Por Susana Mangana ///
La conversión de una joven italiana al islam y su posterior radicalización hasta viajar a Siria para residir en el autoproclamado Estado Islámico acapara titulares de prensa en Italia y España al tiempo que provoca sorpresa e incomprensión en el lector desprevenido. ¿Qué motivos llevaron a esta estudiante de biotecnología, una ciencia donde la razón y el análisis científico priman, a buscar otra forma de vida y espiritualidad alejada de la suya? ¿Qué carencias aquejan a la juventud italiana para preferir la sumisión y el adoctrinamiento violento a una libertad de conciencia y derechos para la mujer como existe en Italia hoy?
A estas preguntas deberán responder la plétora de sociólogos, politólogos, sicólogos y otros que más pronto que tarde se encargarán de analizar para así derivar las lecciones correspondientes. Y lo chocante del caso de la ragazza Maria Giulia no reside únicamente en su radicalización y su deseo de vivir bajo leyes del Estado Islámico sino que logró convencer a su familia, sin lazos previos con el islam, a que imitara su ejemplo e hiciera las maletas rumbo a Siria.
Hace años que describo el fenómeno de la desterritorialización del islam y en el actual contexto de reclutamiento a escala mundial de yihadistas y mercenarios para combatir en filas del Estado Islámico este hecho es más evidente que nunca. Occidente por momentos parece despistado respecto del yihadismo internacional y sigue tratando los conflictos instalados en Oriente Medio como un problema netamente regional con repercusiones internacionales, eso sí.
Sin embargo, el Islam está presente en los cinco continentes y forma parte del hecho religioso de sociedades europeas y otras conocidas como occidentales, la canadiense por ejemplo. Por ello es tan necesario seguir en el empeño de forjar un diálogo e intercambio permanente con las comunidades musulmanas residentes en nuestros países de forma tal de encontrar espacios donde crecer juntos y arrinconar discursos cargados de odio.
El yihadismo, a medio camino entre un mesianismo mediático y el viejo oficio de sicario, se ha convertido en un fenómeno que no conoce fronteras. Desde Malasia hasta Francia pasando por Somalia, pululan jóvenes alienados ansiosos de volcar su ira contra un irracional; la lucha contra un Occidente al que perciben avasallante, el racismo hacia judíos ahora trastocado en sentimientos hostiles a Israel, o simplemente a la búsqueda de una misión que les garantice la gloria eterna en el edén.
El Estado Islámico no es ni una cosa ni la otra. Es un grupo terrorista con un colchón financiero que desata todo tipo de fantasías conspirativas respecto de su origen y posterior financiación. En poco más de un año logró encandilar a más de 30.000 combatientes hombres y un buen puñado de mujeres, como la ragazza, que aceptan su modus operandi por más bárbaro que resulte, incluidas las decapitaciones que lo catapultaron a la fama.
Su éxito radica sobre todo en una parafernalia mediática que no ha sido adecuadamente restringida y prohibida. Videos y cortos de altísima calidad sirven para atemorizar a millones de personas que refuerzan así su miedo y rechazo al islam a la vez que impresionan a miles de jóvenes musulmanes y conversos que desean contribuir a establecer un protoestado donde rija la sharia o código islámico de forma literal.
Estado Islámico ha ido un paso más allá que Al Qaeda: sus seguidores no tienen que esperar a morir para ver el rostro de Alá y sentirlo cerca. Viviendo bajo sus leyes es la mejor garantía, entiende Mara Giulia, para practicar el verdadero islam y acercarse a Alá. Las víctimas del Estado Islámico, argumenta, no son tal pues han sido juzgadas de acuerdo a la ley del Corán y halladas culpables.
Así las cosas, la situación se torna más compleja en Europa donde residen millones de musulmanes, algunos de larga data como los magrebíes en Francia o Bélgica, otros recién llegados como pakistaníes en España. Es tarea de todos abandonar discursos anclados en las diferencias entre nosotros y ellos y potenciar el conocimiento mutuo. Aprender a disfrutar la diversidad debiera ser materia obligatoria desde la primaria. La visibilidad del caso de esta italiana conversa quizás sirva de excusa para que políticos y líderes de opinión en Occidente consideren alternativas para discutir cómo terminar con el goteo de yihadistas que surge y viaja desde sus países.