Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti
El último debate entre los candidatos a la Presidencia de EEUU, Hillary Clinton y Donald Trump, tuvo mucho de show y poco de contenido. Era esperable: una candidata tradicional y del “establishment” corre contra un político neófito que es más bien un “showman” acostumbrado a actuar ante cámaras. La presentación que hacen los medios que transmiten estas instancias contribuye en gran medida a escenificar una suerte de espectáculo, con cronómetros, destaques de frases y gestos, controles estadísticos de todo tipo, incluyendo encuestas realizadas a auditorios confesamente inclinados hacia uno de los postulantes.
Hubo más insultos y bajezas, que real debate de propuestas. Y cualquier conclusión porta más sobre la persona que sobre sus proyectos de gobierno si llegara a ocupar el principal puesto Ejecutivo de la mayor potencial mundial.
El debate fue muy seguido en Uruguay. Fue objeto de discusión, en todos sus aspectos, en medios tradicionales pero sobre todo en redes sociales.
Miramos debates ajenos y la popularidad del formato en nuestro país hace inevitable pensar que colectivamente apreciamos este ejercicio.
Sin embargo, ese debate, la forma que cobró este en particular, instaló una discusión entre algunos uruguayos interesados en la política, unos cuestionando la utilidad de los debates entre candidatos y otros defendiendo su pertinencia.
Hace tanto tiempo que los uruguayos no presenciamos una verdadera discusión, un intercambio de ideas entre los principales candidatos a la Presidencia, entre todos ellos, que tal vez algunos olvidaron el valor de este ejercicio en una democracia.
En las últimas elecciones, un modesto ateneo en el que un atril, el del actual presidente entonces candidato, quedó vacío, fue un tibio intento de colmar esta demanda de una parte de la sociedad.
Porque existe a las claras una parte de los uruguayos que quiere ver a sus candidatos debatir. No haciendo un show, sino explicándole qué esperan hacer por el país de llegar al gobierno. Sobre todo, esperan ver cómo administraría una discusión la persona que pide el voto para, entre otros, lograr consensos. Esperan ver cómo uno le pregunta al otro, con respeto, por qué no ir por un camino, por qué no tomar otro. Y esperan ver respuestas y argumentos que sustenten posturas.
No alcanza con jingles y piezas publicitarias, elaborados para alcanzar un objetivo determinado. No alcanza con programas de gobierno que la mayoría no leerá. Es indispensable conocer lo que piensa un candidato. Y sobre todo, verlo en acción.
Por eso a Dilma Rousseff, o a Lula, o a Clinton y a Trump, nunca se le ocurrió escapar a este ejercicio que les permite además presentar y defender sus ideas, sus proyectos, sus posiciones, antes de someterse a las urnas.
Algunos no entienden que exponerse ante el ciudadano es parte fundamental de un sistema en el que se pide el voto a ese ciudadano, y que sin hacer show, es posible tener una discusión civilizada con la sola fuerza de las ideas.
Bueno es recordar que en nuestro país, un debate tuvo mucho que ver con el resultado de un plebiscito que daba una estocada a la dictadura.
Por ello, es preciso detenerse en otra discusión que se generó en los últimos días, no solo en Uruguay por cierto, sobre la utilidad de un mecanismo de consulta a la ciudadanía, esencial en una democracia, cual es el plebiscito.
El resultado, sorpresivo para todos, del plebiscito sobre el acuerdo de paz en Colombia, y un resultado inesperado para muchos de la consulta sobre el Brexit en el Reino Unido, dieron argumento a quienes consideran poco útil este mecanismo.
Es un razonamiento preocupante, porque de hecho el plebiscito es una opción que existe por lo menos desde la Roma antigua, y que siempre ha servido para dar el derecho a la población de expresarse, a favor o en contra, de refrendar o rechazar decisiones importantes para la vida en comunidad.
De esto se trata, en definitiva, que los ciudadanos puedan tomar decisiones. De que tengan los argumentos para reflexionar y las herramientas para pronunciarse.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 12.10.2016
Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Sus opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.