Concurso de Cuentos

Cuentos con Librerías y Bibliotecas: Conocé a los nominados por el jurado y votá por tu cuento favorito

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El Concurso de Cuentos de En Perspectiva te invita una vez más a ser parte del jurado y votar para definir el “premio de los oyentes”. Aquí están publicados los “Cuentos con Librerías y Bibliotecas” nominados por el Jurado, y al final de la página el formulario para votar.

La votación para el Premio de los oyentes cerró el jueves 5.12.2019 a las 13.00 hs. Muy pronto daremos a conocer los resultados de la votación y también los premios otorgados por el jurado.

Concurso de Cuentos de En Perspectiva 2019

Edición: cuarto llamado, agosto de 2019
Consigna: Cuentos con librerías y bibliotecas
Jurado: Juan Grompone, Alcides Abella, Gonzalo Pérez del Castillo, Ana Ribeiro y el equipo del programa Oír con los ojos

Cuentos nominados

Título: Sin título
Seudónimo: Amira

Nina visita por última vez la casa, dispuesta a recorrerla en la penumbra. Los sillones del living y la alfombra, iluminados por los diminutos puntos de luz que forman los orificios de la persiana baja, le hacen sentir una melancolía dulce.

Queriendo pasar inadvertida, Nina avanza hasta llegar al pasillo donde se encuentra la biblioteca que da paso a la habitación de la abuela. Allí se detiene, escoge un libro de la estantería, lo abre, y como una adicta a alguna droga pesada en falta de su dosis, se sumerge en él y respira lo más hondo que puede.

La abuela la llama reiteradamente, la llama por su nombre completo, pero Nina no responde. Le gusta que su abuela la llame por su nombre completo, como solía hacerlo cuando estaba viva. Quisiera que la llamara así para siempre.

Entonces cierra más fuerte los ojos y con la cabeza hundida entre las páginas gruesas cargadas de historias, vuelve a respirar profundo, y por primera vez luego de mucho tiempo, Nina llora.

***

Título: El baile de los cuentos
Seudónimo: Ánfora

Aquella tarde, todos los libros escucharon la noticia: por la mañana, los niños del pueblo visitarían la antigua librería.

Esa noche, plenos de alborozo, saltaron de los estantes y comenzaron a bailar con gran algarabía. El Gato con Botas bailó con Blancanieves, de quien estaba perdidamente enamorado, Cenicienta se ruborizó cuando El Principito la miró a los ojos y le tendió su mano, y Pinocho tuvo que bailar solo para no pinchar a Sirenita con su nariz tan larga. Tanto se sacudieron en el baile que perdieron todas sus palabras hasta que quedaron en blanco. Sorprendidos al verse así, corrieron a los estantes asustados. Las palabras trataron de seguirlos, pero en el apuro confundieron el camino y se ocultaron en los libros más cercanos.

Al otro día, todos los niños del pueblo leyeron fascinados las historias de La Cenicienta con Botas, Blancanieves y Los tres Cerditos, El Gato de Sirenita, entre muchos otros cuentos que el viejo librero confundido no lograba reconocer.

Título: Aventuras
Seudónimo: Morgan

Todos los días se sumergía en aquel mundo de anaqueles y pasadizos repletos de libros.

Le gustaba la soledad de aquel laberinto silencioso mientras sostenía entre sus manos amores, pasiones y aventuras atrapadas sin remedio en negro sobre blanco indefinidamente.

Sentía en su cuerpo las sensaciones del pirata caminando sobre la cubierta de madera renegrida, con su cabeza coronada de velas flameando al viento. El sol en su cara, el viento despeinando su pelo renegrido, el agua color plata, hendida en dos por la proa de su esquife, la opresión conocida del parche sobre su ojo yermo. Y luego, el dolor ante ese amor no correspondido que apretaba el pecho y nublaba los sentidos.

Más tarde, quizás, la batalla sin cuartel, el sable goteando sangres paganas, el castillo humeante sobre el sol poniente. Y sólo el timbre de las dieciocho le anunció el fin de sus desvelos.

Entonces, y solo entonces, enfiló su silla de ruedas hacia la rampa de salida.

***

Título: Biblioteca popular
Seudónimo: Canaveri

Nuestra barra amaba la literatura. Ningún tema o autor estaba vedado. El intercambio de libros entre nosotros era torrencial, sin embargo, un código nunca escrito obligaba a la devolución, sin apuro.

