Concurso de Cuentos

Cuentos con vino
Conocé a los nominados por el jurado y votá por tu cuento favorito

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El Concurso de Cuentos de En Perspectiva te invita una vez más a ser parte del jurado y votar para definir el "premio de los oyentes". Debajo están publicados los 15 "cuentos con vino" nominados por el jurado y al final de la página el formulario para votar. El próximo jueves 31 de marzo, al término del programa, se dará por cerrada la votación. ¡Que se exprese el soberano!

Concurso de Cuentos de En Perspectiva 2016

Edición: Segundo llamado, marzo de 2016
Consigna: Cuentos con vino
Jurado: Juan Grompone, Mauricio Rosencof, Gonzalo Pérez del Castillo y Alcides Abella

Cuentos nominados

Título: 2002, buena cosecha
Seudónimo: A Tu Salú

El policía hizo estacionar el vehículo. Antes de hablar se frotó las manos. Hacía mucho frío.

—Buenas noches, Señor, control de rutina. Hágame el favor de soplar con fuerza dentro de la boquilla.

Largo y profundo fue el resignado soplido. El resultado, esperable. Hedía a vino desde que había comenzado a bajar la ventanilla: 1,3 ml de alcohol por litro de sangre.

—Disculpe, tengo que pedirle los documentos —le dijo con tono amable pero imperativo.

—Sí, cómo no, agente, sirvasé —le respondió el mamado, con voz carrasposa e incrementando el tufo.

El agente –ya congelado– enfocó su linterna y leyó con atención: “Tannat Roble Don Pascual, cosecha 2002”.

—¡Siga, siga!.

***

Título: Fiesta
Seudónimo: Baco

Él la tomó por su talle estrecho.

Ella se dejó llevar.

Ellos, los que los rodeaban, los miraban expectantes.

Él comenzó a bambolearla lento, primero, más rápido después.

Ella seguía el ritmo del hombre.

Rojos, lilas inquietos, violetas azulados, resplandecían en su cuerpo.

Olores a moras, a maderas viejas, a especies exóticas brotaban de su amplia boca.

Lágrimas transparentes se prendían a su vestido.

El calor de su cuerpo enlenteció la mano del hombre.

Ellos, los miraban ansiosos.

Él, con sonrisa complacida, la elevó hasta su rostro, la mostró triunfante, y exclamó: “¡Salud!”.

Luego, acercó su boca a la de ella y, con fruición, bebió.

***

Título: Baco
Seudónimo: Café y Medialunas

“Te invito a una copa”, me dijo aquella tarde el amigo de Cecilia. Me extrañó su lenguaje tan directo. No sabía cómo supuso que tomaba vino, mucho menos cuál me agradaba. “A mí también me gusta el tinto”, pronunció mientras lo servía con aquella delicadeza que era solo propia de él.

Todos los meses, en aquel bar, el día nueve tomábamos una. A las veinte copas nos casamos. A las cuarenta tuvimos a nuestro primer hijo, Agustín. Y a las sesenta, aquel tinto que nos unió, nos separó, cuando en una tarde de abril vi que le preguntaba a una muchacha si le apetecía tomar una copa.

***

Título: Enojo
Seudónimo: Cuentero

Ese domingo llegó tarde del boliche.

Ella lo esperaba con la mesa pronta.

Apenas se sentó, ella lo miró y sin decir palabra retiró la botella de vino y le aterrizó un plato de ravioles.

***

Título: Sin título
Seudónimo: El Gaucho Matraca

En mí cayó la tarea de elegir el vino, no sé si era porque los “catadores” se pelearon tanto en el último asado o si fue porque salí de mediador. ¡Yo no sé nada de vinos! Pero aguanté callado y después de dar la última clase en la Escuela Agraria salí esa tarde rumbo al súper a buscar “el vino” que me subiera por lo menos a la categoría de “entendido”. Un colega de la Agraria me dijo: “No hay catadores, vos seguí tus sentidos y elegí el vino con el corazón”. En la góndola me mareaba solo con los colores, las marcas, las variedades, los diseños de las botellas. Seguí mi instinto y elegí el que me seducía más. ¿Sería por la etiqueta, la variedad? Nunca lo supe, fue con el corazón, como a una bella mujer. Llegué al asado de mis amigos sacando pecho. Con orgullo mal disimulado dejé una botella al primer entendido para que lo descorchara. Lo abrió con inmutable serenidad, casi religiosamente, olió el corcho y con una sonrisa me lo alcanza y me dice: “Huélalo, profe, ¡está picao!”.

