Por Susana Mangana ///
Obama y Putin vuelven a reunirse para hablar otra vez más del conflicto en Siria y de cómo combatir al nuevo malo de la película, Daesh o Estado Islámico. Han transcurrido ya cuatro largos años desde el inicio de las hostilidades entre el régimen sirio y una oposición amorfa que nunca logró adquirir el apoyo y la fuerza necesaria para liderar un proceso de transición. La cuenta de las víctimas mortales sigue engordando al igual que la cantidad de desplazados y refugiados que abandonan un país bajo fuego cruzado.
Obama preferiría que caiga Al Asad y su régimen pero no intervino a tiempo o por lo menos no lo hizo de forma eficiente para lograr su derrocamiento. Ahora la amenaza, real o construida, de la barbarie mediatizada de Daesh descoloca aún más al presidente estadounidense que parece perder ímpetu y capacidad resolutiva cada vez que se reúne con su rival ruso.
Para Putin toda solución al conflicto de Siria pasa por mantener en el cargo a Bashar Al Asad y sus consejeros más próximos. Ambos presidentes afirman querer destruir al Estado Islámico, pero aunque aliados eligen caminos diferentes. Tanto es así que el Senado ruso autorizó ayer bombardeos aéreos sobre Homs y otras ciudades sirias para reforzar a las tropas del régimen en su lucha contra Daesh. Obama y Putin hablan pero no se entienden.
Eso sí, permanecen igual de callados ante el despegue en solitario de Francia que aduce legítima defensa para bombardear posiciones yihadistas en Siria y ello a pesar del rotundo fracaso cosechado con bombardeos similares en Irak en el último año.
Siempre he creído que la ONU, con todas sus falencias, era una institución a preservar pues nunca queda del todo claro si el mundo sería más pacífico y habitable sin su existencia. Para empezar, sirve para que un puñado importante de presidentes y gobernantes de países que mantienen y defienden intereses en regiones en conflicto se reúnan en un solo lugar. Debería ser relativamente fácil pues convocar a los presidentes de los países en liza, en un conflicto que desborda ya Oriente Medio, a una reunión en la cual pactar una salida viable a una guerra, dijera el papa Francisco, de conveniencia.
¿A quiénes beneficia la destrucción y división de Siria e Irak? A estas alturas la devastación es tal que no hay oposición creíble en Siria ni ciudadanos que puedan obtener algo positivo de esta guerra, incluidas las minorías étnicas y religiosas que fueron siempre el sostén del régimen. En cambio, por razones de rivalidad religiosa, feroz competencia por el acceso y control de recursos naturales y territorios, o por simple animosidad entre líderes de potencias desarrolladas se sigue manteniendo una guerra en la que nadie gana y todos pierden.
El Estado Islámico sirve a unos y otros para justificar su intervención e injerencia en la soberanía de terceros tanto como para derivar réditos y ganar tiempo… tiempo que no tiene el pueblo sirio, sin olvidarnos del de Irak.
El mundo multipolar que se perfila en lo económico ante la pujanza de China y otros gigantes asiáticos como India queda desfigurado e incluso pierde seriedad como hipótesis desde el momento en que EEUU y Rusia deciden tratar este conflicto a solas. ¿Dónde están las voces y el compromiso de Turquía, Arabia Saudita o Irán e Israel en esta reunión? ¿Acaso no tienen intereses que cuidar en este juego de ajedrez?
Y cada día se vuelve más inaceptable el silencio y la postura diplomática de China, un país que habiendo adquirido ya estatura económica no acompaña de manera apropiada en decisiones geopolíticas que requieren coraje, firmeza y honestidad para apostar por la carrera hacia la paz, siempre esquiva, y no la carrera armamentística aunque esta arroje mayores beneficios monetarios.
Así las cosas, la reunión de esta semana en la Asamblea General de la ONU será, como en otras ocasiones, un bonito escaparate en el que lucir trajes a rayas y mucha corbata acartonada pero sin avances concretos para lograr un final al drama en Siria. ¡Mucho ruido y pocas nueces!
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, jueves 1.10.2015, hora 08.05
Sobre la autora
Susana Mangana, doctora en Estudios Árabes e Islámicos por la Universidad Autónoma de Madrid y MBA por la Universidad Pontificia de Comillas, Madrid, es docente e investigadora en la Universidad Católica del Uruguay y analista de política internacional en medios nacionales e internacionales.