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EMILIANO COTELO (EC): El pasado domingo se llevaron adelante elecciones presidenciales en Bolivia.
En un contexto de fragmentación política interna y crisis económica, el oficialismo perdió las elecciones luego de casi dos décadas al frente del gobierno. El MAS (Movimiento al Socialismo), predominó el panorama político boliviano desde 2005 durante las tres presidencias consecutivas de Evo Morales y la actual presidencia de Luis Arce.
De este modo, los candidatos de la oposición Rodrigo Paz Pereira, centroderechista del Partido Demócrata Cristiano y el expresidente conservador Jorge “Tuto” Quiroga disputarán el balotaje presidencial el próximo 19 de octubre.
Con todo este contexto, en nuestro espacio de análisis económico de hoy, nos pareció oportuno poner la mirada en que tan severa viene siendo la crisis económica en Bolivia… para eso, estamos en contacto con el economista Alejandro Vallcorba, de Exante.
ROMINA ANDRIOLI (RA): Alejandro, antes de entrar en los temas más recientes de la situación económica actual en Bolivia, ¿te parece si empezamos por ubicar a los oyentes con algunos datos claves? ¿Qué tamaño tiene la economía boliviana?
ALEJANDRO VALLCORBA (AV): La economía de Bolivia es bastante pequeña. En 2024 el PBI se ubicó en unos US$ 48.000 millones. Bolivia tiene una población de unos 12 millones de personas, por lo que su PIB per cápita es menor a los 4.000 dólares.
Para que los oyentes se hagan una idea, el año pasado el PIB de Uruguay fue de US$ 81.000 millones. Nosotros no llegamos a las 3.5000 de personas, por lo que eso implicó un PIB per cápita de 23.200 dólares. Estas comparaciones hay que tomarlas con cuidado porque el poder adquisitivo de un dólar en Bolivia es mucho mayor que el de un dólar en Uruguay (nosotros somos caros en dólares y Bolivia es muy barato)– Pero aun corrigiendo por ese factor, el PIB per cápita de Uruguay triplica al de Bolivia.
RA: Queda claro que es una economía pequeña Alejando. ¿Cómo ha sido el desempeño de la economía boliviana en estos últimos años?
AV: Dejame aclarar Romina, como lo hicimos en otras oportunidades que hablamos en el programa sobre Bolivia, que en Exante tenemos un conocimiento limitado de su economía. Hacemos un seguimiento general de lo que pasa en el continente, pero lo que sucede puntualmente en Bolivia nos resulta una realidad lejana. Para esta columna y para un hilo que compartimos en nuestra cuenta de “X” la semana pasada revisamos las principales estadísticas macroeconómicas y consultamos artículos de analistas de ese país, pero la aclaración sigue siendo pertinente.
Dicho eso, los últimos años han sido de un desempeño pobre de la economía, que contrasta con la fase de expansión extraordinaria que se observó durante el boom de las materias primas.
Entre 2004 y 2019 la economía boliviana creció a un ritmo promedio anual en torno a 4,5%, el PIB per cápita acumuló una suba de más 50% y la pobreza bajó fuertemente. Ese crecimiento económico ocurrió simultáneamente con fuertes inversiones en infraestructura, aumentos del salario real y del consumo.
Sin embargo, ese período de auge fue perdiendo fuerza con la baja de los precios internacionales de las materias primas. El deterioro sobre la actividad se terminó de evidenciar más claramente en los años posteriores al Covid-19. Actualmente, si bien tenemos poca disponibilidad de información, la economía boliviana estaría en recesión desde hace un año.
Además del impacto sobre la actividad, se fueron agravando los desequilibrios macroeconómicos que se generaron en los últimos años.
RA: Uno de esos problemas y que ha estado sobre la mesa en la campaña electoral es la falta de reservas internacionales del Banco Central para sostener el tipo de cambio fijo, ¿verdad?
AV: Sí, ese es un tema central. Bolivia tiene un régimen de tipo de cambio fijo en $ 6,86 que instauró hace más de una década, cuando la cantidad de reservas que tenía era muy grande y con el objetivo de bajar la inflación.
En un régimen de tipo de cambio fijo, el banco central defiende una paridad, comprando o vendiendo dólares en el mercado según la oferta y la demanda.