***

Título: El verso
Seudónimo: Gritería

Me senté en la barra y pedí un tannat. Al rato, a mi lado se sentó una parejita quedando ella a mi lado. Nos miramos, pero no intercambiamos palabras. Después de la tercera copa, decidí marcharme. No sé por qué, pero justo antes de irme, quizás envalentonado por el vino, la miré y le dije:

“Aquellos al despedirse,
Besos y abrazos se dan.
Tú y yo solo con los ojos,
Nos decimos mucho más”

Ella bajó los ojos ruborizada y él me miró fijo. Enseguida reconocí mi error y maldije internamente al vino y a mi estúpido impulso. El tipo se paró, vino hacia mí, se acodó en el mostrador entre ella y yo y le dijo al mozo que me sirviera otra copa. Me miró directamente a los ojos y dijo: “Te voy a decir una cosa…” (Me va a matar –pensé– mientras calibraba su tamaño en caso de tener que pelearnos). “¿Me podrías escribir el verso que le dijiste a mi novia?”.

***

Título: El albañil
Seudónimo: Mafalda

El canto de los pájaros anunciaba la llegada de un nuevo día. Eran las cinco. Sabina ya estaba en la cocina preparando el mate.

Pedro se levantaba también a esa hora para ir a trabajar. Era albañil, de esos que no han estudiado el oficio; que lo que sabía se lo había enseñado la vida, como hay muchos.

Ese día tenía que hacer una estufa. Pero antes de salir de casa como era su costumbre, se sentó a desayunar un churrasco acompañado de un vaso de vino tinto. Para “templar el pulso”, como decía siempre.

***

Título: La hadita
Seudónimo: Mago

Las fiestas son para la gente joven. Nosotros ya no estamos para pavadas, comidas raras, música a los gritos y luces muy molestas.

Así pensaba Manuel sentado y resuelto a llegar otra vez al límite de su tolerancia con el alcohol.

Entonces la vio. Se abría paso con esfuerzo entre los adultos que bailaban, y buscaba a alguien con su cabecita llena de rulos.

Manuel, sin dejar su vino blanco, se acercó y la alzó en brazos. La pequeñita le dio un abrazo, lo observó un momento, y luego le pidió: “Quiero ir para ahí”, y le indicó una pared donde se proyectaban los láseres de colores.

Recibiendo las luces sobre sus ropas y en sus manitos, jugó y rió divertida con él.

Entonces le pidió la copa, y la interpuso a un rayo rojo. El líquido pareció transformarse en fuego.

—No me gusta —dijo, y atrapó otro láser: el verde. Ahora el cristal se irisó de oro puro. La niña levantó los ojos, lo miró y muy seria se la devolvió.

—Esta y nunca más.

No se sabe bien por qué, pero hace meses que el viejo ya no bebe.

***

Título: Caserito salvador
Seudónimo: Marengo

Baltasar, albañil proveniente de Galicia, siempre hacía el mismo recorrido, desde el trabajo a su casa, en bicicleta.

Como ese viernes había cobrado la quincena, pasó por la panadería de José y compró unas masas para su esposa, que estaba embarazada.

Cuando cruzaba el terreno baldío, fue atacado por un desconocido.

Comenzaron a forcejear hasta que el agresor saco un cuchillo. Baltasar, desesperado, utiliza la mochila como escudo. Mientras repele varios puntazos, comienza a correrle por el pecho y piernas un líquido rojizo.

El agresor, al observar esto, impresionado, huye.

Un vecino que escuchó los gritos, corre a socorrer a la víctima.

Al llegar, sentado sobra la mochila, Baltasar sonriente le manifiesta: “Si no fuera por el tinto casero que traigo en la bota, no salvaba el pellejo”.

***

Título: Mónica
Seudónimo: Nacha

No hay una sola vez que al descorchar un vino no piense en ella… ¿Por qué no me lo dijo?

Nos conocimos en la escuela, ella era hija del estanciero y yo la hija de la maestra. Cuando me divorcié, fue cuando ella se me acercó. Las dos veníamos con mochilas pesadas, la de ella más.

Me llevó al mundo exclusivo del vino de cava. La paquetería me distraía de mis desgracias y ella me enseñaba: el tinto si está frío no desprende aromas; el blanco se toma muy frío, si no el buqué no se abre; se toma en copas de cristal, para que se transforme en arcoíris. Más que el vino, me emborrachaba el mundo tan distinto al mío.

Ella no hablaba de su vida, algo pasaba, cada vez estaba más flaca. Si preguntaba, sonreía con tristeza y se enredaba en hablar de la cepa del vino y de la vendimia próxima.

Fue de noche, se murió dijeron. Tenía sida, él la contagió. ¿Por qué no descorchó su alma conmigo? Abrí el bordeaux que ella me había regalado, y tomé en copa de cristal.

