Editorial

Diez años del Plan Ceibal

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Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti

En los últimos días hemos escuchado hablar mucho y con razón del Plan Ceibal. Aquí En Perspectiva estuvimos en la cocina misma de esa iniciativa que es educativa y al mismo tiempo de inclusión social. Charlamos con el ingeniero Miguel Brechner sobre los orígenes y el presente del plan.

Coincidió que el programa tuvo lugar en la fecha en que se celebraba el Día de la Educación Rural. Es una coincidencia desde varios puntos de vista. Poco hay en la historia de la educación uruguaya, más igualador que las escuelas rurales. En definitiva, la escuela rural marca la presencia del Estado en comunidades que aún hoy suelen ser remotas.

Hemos conocido muchas historias de maestros rurales y sus alumnos, que hacen kilómetros a pie, o a caballo, o de la forma que encuentren, incluso que viven prácticamente en un régimen pupilo, para poder estudiar. Y es meritorio por demás el trabajo que hacen los maestros en esas escuelas. Todos aquellos a los que tuve el gusto de conocer, tenían un denominador común: su increíble vocación por el trabajo que hacían, su devoción por los niños y su preocupación por su futuro.

Esos maestros llevan conocimiento a lugares en donde, de otro modo, los niños no tendrían acceso a una formación básica. En definitiva, son parte fundamental de la universalización de la enseñanza o de la desaparición temprana del analfabetismo en Uruguay.

Si quienes idearon e impulsaron el Ceibal se merecen reconocimiento, vaya también para los maestros rurales por el sacrificio que hacen, en algunos casos incluso para mantener las escuelas en condiciones, y porque son personas que miran hacia el interior en un país obcecadamente volcado a la realidad Montevideana.

El Plan Ceibal por su lado, tiene el enorme mérito de ser también una iniciativa igualadora, un instrumento de promoción de la equidad.

Las cifras oficiales del Ceibal son bastante impresionantes. Hay casi 800.000 computadoras funcionando en este momento en el marco de esa iniciativa que además, para poder existir y cubrir todo el territorio, forzó la conexión de los centros educativos a internet, llegando a 100 %. Por eso no es raro cuando uno recorre ciudades y pueblos del interior, que los niños estén cerca de las escuelas fuera del horario de clase, utilizando las “ceibalitas”.

Entre las frases que más resonaron por estos días, una fue de Nicholas Negroponte, el promotor del programa One Laptop per Child o “una computadora por niño” en español.

“Uruguay tiene la oportunidad de ser la sociedad más creativa del planeta en 25 años”, dijo Negroponte. Claro, sus palabras pueden generar escepticismo para quienes vivimos en Uruguay. Sin embargo, la realidad muestra que aquí existe un sustrato creativo muy importante, incluso, diría yo, a pesar de la pesada burocracia estatal que suele ser el escollo principal a sortear en cualquier emprendimiento en este país.

Por eso comparto el entusiasmo de Negroponte sobre la creatividad de los uruguayos, aunque supongo que su visión está algo sesgada al campo tecnológico, ese en el que se desarrolla el Ceibal y que sí es un ejemplo de éxito.

Me preocupa, en cambio, las diferencias de acceso a conocimiento y métodos de trabajo, de aprendizaje de matemáticas, lenguaje o ciencias, o desarrollo de proyectos, la capacidad de realizar ponencias que deberían poder alcanzar todos los alumnos independientemente de su barrio, escuela o liceo, o nivel socioeconómico de sus familias de origen.

Brechner lo definió muy bien en la entrevista que tuvo En Perspectiva. Hay dos brechas: una digital y otra la del conocimiento. “Es imposible resolver la brecha del conocimiento si no resolvemos la brecha digital”, afirmó. En este mundo, no cabe duda de la validez de su afirmación.

Habiendo logrado el 100% de acceso a internet para los niños uruguayos, y más importante aún, teniendo implantado un programa que permite reducir, esperemos que eliminar, cualquier brecha digital, nuestro desafío central debería ser entonces el acceso al conocimiento, que no se soluciona solo con la computadora.

¿Estamos trabajando en igualar en este plano? La realidad indica que no, al menos no de la forma sistemática y generalizada que algunos entendemos necesario. El Ceibal logró establecerse con éxito porque fue una política de Estado que contó con aportes de especialistas locales y foráneos y voluntad política. Ojalá de aquí a algunos años, también podamos aplaudir una reforma educativa que sigue en las gateras. Démosle reconocimiento a lo que tenemos, sin dejar de demandar otros cambios que también son necesarios.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 17.05.2017

Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Las opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.

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