Editorial

El burkini contraataca

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Por Rafael Mandressi ///

Después de tres semanas de polémica, el viernes pasado el Consejo de Estado francés, la institución de más alto rango en la jurisdicción administrativa, dejó sin efecto la interdicción del burkini establecida por las autoridades municipales de Villeneuve-Loubet, una de las 31 localidades costeras donde se había prohibido el uso de esa prenda en las playas. Si bien el fallo refiere únicamente a esa comuna, y pese a que los alcaldes de algunas de las restantes han anunciado que mantendrán la prohibición hasta tanto no haya un pronunciamiento similar que los obligue a levantarla, el episodio parece jurídicamente saldado.

No es, sin embargo, el punto final para un asunto cuya cuerda política seguirá vibrando, aunque asordinada, en las múltiples campañas electorales de los meses venideros, empezando por la de las elecciones primarias de la derecha francesa en noviembre próximo, hasta las presidenciales y legislativas de abril y junio de 2017. Esos meses mostrarán, con seguridad, hasta qué punto las prohibiciones comunales del burkini habrán sido calamitosas en su concepción, y contraproducentes en sus efectos.

El primer desastre es haber dado pasto a las fieras de la ultraderecha y de la derecha francesas, cada vez más parecidas, que querrán ir a por más, llenando el espacio del debate con vociferaciones marciales. El segundo es haber entregado en bandeja una victoria a organizaciones como el Comité contra la islamofobia en Francia, cuya principal actividad consiste en apoyar, cuando no promover, cuanta violación a la laicidad se manifieste. Las ha habido, muchas y graves, desde hace tiempo, como, entre otras, las plegarias multitudinarias en plena calle, so pretexto de la falta de mezquitas suficientes y la consiguiente exigencia de financiamiento público para su construcción, o el rechazo a que una mujer musulmana sea examinada por un médico varón en los hospitales públicos, y el reclamo, a veces satisfecho, de horarios separados para mujeres y varones en las piscinas públicas.

Agrietar la laicidad es fisurar la república, pero los alcaldes prefirieron recurrir a un pobre taparrabo para justificar su prohibición, alegando riesgos de alteración del orden público. El Consejo de Estado consideró, con razón, que ese riesgo debía ser demostrado, y que sin ello no existía fundamento para restringir las libertades. Así, la insigne torpeza de estos alcaldes produjo la paradoja de convertir en adalides de la libertad a grupos que echan combustible antirrepublicano en sus motores y militan por mantener atados y bien atados los cuerpos de las mujeres.

Hay algo más que torpeza, no obstante, y no atañe solo a los alcaldes de marras. También hay demagogia, miedo, miopía y, en buena parte de la izquierda francesa, pusilanimidad ideológica a la hora de hacer frente al problema de fondo, del cual el burkini es apenas un emergente veraniego. Cada vez que un episodio de estas características se ha producido, la respuesta ha sido particular y por lo tanto parcial, se ha dirigido específicamente al caso, con medidas, incluso legislativas, que explícita o tácitamente han apuntado a los musulmanes y solo a ellos. También esas disposiciones han sido y son antirrepublicanas, por no haber sido ni ser universales.

Si se considera –tal es mi convicción– que el espacio público no debe dar cabida a reglas de uso ni a apropiaciones de signo religioso, las acciones en esa dirección no deberían hacer distingos sino abarcar a todas las confesiones por igual. Ello implica, entre otras cosas, regular las maneras de vestir fuera de la esfera privada, que por cierto no son enteramente libres. De todos modos, más allá de la vestimenta, lo que importa, en definitiva y contra las derechas más o menos extremas, es tener claro que en una república, el problema nunca son los ciudadanos creyentes, musulmanes en este caso. El problema son las religiones: su poder fáctico, sus instituciones, sus proyectos políticos.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 29.08.2016

Sobre el autor
Rafael Mandressi (Montevideo, 1966) es doctor en Filosofía por la Universidad de París VIII, historiador y escritor. Desde 2003 reside en París, donde es investigador en el Centro Nacional de Investigación Científica, director adjunto del Centro Alexandre-Koyré de historia de la ciencia y docente en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Es colaborador de En Perspectiva desde 1995.

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