El flaco, sin embargo, no te prestaba un libro sin escribir en la portada, medio en serio, medio en broma, “no haga su biblioteca con libros prestados” y firmaba.

Cuando cayó preso, nos mandó decir por su madre, que no le dejáramos faltar literatura.

Y la barra cumplió: en cada visita que permitían a su madre, la pobre acarreaba junto a la comida, el tabaco y demás, un pesado montón de libros.

Dada su costumbre, le mandamos decir que, bajo juramento, debía comprometerse a la oportuna devolución.

Juró por Gutenberg que así lo haría, pero nos dijo que sus compañeros de celda, entusiasmados con la lectura, intercambiaban nuestros libros y menudeaban las críticas, los comentarios.

Pasó el tiempo y los libros no retornaban a sus bibliotecas originales.

Entonces ocurrió El Abuso…

***

Título: Encuentro
Seudónimo: Tonia

Nos cruzamos en 18, frente a la Biblioteca Nacional.

El saludo fue frío, formal.

Nos preguntamos cursilerías aparentando no sentir emoción.

Al separarnos con un beso en la mejilla, ambos sabíamos, la frustración del otro, de no haber podido dar vuelta la página y ganarle al pasado.

***

Título: El libro mágico
Seudónimo: Franca

Aún recuerdo el aroma a menta, ruda, orégano y el sonido del reloj, más lento que en estos tiempos, pero lo que más echo de menos es la voz de la abuela cuando me leía su libro mágico, señalando con el dedo las palabras. Era el único que tenía.

“¿Sobre qué quieres que te lea hoy?”, preguntaba. Y yo le pedía de animales, piratas, fantasmas, porque sabía que en ese pequeño libro cabían montones de historias.

Mi abuela falleció siendo yo aún un niño. Cuando regresé a su casa busqué el libro mágico, y al abrirlo sólo encontré hojas en blanco. “La abuela se llevó los cuentos que me leía”, dije con pena. “No”, dijo mi madre. “Es imposible, porque la abuela no sabía leer”.

***

Título: Herencia desconocida
Seudónimo: Guazuvirá

Asim no podía permitir que el incendio de la Biblioteca de Alejandría arrasara con la historia de la humanidad.

Se lanzó a las llamas, logró retirar cinco rollos y así evitó que el fuego los consumiera. Caminó dos kilómetros con el cuerpo quemado y, en la cueva que tan bien conocía, escondió los papiros en una vasija. Se alejó despacio, pero las heridas le habían provocado una infección y cayó sobre la arena del desierto.

En la Bibliotheca Alexandrina, inaugurada en el 2002, Jahi custodia cinco rollos encontrados treinta años atrás por un arqueólogo francés. Los expertos aseguran que los papiros pertenecían a la antigua biblioteca. El guardia daría su vida si alguien se atreviera a destruirlos o robarlos. Lo que Jahi ignora es que uno de sus antepasados fue el sabio Asim.

***

Título: Decisión
Seudónimo: Hopper

Este es ideal, se dijo, con voz rara, al sacarlo del estante donde estaban los más nuevos de su biblioteca. El espacio que dejaba sería la prueba de que, finalmente, se había decidido.

Porque lo amaba, necesitó coraje para escribir unas líneas temblorosas que deslizó entre las páginas. Él también es un artista, pensaba, me va a entender.

En el café, la esperaba en la mesa de siempre. No me quedan palabras, le dijo al llegar y le dio el libro con gesto triste. Lo recibió con ansiedad expectante, Opus Gelber. Retrato de un pianista, leyó en la portada.

La punta de un papel asomaba, a la espera. La nota empezaba: “Confío en que al leerlo comprenderás…” pero el subrayado en la página 216, se le impuso: “Pero yo jamás hubiera dicho: ‘Dejo mi destino por una persona’ “, confesaba Bruno Gelber a Leila Guerriero.

No necesitó leer más y lo cerró como quien acaricia.

***

Título: Como el primer amor
Seudónimo: Jacinta

La biblioteca de la escuela era verdaderamente vetusta, conformada con libros desgastados, donados por gente sin alegría.

Eso era lo que sentía cuando me obligaban a llevar un libro a casa. Ya de ante mano sabía que sería muy aburrido. Leía cada uno de ellos con la misma dejadez de siempre. Hasta que encontré una historia fascinante, que me atrapó y para mejor el desenlace era sorprendente.