El problema es que con el fin del auge desde 2015 el Banco Central perdió alrededor del 80% de sus reservas internacionales. En lugar de abandonar la paridad con el dólar, se optó por imponer controles cambiarios. Una historia similar a la que vimos en Argentina.
Ello generó un mercado paralelo del tipo de cambio. Actualmente este dólar paralelo tiene una brecha de alrededor de 100% con la cotización oficial, cuando hace un año era de entre 30% y 40%.
RA: ¿Hay expectativas entonces de que se termine el régimen de tipo de cambio fijo?
AV: Las expectativas de los analistas locales relevados por el Banco Central apuntan a que el tipo de cambio se ubique en unos B$ 10-11 dentro de un año. Esto no necesariamente supone la eliminación del tipo de cambio fijo, pero si por lo menos un ajuste desde los niveles actuales.
Una cosa importante a marcar es que no es trivial lo que termine pasando con la dinámica cambiaria, sobre todo por el pasaje a precios que tendría liberar el tipo de cambio o aumentarlo fuertemente.
RA: Bueno justamente eso quería consultarte ¿cómo viene evolucionando la inflación?
AV: Después de diez años en los que la inflación se mantuvo por debajo de 5%, en el último año los precios aumentaron fuertemente. En julio la inflación interanual fue de 25%, frente a un registro de 4% en el mismo mes del año pasado.
Bolivia se había habituado a convivir con inflaciones bajas, producto del ancla cambiaria. Eso implica que los mecanismos de indexación, como la actualización de salarios y contratos, son menos extendidos que en otros países de la región. Además, la elevada informalidad de su economía derivó en un deterioro relevante del poder adquisitivo de los hogares.
Ese aumento de la inflación probablemente recoge expectativas devaluatorias y también una creciente monetización del déficit fiscal, que tuvo un deterioro extraordinario en los últimos años.
RA: ¿Podemos repasar como fue la evolución de las cuentas públicas?
AV: El ciclo alcista de los commodities permitió en aquel momento una mejora importante de las cuentas públicas. En 2006 (primer año de Evo Morales) había un superávit de 4,5% del PIB… Ese superávit luego se fue reduciendo, pero las cuentas públicas se mantuvieron en números positivos por varios años.
Cuando los precios internacionales de las materias primas se ajustaron a la baja en 2015, el pequeño superávit fiscal que se registraba se transformó en un déficit del orden de 7% del PIB, y desde entonces se ha deteriorado aún más situándose el año pasado en el entorno de 10% anual, con un déficit primario de alrededor de 8% del PIB.
La magnitud del déficit obedece a muchos factores, pero los subsidios a los combustibles, que representan un costo anual de alrededor de 4% del PIB, son un elemento muy importante.
Bolivia perdió el acceso a los mercados internacionales de capitales en los últimos años. Actualmente tiene un nivel de riesgo país de 1.200 puntos, superior incluso al de Argentina.
En ese marco, el Banco Central se transformó en la principal fuente de financiamiento del sector público. En la práctica, esto implicó cubrir el déficit con emisión monetaria.
RA: Para cerrar Alejando, las perspectivas parecen poco auspiciosas. ¿Qué desafíos tendrá el próximo gobierno para estabilizar la economía?
AV: Los desafíos son múltiples, el nuevo gobierno deberá tomar medidas para recomponer los equilibrios macroeconómicos que probablemente impliquen ajustes que pueden resultar costosos en una perspectiva de corto plazo.
Por ejemplo, parece imperativo procesar un ajuste fiscal para estabilizar la economía y avanzar en la reducción de algunos subsidios. Además, seguramente también se necesite ajustar al alza el tipo de cambio para corregir precios relativos.
Por otro lado, también parece importante encarar reformas que permitan sostener el crecimiento en el mediano plazo. Hablamos de mejorar la seguridad jurídica y generar reglas de juego claras para atraer inversiones en sectores estratégicos como el energético o el minero.
Difícil saber desde acá, con un seguimiento lejano de la coyuntura, cuál es el mejor camino. Pero esas cosas parecen importantes. Pero avanzar en ese sentido tendrá un desafío político adicional, que es que el gobierno por primera vez en dos décadas no cuenta con mayorías parlamentarias y el sistema está muy fragmentado.














