Por Rafael Mandressi ///
@RMandressi
Estamos, desde hace un mes, en el 17. Nos quedan, antes de llegar al 18, otros once meses, a lo largo de los cuales tendremos ocasión de ocuparnos repetidamente del señor Trump, de sus bravatas y sus decretos, que vienen a ser más o menos lo mismo, y de digerir con siete estómagos el mea culpa de todos quienes pensamos, primero, que no ganaría, y después que no podría poner en práctica sus anuncios electorales.
Nos ocuparemos también de las etapas iniciales del Brexit, de elecciones inciertas e inestables en Europa –Francia, Alemania–, de los atentados terroristas más o menos islámicos que ciertamente vendrán; quizá, tangencialmente, de los primeros pasos de Antonio Guterres como secretario general de las Naciones Unidas, seguramente de las matanzas en lugares donde se mata sin pausa ni discreción, como Medio Oriente; y le prestaremos atención a China, ya que todo lo chino ha pasado a ser digno de ser considerado, más todavía desde que el dictador Xi Jinping se puso a cantar en Davos las loas del libre comercio.
En Uruguay, reclamarán nuestro seguimiento el trámite de la Ley de Presupuesto bis, los vaivenes en las negociaciones sobre la instalación eventual de una tercera planta de celulosa en territorio uruguayo, la sempiterna violencia en el fútbol y asuntos de capital importancia, como la constitución de un “espacio socialdemócrata”, el estado de ánimo del diputado número 50, también conocido como Gonzalo Mujica, o si el señor [Edgardo] Novick logrará enrolar para su partido algún otro dirigente falto de calor de hogar en el propio. El avión presidencial hará su primer vuelo y quizá también el último, y tal vez hasta renuncie el ministro del Interior, dando muerte, por inútil, a la consigna con la que muchos, a fuerza de repetirla, llegaron a encariñarse.
En el 17 podremos además asistir a conmemoraciones erróneas, como la del centenario de La Cumparsita, leeremos distraídamente en algún portal las últimas trivialidades solemnes que hayan proferido celebridades de poca monta con las que la prensa llena suplementos, artistas de renombre o autoridades religiosas. Sopesaremos durante algunos segundos, entre apocalípticos e integrados, el enésimo comentario alarmado o admirativo sobre los usos y efectos de las redes sociales, y enviaremos nuestro propio tweet dando nuestro parecer al respecto. Absorberemos distraídamente los datos, que suelen hacer las veces de información económica, acerca del llamado “comportamiento” de los “mercados”, de cuyas fluctuaciones la mayoría no entendemos gran cosa y nos interesan poco, pero que alguien ha supuesto que es información que nos debe ser proporcionada.
En el año 17 varios lugares y gentes seguirán probablemente sin existir para nosotros. África, por ejemplo, una geografía que se nos antoja primitiva, llena de niños panzudos de hambre y hordas movidas por quién sabe qué pulsiones. Allá ellos. Tampoco querremos ingresar demasiado, por aburridos, en los pormenores del envenenamiento a gran escala que nos prodiga la inmundicia ambiental transnacional, aunque lo que comamos y bebamos nos enferme en cómodas cuotas, el agua nos ensucie y el aire nos ahogue.
El 17, lo que queda de él, será un año, solo un año. No mucho, un momento apenas si se cuenta el tiempo en generaciones, un pestañeo en la historia. Pero hoy es hoy, el 17 es nuestro presente, y en él hacemos a un lado lo que no sea una presunta y parcial “actualidad”, que llega y se va con el espesor de una hojilla de cigarrillo para armar en la que está dibujado, con tinta de conformismo, un mapa de cercanías y lejanías, de importancias e insignificancias, distribuidas alrededor de nuestro ojo en el ombligo. Mientras tanto, mientras la “agenda” de la actualidad llueve en la planicie del instante sin fin, lavamos el auto con agua corriente, nos sentimos halagados por el lucro de los finlandeses, llenamos el carrito en el supermercado antes de que llegue la crisis terminal tantas veces anunciada, nos pesa el más allá y nos alivia el olvido.
Estamos en el 17. Feliz año, y que todo sea para bien.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 06.02.2017
Sobre el autor
Rafael Mandressi (Montevideo, 1966) es doctor en Filosofía por la Universidad de París VIII, historiador y escritor. Desde 2003 reside en París, donde es investigador en el Centro Nacional de Investigación Científica, director adjunto del Centro Alexandre-Koyré de historia de la ciencia y docente en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Es colaborador de En Perspectiva desde 1995.