***

Título: Vino inspirador
Seudónimo: Principiante

Aquella noche, como tantas otras, me senté, pensativo y soñador, frente a esa hoja blanca, con un lápiz despuntado en mi mano, buscando qué escribirte, sin encontrar palabra alguna, ni recuerdo inspirador. Dormitándome, en un descuido derramé el poco vino tinto, de aroma frutal, que quedaba en la copa, dibujando una figura que me hizo darme cuenta que tenía que ir a buscarte, sin tanta letra.

***

Título: Un compañero leal
Seudónimo: Tintillo

El viejo estaba recostado contra la pared con una copa de vino en su mano inestable. Su raída camisa estaba manchada. Cualquiera habría creído que se estaba desangrando. Yo lo conocía.

La tarde llegaba a su fin con gran esplendor. La luz dorada entraba por la ventana y atravesaba la copa y el líquido provocando destellos rubíes de insólita belleza. El silencio cubría la escena. Parecía reinar la armonía.

Hacía tiempo que Carlos estaba solo. Ahora sus ojos bien abiertos parecían escrutar la copa, como si estuviera buscando algo allí, en ese compañero de tantos años. Ni se había movido cuando entré. Otras veces ya había sucedido lo mismo y cuando intentaba ayudarlo él repetía: “No pasa nada querido, dejame así”. Y yo volvía más tarde y lo llevaba dormido hasta su cama. Esta vez, al principio, fue igual. Pero al volver noté algo nuevo. A su lado había una carta en papel arrugado en el que Carlos había garabateado algo.

***

Título: Propuesta indecente
Seudónimo: Tintin

En Colonia y Yi, en la vereda del sol, Don Mato, diariamente, a golpecitos, le saca una música desvalida a su botella de vino suelto, cada vez mas vacía. De mañana, casi llena, canta una melodía diáfana y llena de esperanza, que se va desilusionando al correr de las horas, hasta ser un lamento desesperado cuando muere la tarde.

Será por eso que la mujer en la vereda de enfrente, sentada en la vidriera de la librería, se pinta la boca por afuera de los labios, deja el imaginario té servido a sus imaginarias amigas, cruza y le hace la proposición.

Cuando le preguntamos, al día siguiente, el viejo nos contó la propuesta indecente: sábanas limpias, un baño de vez en cuando, vino con etiqueta.

Por una semana no lo vimos, ni oímos a su botella cantarina.

Al volver tenía en los ojos un brillo tinto apagado. Sin que le preguntáramos, nos dijo: “Extrañaba la libertad”, mientras la botella tocaba su melodía más triste.

***

Título: Memoria embotellada
Seudónimo: Toscana

La bodega se construyó con el diseño que atesoraba la memoria del Colombino que levantó la casa. Sombría y fresca era mi refugio para alejarme de la multitudinaria familia.

El abuelo descubrió el escondite sin denunciarlo. Sospecho que también él huía allí de la bulla grupal para compartir conmigo las historias que sabía de cada botella. Con sus cuentos yo superaba fieros enojos hasta volvernos sin apuro a la reunión.

La complicidad creció con el tiempo.

Un día tocó ir de entierro. A la vuelta, en el silencio de la primera reunión sin el patriarca, se escuchó preguntarse al tío Ugo:

—¿Qué elegiría hoy el viejo?

Bajé a la bodega y volví con una botella que al abuelo le sacaba sus mejores cuentos: la última de un Nobile de Montepulciano. Los más veteranos me miraron con extrañeza, la aprobaron, la descorcharon y sirvieron el contenido. Después de probarlo asintieron.

Tomé un sorbo con precauciones varias.

No me había equivocado. No puedo explicar cómo, pero sabía a los cuentos del abuelo.

***

Título: Al amanecer
Seudónimo: Vino Suelto

La escarcha brillaba, con los primeros rayos de sol, como un cristal sobre las chapas y los pastos. Los seis niños en edad escolar, aún dormían, apretaditos como uno solo sobre el único colchón.

Detrás de la cortina, los ronquidos.

María recorrió con su mirada vidriosa la pieza maltratada. Nada quedó en pie después que él regresó del boliche, como tantas noches. Solo ella.

Entonces, los fue despertando de a uno, en silencio, con un beso.

“Vamos, que hay que ir a la escuela”, susurró. Buscó el bolso escondido que tantas veces había preparado al detalle, tomó a los niños y cerró la puerta.

***

La votación para el Premio de los oyentes cerró el jueves 31.03.2016 a las 11 hs. El viernes 1.04.2016, durante La Mesa de los Viernes de En Perspectiva, daremos a conocer los resultados de la votación y también los premios otorgados por el jurado.

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Foto: Copa de vino con corchos, foto ilustración. Crédito: s/d de autor/pixabay.com.

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