La Constitución del país se aprobó en el gobierno dictatorial de Augusto Pinochet, y "efectivamente Chile precisa una nueva", dice Fernando Rosenblatt
Barricadas, multitudinarias manifestaciones, incendios, saqueos y violentos enfrentamientos en varias ciudades marcaron una jornada de paro general convocado este martes en Chile por un centenar de organizaciones sociales para presionar al gobierno de Sebastián Piñera a que profundice en las reformas.
El peso chileno se desplomó 3,1% y alcanzó su valor mínimo histórico, mientras que la Bolsa de Comercio de Santiago cayó 1,57% en medio de los temores sobre los efectos en la economía de la extensión de la crisis social.
A primera hora, las barricadas incendiadas impidieron el paso de vehículos en algunos accesos a Santiago. Luego, una gran marcha pacífica convocó a 80.000 personas -según cálculos del gobierno- por la céntrica avenida Alameda, pero por la tarde volvieron a estallar violentos incidentes en los alrededores de la Plaza Italia y el centro de Santiago.
Cuando en varios puntos de Chile ardían barricas y seguían los saqueos, Piñera entregó un mensaje en el palacio presidencial para anunciar que permitirá que policías retirados se reintegren a la institución, para apoyar las labores de resguardo del orden público.
El presidente evitó, sin embargo, volver a decretar el estado de emergencia -o sea, sacar nuevamente a los militares a las calles- y reiteró su propuesta de un gran acuerdo por una nueva Constitución pero sin acoger un llamado a realizar una Asamblea Constituyente, como piden la oposición y organizaciones sociales.
Para profundizar en este tema, En Perspectiva se comunicó con Fernando Rosenblatt, politólogo uruguayo colaborador del programa, que está radicado en Santiago de Chile desde hace muchos años.
Foto: Disturbios en Santiago de Chile. Crédito: Rodrigo Arangua / AFP