muy bien. Lo acompañaron los resultados deportivos, porque bajo su presidencia Boca ganó dentro y fuera de Argentina: salió campeón de la Copa Libertadores y de la Intercontinental, y además ganó fama de un club bien administrado.
Así que Macri a partir de Boca armó una especie de trampolín para la política. Todos sabían que en algún momento iba a pegar ese salto, y todos suponían que ese salto iba a ser dentro del peronismo, porque Macri no ocultaba en los años 90 su simpatía por Carlos Menem. Pero claro, muchas cosas cambiaron en Argentina por la gran crisis política y social de 2001, con aquella consigna “Que se vayan todos”. Eso generó un cierto clima de una renovación fuerte, cierta demanda de que los políticos no buscaran las vías tradicionales, y Macri se convenció de que tenía que fundar su propio partido, el PRO, que debutó en 2003,en las elecciones para jefe de gobierno de Buenos Aires. En esa oportunidad Macri ganó en la primera vuelta, pero como hay balotaje perdió en la segunda contra Aníbal Ibarra y tuvo que esperar cuatro años para convertirse en jefe de gobierno, en 2007, el mismo año en que Cristina Kirchner ganó la Presidencia.
EC – ¿Y Macri cumplió efectivamente con aquella promesa de renovar la política argentina?
FG – Hay opiniones encontradas. Se puede decir que la cumplió si uno mira la política desde su costado más superficial, más estético. El PRO se ha caracterizado por un estilo de comunicación muy diferente al de los partidos tradicionales, en especial al peronismo. Sus críticos dicen que hay puro marketing, pero lo cierto es que el PRO tiene militantes de verdad, sólo que es un tipo de militancia diferente. En su mayoría se trata de gente de clase media y media alta, hay mucho profesional, mucho estudiante universitario, y la diferencia de estilo se ve con claridad por ejemplo a la hora de los actos y los festejos electorales. Es esa estética que causa tanto rechazo en la izquierda, en los intelectuales y en la militancia tradicional, donde se cultiva un estilo que recuerda a los programas de [Marcelo] Tinelli o a las fiestas de casamiento, cada vez que el PRO gana una elección hay lluvia de papel picado, canciones pop sonando de fondo y los candidatos bailando sobre el escenario en medio de globos amarillos con el logo del PRO. Todo muy diferente, casi antagónico al estilo de los partidos tradicionales, con sus banderas, sus fotos de los próceres, sus símbolos patrios… Piensen que mientras en el peronismo se entona la vieja marchita, esa que dice “combatiendo al capital”, en el PRO se baila al ritmo del grupo Tan Biónica. Para los intelectuales es una especie de frivolidad insoportable.
A primera vista puede parecer que se trata de dos mundos opuestos. Esa diferencia estética revela en realidad qué es el PRO y cómo se conformó. El PRO es un partido formado por gente proveniente de fuera de la política, del ámbito empresarial, mucha gente que viene de organizaciones no gubernamentales o de la iglesia. Era en su mayoría personas sin experiencia política previa que quedó sensibilizada después del caos social de 2001 y se sintió en la obligación de meterse en la vida pública. Personas que llegaron a la política con esa consigna de traer los paradigmas de eficiencia del mundo empresarial, lo cual por supuesto no significa que no se compartan algunos de los viejos vicios de la política tradicional. Sin ir más lejos, la difusión de obras públicas en la ciudad de Buenos Aires, para la cual cuenta con un millonario presupuesto, siempre muestra a Macri o a sus candidatos, como Horacio Rodríguez Larreta, cortando las cintas de las nuevas obras. Es decir: es el mismo tipo de propaganda electoral apenas disimulada que se le critica al kirchnerismo.
Pero, mal que mal, sobre la base de ciertos logros de gestión y con un discurso bien articulado, tuvo éxito en posicionar al PRO como un partido moderno, una especie centro derecha capaz de ser competitiva en las urnas.
EC – ¿Y qué va a pasar con esa identidad que el PRO ha ido configurando -y que, como mencionabas, muchos ven como su principal activo político- cuando Macri tenga que hacer alianzas con partidos tradicionales?
FG – Es el gran debate en la interna del PRO, es la gran disyuntiva que ha tenido Macri en los últimos meses. Es cierto que las elecciones anteriores dejaron la enseñanza de que mientras la oposición siga atomizada, fragmentada y dividida en muchos mini partidos va a ser imposible desafiar al kirchnerismo. Hay una consigna muy fuerte para que la oposición deje de lado las diferencias personales y se unifique.
Pero por otra parte también es cierto que para un partido como el PRO, que se presenta ante el electorado como el símbolo de lo nuevo, hay algunos riesgos importantes en eso de sacarse la foto juntos y concurrir juntos a las urnas con políticos que representan el viejo estilo, como por ejemplo el partido de [otro de los pre candidatos presidenciales, Sergio] Massa, formado básicamente por intendentes del conurbano bonaerense, que son lo absolutamente antagónico de la renovación en la política.
Esto ha dejado a Macri en un equilibrio difícil. Por un lado accedió a algunas negociaciones, por ejemplo, pactó con Elisa Carrió, la abanderada de la anticorrupción, que durante mucho tiempo lo había castigado duro a Macri. También logró una alianza con la vieja Unión Cívica Radical, con la cual comparte una cierta visión sobre la economía. Pero todos saben que en Argentina, con eso no alcanza. Si uno quiere ganar en serio una elección tiene que tener eso que aquí se suele llamar “la pata peronista”. Ahí es donde entra el famoso tironeo con Massa.
