Por Rafael Mandressi ///
@RMandressi
El jueves pasado, con un espectáculo al aire libre en la Plaza Independencia, se dio inicio a los festejos por el centenario de La Cumparsita, que ayer domingo cumplió sus primeros 19 años como “Himno cultural y popular” del Uruguay. El tango de Gerardo Matos Rodríguez fue elevado a esa categoría por la ley 16.905 del 18 de diciembre de 1997. Se trata solo de la música, como lo especifica el artículo 2°, que excluye expresamente a “las letras que se hubieren agregado a la referida pieza musical”. Letras, en plural, ya que hubo varias: la más conocida, de Pascual Contursi de 1924, la del propio Matos Rodríguez, registrada en 1926, y dos o tres más, incluyendo una en inglés.
El artículo 1° de la ley de 1997 la da por estrenada en Montevideo el 19 de abril de 1917. El “himno”, al que Astor Piazzolla calificó una vez como el peor tango de todos los tiempos y que sin embargo es, por lejos, uno de los que más versiones grabadas ha tenido – unas 2.500, quizá superado únicamente por A media luz – tiene así, desde hace casi dos décadas, una fecha oficial de nacimiento, estampada en una declaración de la Asamblea General Legislativa. De ahí que el centenario que comenzó a celebrarse estos días se cumpla, oficialmente pues, en 2017.
La Asamblea General no inventó el dato, por cierto, pero hay buenas razones para dudar de su exactitud. La historia es conocida y ha sido contada muchas veces, empezando por algunos de sus propios protagonistas. La Cumparsita fue ejecutada por primera vez en el café montevideano La Giralda, allí donde hoy se alza el Palacio Salvo, por el pianista y compositor argentino Roberto Firpo y su conjunto, integrado por Tito Roccatagliata y Agesilao Ferrazano en violines, Juan Bautista Deambroggio en bandoneón y Alejandro Michetti en flauta.
Firpo, que había sido peón de tienda, albañil, empleado de aduana y aprendiz en una fábrica de zapatos antes de empezar a tocar el piano en lupanares y cafetines de Buenos Aires, era ya uno de los nombres pesados del tango, había cruzado a Montevideo para tocar en La Giralda y allí le hicieron llegar la partitura de una marchita compuesta por un estudiante de arquitectura de 19 años, que con los arreglos del caso podía llegar a ser un buen tango. Firpo arregló el tema, lo tocó esa misma noche, y gustó. Solo que según Firpo, el episodio se produjo en 1916, lo cual concuerda con lo que se sabe de la composición de La Cumparsita, que Matos Rodríguez escribió entre fines de 1915 y comienzos de 1916 para la presentación de la comparsa de la Federación de Estudiantes Universitarios en el carnaval de ese año. Por lo demás, la primera partitura de La Cumparsita se editó en Montevideo, en la casa Arista y Lena, en 1916.
En otras palabras, el “himno cultural y popular” del Uruguay ya habría cumplido el primer centenario de su estreno, e incluso de su primera grabación. Sobre esto también hay varias versiones: una de ellas, generalmente admitida, es la que más “uruguayiza” el asunto, dando por bueno que el primer registro fonográfico data de mayo de 1917, para la casa Victor, y corresponde a la orquesta Alonso-Minotto, integrada por los montevideanos Minotto Di Cicco en bandoneón, Alberto Alonso en piano, Juan José Castellanos y Juan Tróccoli en violines. La especie, junto con la datación del estreno en La Giralda en 1917, fue echada a andar por el propio Alberto Alonso en un libro de 1967. Pero los números de matrices de los discos parecen indicar otra cosa: la primera grabación de La Cumparsita habría correspondido a quien la estrenó en vivo, o sea Roberto Firpo, con Deambroggio, Michetti, Ferrazano, y Cayetano Puglisi en lugar de Roccatagliata en el segundo violín, para el sello Odeón, en noviembre de 1916.
¿Importa todo esto? Sí, importa, no para aguar por errónea la fiesta del centenario de La Cumparsita, sino porque su historia, como la del tango todo, incita a no celebrar con fronteras, y mezcla saludablemente la baraja de dos ciudades – ciudades, no países, que la cosa no es entre Argentina y Uruguay, que poco tienen que ver en esto, sino entre Montevideo y Buenos Aires, cuyos himnos “culturales y populares”, que por definición no necesitan leyes para serlo, han viajado y viajan sin cesar de un lado a otro del río.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 19.12.2016
Sobre el autor
Rafael Mandressi (Montevideo, 1966) es doctor en Filosofía por la Universidad de París VIII, historiador y escritor. Desde 2003 reside en París, donde es investigador en el Centro Nacional de Investigación Científica, director adjunto del Centro Alexandre-Koyré de historia de la ciencia y docente en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Es colaborador de En Perspectiva desde 1995.