Por Víctor Ganón ///
En el año 2020, que será recordado en la historia como el año de la Gran Pandemia, Quanam patrocinó la edición del libro CIEN. Fifty & Fifty del artista Horacio Guerriero (Hogue). Si bien Hogue ha recorrido caminos muy variados dentro de las artes plásticas, es en la caricatura donde su arte se siente más cómodo. A lo largo de la historia, muchos grandes artistas cultivaron y transformaron la caricatura en una forma artística superior, como Honoré Daumier, Goya, Monet, Toulouse-Lautrec y Gustavo Doré entre otros. En Uruguay no somos ajenos a ese fenómeno y me voy a permitir recordar tan solo a aquellos exponentes que conocí personalmente.
El primero fue Julio Suárez (Peloduro). Yo era un niño y estábamos en una librería con mi padre, cuando el artista entró al local. “Vení que te lo presento”, me dijo mi padre, “es del Salto como yo”. Luego se pusieron a conversar y yo a escuchar su charla.
El segundo fue Hermegildo Sábat (Menchi). Lo conocí en la casa de sus padres, Juan Carlos Sábat Pebet y Matilde Garibaldi, quienes muy generosamente acogieron algunas veces en su hogar a los integrantes del Centro de Estudios del Pasado Uruguayo, a cuyas reuniones el historiador Flavio García, alma mater del Centro, nos invitaba a mí y a mi señora en aquellos años jóvenes cuando éramos recién casados.
Con Francisco Graells (Pancho) somos de la misma generación. Nos conocimos en el Uruguay agitado de los años 60 y luego seguimos en contacto en forma intermitente, en Montevideo y París. Incluso trabajamos juntos cuando, en Montevideo, tuvo lugar el 24º Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis. En esa oportunidad Pancho realizó la imagen gráfica del Congreso y yo conseguí la emisión de un sello conmemorativo del Uruguay, uno de los pocos en el mundo que llevan la imagen de Sigmund Freud.
Los tres cultivaron la caricatura, publicando en general en diarios, semanarios y revistas. Sobre todo, uno recuerda a Peloduro en Marcha, a Menchi en Clarín de Buenos Aires, y a Pancho en Le Monde de París.
Debe ser una de los oficios más estresantes del mundo: tener que producir diariamente una caricatura que refleje el acontecimiento o el personaje del día o del momento, hacerlo de modo que se reconozca a los actores y además arrancarle una sonrisa o una carcajada al lector.
Así llegamos a Hogue, que es un poco menor que yo, a quien conocí por amigos comunes y porque asistía a todas sus exposiciones. Hace quince años, mi hija Julieta se recibía de Médica, y se me ocurrió pedirle a Hogue que hiciera una caricatura de ella, para entregarle como recuerdo de aquel acontecimiento tan trascendente en su vida y en la de su familia. Fuimos a verlo a la agencia 4 Ojos con Moti y le hicimos el encargo. Al tiempo nos llamó y nos encontramos para que nos mostrara su trabajo. Hizo, no una sino dos caricaturas y como nos gustaron ambas, nos las quedamos. A una la enmarcamos y se la entregamos a Julieta en su día, y con la otra hicimos un marcador de libros, adjuntándole un poema alusivo de Pablo Neruda, que repartimos a todos los familiares y amigos que nos acompañaron en el festejo.
No voy a hablar del arte de Hogue. El arte en general y la pintura en particular, no se explica, se siente. Y las artes plásticas, así como la música, convocan muchos sentimientos e interpretaciones. Sólo me voy a permitir preguntarme por qué Hogue llamó CIEN. Fifty & Fifty a su libro.
Hay toda una seudo-ciencia, que se remonta incluso a tiempos míticos, sobre el significado de los números. Por ejemplo, es sabido que el 666 es el número de la Bestia (o el Diablo, o el Anticristo), porque así lo dice en la Biblia el Libro del Apocalipsis de San Juan. Más cercano a nosotros, nuestra Dirección Nacional de Loterías y Quinielas, nos informa el significado, en número, de los sueños que tenemos los orientales. Pero lo hace del 00 al 99 y el 100 no aparece en la cita. Los que yo sabía de niño era que el 03 era San Cono y el 48 “il morto qui parla”.
Claramente el 100 se vincula al sistema decimal (10 por 10, o 10 al cuadrado), que seguramente surgió porque el hombre tiene diez dedos en sus dos manos y aprendió a contar con ellos. También el 100 aparece en numerosas oportunidades: los 100 días de un nuevo gobierno, la campaña de los 100 días de Napoleón que termina en Waterloo, la guerra de los 100 años entre Francia e Inglaterra, los 100 años de soledad de Gabriel García Márquez, los 100 barrios porteños del tango, y volviendo a la Biblia, Abraham tenía 100 años cuando nació su hijo Isaac. Esto último parecería indicarnos que 100 es un número que simboliza que las cosas que nos parecen imposibles, son posibles.