No devolví aquel libro en la fecha pactada. Lo quería conservar. Me hice la olvidadiza, después la distraída. Finalmente pensé en robarlo. Separarme de él dolía. Pero llegó el día y lo dejé junto a los otros.

Observé como nuevos lectores lo llevaban y devolvían, sin notar en ellos sentimiento alguno. Hasta llegué a consultarles si les había gustado, respondían con desdén que sí, como si fuera un cuento más ¿A nadie le había gustado tanto como a mí?

Hoy ya no recuerdo ni de qué se trataba, solo sé que no volví a ser la misma.

Pero tengo la certeza de que en cada biblioteca, hay un libro para mí.

Título: La biblioteca de la "tercera especial"
Seudónimo: Oyente

-Los libros especiales se atajan de mañana y se tiran a última hora – dijo Viñas, sin advertir mis ojos de asombro.

Nuevo en el establecimiento, trataba de retener los detalles, no quería problemas.

-Timbrá a mi hermano, él se encarga. Ojo, si te ven de la ”jaula” la quedamos todos.

La biblioteca del piso contaba con profusos volúmenes de la literatura universal y no ofrecían dificultades.

Con los “especiales”, sin embargo, encuadernados como revistas del Reader’s Digest, te podías jugar la vida.

El hermano esperaba desde “la segunda”. Golpeando con sus dedos índice y mayor sobre sus labios pedía lo suyo. Luego, mirando a la “jaula” de reojo, revoleaba, y con enorme precisión, me lo ponía en las manos.

Igual que en Fahrenheit 451, si nos descubrían los quemaban, y el responsable desaparecía.

Igual que en los de ciencia ficción, 40 años en el futuro, escribo un nuevo volumen, en este mismo tercer piso, hoy transformado en plaza de comidas de un shopping.

***

Título: Anécdota
Seudónimo: Lector

Solía comprar libros ahí.

No frecuentemente, pero sí como para identificarlos.

Eran dos.

Aunque parezca un estereotipo, uno era gordo y corpulento y el otro delgado y menudo.

Uno parecía conocer todos los libros de todos los anaqueles, mesas de oferta y vidrieras. El otro atendía, imagino, a los clientes de revistas de deportes, para hombres, ciencia o del corazón.

Para un regalo, mi madre me encargó un libro.

No lo dudé. Me quedaba de pasada al trabajo.

Al entrar vi al que no era. Poniendo voz baja y ronca, sólo por darme importancia, le solicité:

-¿Tendría Historia de la Filosofía Occidental, de Bertrand Russell?”

Me miró, vaciló, y me solicitó que lo acompañara.

El que era bajaba de una escalerilla con una pila de libros en las manos.

Y ahí sucedió.

“El caballero está buscando un libro de filosofía de Bertrand and Russell”.

Me mantuve serio. Su socio se mantuvo serio. El otro estaba serio.

Pedí que me lo envolvieran para regalo, pagué y me fui.

Recién al llegar a la calle sonreí.

***

Título: Ironías
Seudónimo: Luz y sombra

Los altos anaqueles, atestados de historias, repletos de leyendas, de mitos y de mapas, contemplan a un hombre que, absorto, recorre el laberinto tapizado de volúmenes.

No habla ni suspira.

Inmerso en los libros, no sale de su asombro. Examina, hojea, investiga…

En el piso, un báculo ya inútil, yace solo y olvidado.

Su dueño, embelesado abre un libro al azar. Un espejo ilumina una palabra. Sus ojos tiemblan, incrédulos y con avidez recorren cada letra, cada signo, cada coma que parecen escapar de los renglones.

Mapas arcaicos, manuscritos y símbolos de siglos lo rodean.

Feliz comprueba que es así como soñó… el paraíso es una inmensa y grandiosa biblioteca.

¡Cómo acertó cuando escribió sobre la ironía del Creador, que sabiamente, negó la luz a un hombre que amaba la poesía y que a pesar de sus sombras pudo componer bellos poemas!

Hoy, esos poemas pueblan las grandes bibliotecas.

***

Título: El ABC
Seudónimo: María Gracia

Le ofrecieron unas horas más para trabajar en tareas de apoyo en la biblioteca. La joven recepcionista aceptó de inmediato. Sus esfuerzos no habían sido en vano: bachillerato completo, dos idiomas, dactilografía…

Se comentaba que la bibliotecóloga era una persona rara. Lo comprobó cuando, en el primer encuentro, le preguntó:

-Tú, ¿dominás el alfabeto?