Podríamos calificar a Massa como “el límite” que se fijó Macri, si bien es cierto que Macri buscó alianzas con otros peronistas, sobre todo en el interior, donde se ha acercado por ejemplo a Carlos Reutemann, no ha querido saber nada con la propuesta de acudir a las urnas junto con Massa.
Ha tenido y está teniendo todavía mucha presión. Muchos llegaron a decir que si el kirchnerismo vuelve a ganar Macri es el responsable por haberse negado a formar una coalición con Massa para ir a las elecciones primarias.
Pero hay que entender lo que es la interna del PRO. Hay una corriente que es liderada por Jaime Durán Barba, un personaje singular que está ganando mucho protagonismo, un politólogo y asesor de imagen que es ecuatoriano está prácticamente radicado en Buenos Aires. Durán Barba es un intelectual, presume de tener un visión estratégica de la política y, evidentemente, es muy escuchado por Macri, le sopla al oído cuál tiene que ser la estrategia. En 2011 Macri quería postularse a presidente y Durán Barba lo había convencido de que no lo tenía que hacer, de que era imposible ganare a una viuda, y lo convenció para que se postulara otra vez en la ciudad porque Cristina era invencible.
Ahora Durán Barba le dijo que él tenía que resistir las presiones políticas y empresariales para juntarse con Massa, que no diera pasos en falso, y lo convenció de que aliarse con Massa implicaría para el PRO perder su identidad, esa “pureza” de fuerza política nueva, para contaminarse con el desprestigio del peronismo del conurbano bonaerense.
Esto le ha valido muchas críticas a Macri, al punto de que hay algunos que están especulando sobre si Macri realmente quiere ganar o si prefiere perder, preservar esa identidad y quizás apostar a ganar en las próximas elecciones. Ahí está el otro gran objetivo de Macri: que no le pase como a otras candidaturas de centro derecha que buscaron el mismo perfil de votante, que brillaron en una elección y después desaparecieron, por ejemplo Domingo Cavallo en las elecciones de 1999 o a Ricardo López Murphy en 2003, que amagaban con ser la gran ola renovadora de la política argentina y se diluyeron rápidamente.
Macri quiere consolidarse como un nuevo partido tradicional que rivalice con el peronismo, con una especie de fuerza de centro izquierda en el peronismo, y él ser una especie de fuerza de centro derecha en un nuevo esquema bipartidista.
EC – En estos días parece que Macri se juega mucho. Dentro de poco va a confirmarse si efectivamente perdió en la provincia de Santa Fe, donde el resultado viene demorado, y todavía no está tan claro que en junio su candidato en la ciudad de Buenos Aires vaya a ganar frente a una coalición de centro izquierda.
FG – Si, está teniendo algunos traspié en el calendario electoral de las provincias. Para algunos esto puede ser malo para Macri en el sentido de que se empiece a generar una sensación de que aquel triunfalismo del PRO empiece a desdibujarse.
De todas formas, en el entorno de Macri se siguen mostrando confiados porque creen que en la elección nacional no van a pesar tanto los antecedentes de las elecciones provinciales sino que es todo otro partido nuevo. Ahí lo importante va a ser el fenómeno de la polarización: por un lado Macri, por el otro Scioli, y te diría que los partidarios de Macri más que poner sus fichas y sus esperanzas en los valores de Macri casi que ponen las fichas en el rechazo que el electorado pueda tener por Scioli, que ahora más que nunca representa la continuidad del kirchnerismo. Ahí la batalla va a ser por apropiarse del rótulo de “lo nuevo”. Macri se va a presentar como lo nuevo, frente a Scioli, que vendría a ser lo antiguo, lo conocido, la promesa de más de lo mismo.
Todos saben que las diferencias entre ellos son apenas de matiz, los dos tienen su surgimiento en los años 90 en el menemismo, los dos tienen una idea más o menos parecida de la economía, pero claro, han sido rodeados por gente muy distinta, no es lo mismo tener detrás a un partido como el PRO que tener a todos los funcionarios kirchneristas y tener ahora, como va a tener Scioli, un vicepresidente con Carlos Zannini, que es algo así como el alter ego de Cristina Kirchner.
Macri entonces está dispuesto a explotar esto en toda su expresión en la campaña, su mayor cuidado va a ser no incurrir en errores que en Argentina no se perdonan, como por ejemplo insinuar que uno puede llegar a tomar medidas de ajuste, que puede llegar a devaluar o subir las tarifas de los servicios públicos…Por eso Macri se encargó de dejar en claro que no piensa reprivatizar, que no va a dar marcha atrás en algunos de los logros que ha tenido Cristina y que tampoco va a dar marcha atrás con los planes de asistencia social.
En resumen, diría que son momentos cruciales para Macri porque después de haber subido mucho en las encuestas ahora entró en una fase de meseta, está sufriendo una gran presión para aliarse con otras fuerzas, algo que a esta altura ya parece un poco tardío, y su gran desafío es confirmar que es un desafiante de fuste contra un peronismo que, pese a todas las críticas y todos los problemas económicos, sigue acrecentando su fama de ser invencible.
***