Por Emiliano Cotelo ///
Esta semana, luego de una campaña informativa que duró diez días, la Intendencia de Montevideo (IM) salió a controlar la presencia de los perros en el espacio público. En particular, comenzó a verificar que estos animales sean siempre conducidos con collar, que aquellos aparentemente peligrosos lleven bozales y que los dueños recojan los excrementos de sus mascotas.
Las multas oscilan entre $ 1.669 y $ 4.170 dependiendo de cuál de las infracciones se cometa y para la tarea de inspección la comuna ha destinado 15 equipos de operadores ambientales que están recorriendo los parques, ramblas, veredas y plazas de los municipios B, C, CH y E. Allí, según se ha explicado, es donde se reciben más denuncias por este tema.
¿Por qué se puso en marcha este operativo? Las autoridades responden que la decisión se basa en una prioridad que pautará todos los ámbitos de su gestión: la promoción de pactos de convivencia ciudadana. La filosofía que sustenta esta decisión fue explicada por Christian Di Candia, prosecretario de la IM, en una entrevista que le realizamos aquí, En Perspectiva, el viernes 30 de octubre: A la ciudad no la construyen solamente quienes toman decisiones políticas o administrativas; a la ciudad la construyen sus propios habitantes con su accionar, decía Di Candia. Cuando dejamos una bolsa de basura tirada al lado del contenedor, o cuando no levantamos la materia fecal que el perro deja en la vía pública, o cuando paramos con nuestro auto en doble fila en pleno Centro en una hora pico… no estamos solamente ensuciando la vereda o entorpeciendo el tránsito, estamos también “construyendo ciudad” (un determinado tipo de ciudad, que, seguramente, no es el que colectivamente querríamos).
Siguiendo esa idea, la comuna prepara otras líneas de trabajo para regular la convivencia de los montevideanos en el espacio público. Como ejemplo, se puede citar que la Junta Departamental de Montevideo está estudiando un proyecto que prohíbe a los conductores y guardas de los ómnibus que escuchen la radio a alto volumen, convirtiendo a sus pasajeros en audiencia cautiva de un programa o un tipo de música. Al mismo tiempo está comenzando a fiscalizarse el estacionamiento de vehículos particulares en las aceras, una costumbre que está prohibida por el Digesto Municipal y que, sin embargo, se ha tolerado, con lo que se acumulan roturas de baldosas y dificultades para la circulación de los peatones.
Yo quiero celebrar esta determinación que muestra la Intendencia para asumir la autoridad que le compete en el cuidado del espacio público. Pero, sobre todo, quiero celebrar que lo haga con los objetivos claros: los ciudadanos debemos ser conscientes de la responsabilidad que tenemos sobre los lugares que compartimos y la huella que dejamos en ellos con nuestro comportamiento.
Por supuesto que este camino tiene sus complicaciones. Por un lado, la propia IM carga con asignaturas pendientes, como la de diseñar zonas donde los animales puedan moverse libremente, sin correa y sin estar condicionados por las posibilidades de sus dueños.
Por otro, la multa siempre es una medida antipática y puede provocar reacciones airadas y hasta violentas en quienes son atrapados infraganti por los inspectores. Además, fiscalizar distrae esfuerzos y consume horas-hombre de funcionarios municipales y hasta de policías que sería más lógico destinar a otras necesidades más graves o profundas.
Y, sobre todo, esta campaña debe ser sostenida en el tiempo para que active efectivamente en la población el “cambio de chip” que se está buscando (ese pacto de convivencia del que hablaba Di Candia). Pero vale la pena.
Allí está, quizás, el desafío más importante que enfrenta el intendente Daniel Martínez: La gestión de la cultura ciudadana. Que los vecinos asuman y defiendan algunas pautas mínimas de convivencia. Y que la calidad de la ciudad se vuelva un valor a cuidar entre todos. Que el control lo practiquen los propios montevideanos. Y que llegue el momento en que los inspectores se vuelvan innecesarios. Ese momento en que la gente exclame: ¡a quién se le ocurre salir a pasear el perro sin la bolsita!
No es descabellado. Ya lo hemos logrado en otras áreas parecidas. Por citar un caso: ¿a quién se le ocurre hoy fumar en una fiesta de casamiento, o dentro de una oficina, o en un cine? Ese cambio gigantesco y tan positivo en nuestras costumbres tiene poco más de cinco años…
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Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, viernes 13.11.2015, hora 08.00