***

Título: Sin título
Seudónimo: Naina

Llegó el día. Será ésta la única expresión de mis sentimientos, en palabras de papel, que destierren pensamientos en noches de insomnio, que paralizan sin extirpar culpas.

Te rescaté de aquel minúsculo y lúgubre espacio en el que habitabas, inmóvil, rígido, con la mirada perdida en el horizonte cercano. Nada más fue tu cercanía para que me invadiera el deseo de tenerte. Te sentí, te acaricié sin dudar que llegarías a ser mi compañero de cada noche, el amor no apuraba.

Y así fue, nos conocimos y nos entregamos pero… siempre el pero.

Ya recostada contigo entre mis brazos te descubrí en una coraza brillante que cubría ese dulce rostro de mirada lejana. Encandilaba sin alumbrar. Nada había dentro, nada más que hojas llenas de palabras vacías. Cuanto más hurgué menos encontré. Tan distinto se te veía en aquella librería…o te imaginaba.

Intenté que me atraparas pero aquello fue solo una intención; una ilusión como la vida misma. Hoy es el comienzo de nuestro fin.

***

Título: Sin título
Seudónimo: Pimentón

—El Necronomicón —dije con reparos al encargado que tomaba mis datos. Era tanto el tiempo que llevaba empeñado en esa búsqueda que sabía lo que iba a suceder.

El hombre dejó de escribir y, mirándome por encima de los lentes, comentó: «¿Está seguro?». No por esperada dejó de molestarme la sonrisa maliciosa del sujeto cuando le confirmé que ese era el libro que buscaba.

—Columna 24-8, fila 1899 —dijo, al tiempo que me indicaba el camino. Al alejarme oí que me advertía: "Tenga cuidado amigo: nunca hay nadie por ahí".

Me adentré en aquel laberinto de estanterías, tan altas que se perdían en la penumbra, cuando una extraña sensación se apoderó de mí, una rara angustia que solo el miedo puede provocar. Algo ominoso parecía insinuarse en aquel sitio. Distraído en estos extravagantes pensamientos no percibí la figura que, de la nada, venía decididamente a mi encuentro.

—Es aquí, joven. Yo también lo estoy buscando. —dijo el extraño, adivinando mis intenciones—. Este es el sitio. Tengo la sensación física de su presencia, pero cuanto más me acerco, más parece alejarse. Pero no desespere; continúe con su empeño. A mí ya me lleva toda la vida —dijo mientras se alejaba moviendo su bastón blanco.

***

Título: Poética 
Seudónimo: Adso

Hay un monasterio en Los Alpes cuyos monjes se dedican a copiar con minucia libros hermosos en el scriptorium, la antesala de una biblioteca prohibida, poseedora de un tesoro en libros.

El día que llegué junto a mi mentor, Fray Guillermo, el abad nos pidió que investigáramos la misteriosa muerte de un escribiente y, entretanto, hubo otros asesinatos. Habíamos ido a un cónclave importante para la Iglesia y nos dedicamos a la investigación criminal. Descubrimos muchos misterios de la abadía y yo, el Cantar de los cantares. Entramos subrepticiamente a la biblioteca porque los crímenes tenían que ver con un libro escondido con celo por su guardián, el monje ciego Jorge Luis Burgos.

El libro resultó ser el Tomo II de la Poética de Aristóteles y el asesino Jorge de Burgos, que no quería que nadie lo viera porque al parecer defiende la risa, mientras que el monje ciego estaba convencido de su poder de destruir la moral de los hombres. Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus.

***

Título: Sin título
Seudónimo: Señorita Trip

Otro día de invierno, se mete en mi nariz una finísima y caliente brisa, que huele fuerte a tabaco criollo y cloaca fresca, y escucho las llaves, mientras el agua fría de la ducha se lleva la espuma del jabón que tanto pedí. Congelado pero ya vestido, al fin logré salir, y eso es lo que más importa hoy.