Al inicio me referí al año en que Hogue publica CIEN. Este 2020 no va a ser un año para el olvido; el año de la Gran Pandemia del COVID-19 pasará a la historia como han pasado otros años singulares. Por nombrar algunos, el año del nacimiento de Cristo, no sólo se recuerda, sino que además nuestra civilización cuenta el devenir del tiempo como AC y DC, antes de Cristo y después de él.
Si hablamos de pandemia, seguramente la más grande que soportó Europa fue la de la peste negra (o bubónica) entre los años 1347 y 1353. Se estima que, entre esos años, la población se redujo entre un 40 a 60% y pasó de 80 millones a una cifra entre 50 ó 30 millones de habitantes.
Doscientos años después, en 1562, el óleo de Pieter Brueghel el Viejo “el Triunfo de la Muerte”, era testimonio de la honda huella que epidemias y guerras habían dejado en la memoria de los europeos.
Es interesante aportar algunos datos de la pandemia de gripe de 1918-1920, también conocida como Gripe Española. Fue una pandemia causada por un brote del virus de la gripe tipo A, subtipo H1N1. A diferencia de otras epidemias de gripe, que afectan principalmente a niños y ancianos, sus víctimas fueron también jóvenes y adultos con buena salud. Esta pandemia infectó a un tercio de la población mundial y mató al menos 50 millones de personas, cifra que incluía una alta mortalidad infantil y personas sanas del grupo etario entre 20 y 40 años.
Nuevamente aparece aquí CIEN, ya que son los años que separan la pandemia de la Gripe Española de la del covid-19.
David Quammen [1], nos explica en pocas palabras cuán diferente era la situación en aquella instancia: “En el momento de la pandemia de 1918-1920, nadie sabía qué la estaba causando (aunque había muchas conjeturas). Nadie pudo encontrar el bicho culpable, nadie pudo verlo, nadie pudo nombrarlo o comprenderlo, porque la virología en sí apenas había comenzado a existir. Aún no se habían desarrollado técnicas de aislamiento viral. Los microscopios electrónicos aún no se habían inventado. ¡El virus responsable, que resultó ser una variante del H1N1, no fue identificado con precisión hasta. . . 2005!”.
También existe la relación entre CIEN y 2020. 20 es la base de otro sistema, al igual que 10, el sistema vigesimal, que seguramente surgió porque el hombre tiene diez dedos en sus dos manos y diez dedos en sus pies, del cual aún quedan rastros. Por ejemplo, en el idioma francés, 80 no es “octante” sino “quatre-vingts” (cuatro veintes). El sistema vigesimal se usa en otros idiomas como el euskera, celta, danés y hasta en el inglés, donde la gente ha contado por veintenas (scores) históricamente, y donde en el antiguo sistema monetario británico había veinte chelines en cada libra esterlina.
Hay un aspecto del título del libro de Hogue: CIEN. Fifty & Fifty que aún no hemos tocado. Está claro que la segunda parte se refiere a los cincuenta personajes caricaturizados y a las cincuenta citas de esos personajes de los que se compone el libro. Pero ¿por qué en inglés? Yo pensé al principio que podía haber sido Medio y Medio, cada página nos muestra un personaje, mitad texto y mitad imagen. Por otra parte, el tema de las mitades no es nuevo en Hogue; ya en su última exposición de 2017, AnimalES, los personajes retratados eran mitad humanos, mitad animales; mitad reales, mitad oníricos.
Pero ¿por qué en otro idioma? Me atrevo a sugerir que es porque el inglés es la lingua franca global, especialmente tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Esto fue anticipado por el Canciller de Hierro, Otto von Bismarck en 1898; siendo anciano, un periodista le preguntó cuál consideraba el factor decisivo de la historia moderna. Él respondió: “El hecho de que los norteamericanos hablen inglés”.
Cómo cambia el mundo en tan sólo 400 años. En el siglo XVI, el políglota emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Carlos V, también Carlos I rey de España, cuyo imperio Habsburgo no naciera de la conquista militar sino en el matrimonio, ensamblado por una serie de astutas alianzas matrimoniales, declaraba ignorando al inglés:
“Yo hablo francés con los hombres, italiano con las mujeres, español con Dios, … y alemán con mi caballo”.
Para terminar, les dejo esta cita de una carta apócrifa de F. Scott Fitzgerald, sobre su supuesta cuarentena durante el virus de la gripe española:
“Los funcionarios nos han alertado para asegurarnos de que tenemos las vituallas necesarias para un mes. Zelda y yo nos hemos abastecido de vino tinto, whisky, ron, vermouth, absenta, vino blanco, jerez, ginebra y, si lo necesitamos, brandy. Por favor, recen por nosotros”.
[1] “Spillover: Animal Infections and the Next Human Pandemic”, W. W. Norton & Company, New York, 2012
Ing. Víctor Ganón
Socio Fundador de Quanam
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