Por Emiliano Cotelo ///
Hoy es 15 de julio. Hace dos meses, el 15 de mayo, fallecía Carlos Maggi.
Fue de madrugada, en su casa de Las Toscas. Carlos, que en 2001 había sido miembro fundador de las tertulias de En Perspectiva, se preparaba para venir a La Mesa de los Viernes junto a sus amigos Mauricio Rosencof, Juan Grompone y Matilde Rodríguez Larreta, para dar a conocer los trabajos ganadores del primer concurso de cuentos de esta temporada 2015.
Aquella mañana, como pudimos, armamos sobre la marcha un programa agridulce donde lo homenajeamos, celebrando su vida y su obra. Y durante el fin de semana preparamos un especial en nuestro sitio en internet. En los días siguientes buena parte del país le rindió tributo, en diferentes ámbitos, desde el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo hasta los medios de comunicación. Resultó muy interesante comprobar el consenso que recogía su figura y el reconocimiento emocionado que se le manifestaba, por sus aportes de más de siete décadas a la cultura nacional.
Pero, claro, con el transcurso de las semanas aquellas voces se fueron acallando.
Mientras tanto, aquí, En Perpectiva, se hacía notar su ausencia. O su presencia. Más de una vez sus compañeros de mesa imaginaron qué diría “El Pibe” ante tal o cual tema; incluso algunos decidieron traer algunos de sus textos para leerlos frente al micrófono. Paralelamente, los mensajes de la audiencia ponían lo suyo, entre tristes por no escucharlo más y felices por haber podido recibirlo en sus casas durante tantos años. Y muchos nos exhortaban a mantenerlo entre nosotros. Eso me dejó pensando.
Hay varias posibilidades para seguir contando con Carlos Maggi entre nosotros. Por supuesto que están las grabaciones de sus intervenciones en las mesas, a las que iremos recurriendo. Pero hoy vamos a poner en marcha una idea que surgió, justamente, de uno de los oyentes.
A partir de esta semana vamos a ir publicando, uno a uno, los capítulos de “El libro de Jorge”, una de las creaciones más originales de Maggi, no sólo por lo que redactó en esas páginas sino por toda la historia que hay alrededor de ellas y por el proyecto editorial que desencadenó.
Algunos de ustedes saben de qué estoy hablando. Otros, los más jóvenes, seguramente no.
A comienzos de 1976, plena dictadura, Carlos se asoció con su gran amigo Rubén Castillo, que por entonces conducía Discodromo en las tardes de Radio Sarandí. Juntos pergeñaron una maquinación genial que sacudió y movilizó a mucha gente. Un día, sorpresivamente, Rubén leyó al aire un texto que había llegado de manera anónima a su emisora, que estaba firmado por un tal Jorge, que llevaba por título Objeto: Silla y que pertenecía a una serie llamada Traducciones del alemán. Era un escrito breve y fascinante, lleno de humor, que precipitó una gran curiosidad en la audiencia. Cada tanto Rubén recibía otro sobre, leía aquellas hojas en Discodromo y volvían a arreciar las especulaciones sobre quién podría ser ese autor joven tan capaz que tenía a todos en vilo… Los oyentes terminaron saliendo a la búsqueda de ese misterioso Jorge; algunos aportaban pistas, seguros de que era alguien que ellos conocían; otros tejían hipótesis sobre quién podría ser; muchos, por supuesto, se preguntaban por qué no se identificaba.
Así, durante varias semanas, Carlos (en su máquina de escribir) y Rubén (en el micrófono) fueron construyendo una enorme expectativa, a partir de la cual surgió la idea de editar El libro de Jorge, que, por supuesto, todos querían tener, y que terminó siendo el volumen inaugural de una colección llamada el Club del Libro, que durante años llegó miles de hogares con literatura de muy alta calidad, una de tantas acciones de resistencia cultural en aquellos tiempos de opresión, pero también una buena fuente de trabajo para un grupo de amigos y familiares de Carlos y Rubén, varios de los cuales habían sido despedidos de sus empleos por razones políticas. Carlos y José Pedro Díaz, junto con sus esposas, María Inés Silva Vila y Amanda Berenguer, cuatro escritores emblemáticos de la Generación del 45, capitaneaban un equipo donde también figuraban, entre otros, el hijo de Carlos, Marco Maggi, y uno de sus sobrinos, Manuel Flores Silva, que se prodigaban eligiendo textos, traduciéndolos y mecanografiándolos, imprimiendo los libros y haciendo, finalmente, la distribución puerta a puerta en las casas de los socios del club.
Hace poco, en una nota del semanario Brecha, Alvaro Díaz Berenguer, hijo de José Pedro Díaz, contó entretelones muy jugosos de aquella aventura. Allí recordó que en el diseño de las carátulas, realizado por Marco, predominaba el negro y agregó: “El logo conformaba, entre la C de club y la L de libro, un candelabro que tenía encima una llama prendida de color naranja. En la época en que todo significaba resistencia, aquel único detalle de color era una llama de esperanza prendida en la oscuridad de la dictadura.”
No es fácil encontrar hoy aquellos volúmenes del Club del Libro. Pero hoy mismo en nuestro sitio web vamos a rescatar la tapa del primer tomo de la serie, el titulado El libro de Jorge. Y junto a ella, podrán encontrar la nota de los editores, más una carta en la que aquel enigmático Jorge se presentaba y, también, el primero de sus textos. Y desde el próximo viernes, cada viernes, en ese blog ubicado en la columna de la derecha de EnPerspectiva.net, iremos volcando los otros capítulos. Por ejemplo, Objeto: Fuego, Objeto: Regadera, Objeto: Escoba, Verbo: Besar, Verbos: Subir y bajar, etc.
Espero que ustedes los disfruten y comprueben, como comprobé yo, que siguen absolutamente vigentes, casi 40 años después de su publicación original.
Para nosotros es una enorme satisfacción esto de volver a contar con Carlos Maggi como uno de nuestros colaboradores permanentes. Por eso quiero agradecer especialmente a sus hijos, Ana María y Marco, que recibieron con entusiasmo esta idea y nos autorizaron a llevarla a adelante.