Ciento veintinueve pasos debo caminar desde ruidos herrumbrados hasta ese lugar. Entro a la biblioteca, y respiro profundo, muy profundo. Lleno y limpio mis pulmones, dejando entrar a esa envolvente cálida brisa, que contiene una mezcla de olor a libros viejos y creolina. Y mirando hacia los libros, les envío todos mis agradecimientos, y mi cuerpo se inclina hacia uno de ellos, y lo agarro, recorro su tapa con la palma de mi mano derecha, lo incorporo y lo beso, pero solo mentalmente, para que el guardia cárcel no se percate de la locura que desata estar aquí. Me siento a leer.

***

Título: Mamá
Seudónimo: Teo

Nunca me gustaron las Bibliotecas.

Mi madre desapareció en una de ellas, una inmensa que apenas recuerdo. Nunca supe si se perdió en el laberinto oscuro de sus miles de estantes y pasillos o, como yo realmente sospeché siempre, la raptaron los libros seducidos por su belleza.

Lo cierto es que todas las noches la voy a buscar sabiendo que no la encontraré jamás. Y allí me quedo, leyendo los libros gastados por mis manos de tanto buscarla. Tal vez la encuentre un día y la vuelva a abrazar. ¡Tengo tantas ganas de volver a verla! Entonces le diré como le digo desde entonces: “Soy la continuación de tu vida. Soy el humo de tu té de la mañana. Soy tu mirada clara puesta en el vacío. Soy tu ventana que te mira. Soy los libros que tú leías. Soy tu despedida.”

***

Título: El Topo
Seudónimo: Torquemada

La corpulenta figura uniformada apareció inoportunamente y quedó apenas contenida por el marco de la puerta. El tono de la pregunta no dejaba dudas para saber que se trataba de una orden:

-¿Todavía no terminó de vaciar esa biblioteca?

-Es que son muchos mi sargento, y cuando trato de atar los fardos se me tambalean – intentó como disculpa el soldado agachado sobre un piso tapizado de libros.

-Tambaleando vas a quedar vos si no te apuras y cargas rápido la camioneta con toda esa sub…versividá. – Se le notó la molestia generada por la vacilación.

Tan rápido como había irrumpido, el sargento desapareció demandado por tareas tácticas más propias de su jerarquía. El soldado tomó nuevamente el libro que había estado hojeando, y mientras introducía El Principito debajo de su chaqueta pensó “Es chiquito, nadie se va a dar cuenta”.

***

Título: Esclavitud
Seudónimo: Triste

Siempre habían estado juntos. Esclavitud: Tomo I y Tomo II. Textos dramáticos describían las barbaridades de ese flagelo. Los viajes interminables desde África, cadenas, hacinamiento, muertes. Al llegar, las subastas y su peor consecuencia, las separaciones. Él vendido como esclavo a las plantaciones. Ella a un pueblo distante como doméstica. Seguramente no se verían nunca más.

Rezaban para que algo así nunca les sucediese. Viejos y desvencijados, los lomos carcomidos. Pero juntos. En una librería de usados, nada del otro mundo.

Un día llegó un cliente. “Me llevo el primer tomo”. “Pero ¿por qué no se lleva los dos y lee todo?” “Es que no lo quiero para leer. Le recorto los grabados y hago cuadritos que después vendo en la feria. Tienen mucha salida. Y el segundo tomo no tiene figuras.”

***

Título: Un camino
Seudónimo: Antonios

-¿No pagás peaje? -dijo cuando se levantó la barrera y el auto pasó sin detenerse.

-No. En mi país, a los que abren una biblioteca pública los exoneran de los peajes de todas las carreteras -inventé.

-¿En serio? No sabía que…

-Teníamos tantos libros que armamos una biblioteca para el barrio -la interrumpí entusiasmado con el cuento que me brotaba espontáneamente-. Van decenas de niños por semana. Es una locura. Esto empezó hace un mes y medio y ya hay 1815 bibliotecas nuevas en todo el país. La gente lee, conversa sobre libros, intercambia lecturas, ¡es increíble! Hay sonrisas por todos lados. Y así seguí fantaseando un largo rato.

Al llegar a destino el mundo ya era mejor.

***

La votación para el Premio de los oyentes cerró el jueves 5.12.2019 a las 13.00 hs. Muy pronto daremos a conocer los resultados de la votación y también los premios otorgados por el jurado.

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Enlace relacionado
Concurso de Cuentos de En Perspectiva, llamados anteriores

Foto: Jacob Lawrence, The Library, 1960, tempera on fiberboard, Smithsonian American Art Museum, Gift of S.C. Johnson & Son, Inc., 1969.47.24

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