Editorial

El presidente que no quería hacer política

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Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti

Cuando Donald Trump asumió la Presidencia de Estados Unidos, no faltó quien asegurara que el mundo había cambiado. Era pronto y arriesgado, pero el nuevo presidente venía precedido de una campaña electoral brutal en la que no faltó absolutamente nada. Aquel viernes 20 de enero, todavía resonaban sus promesas, algunas alocadas como la de construir –extender deberíamos decir- un muro entre Estados Unidos y México.

Trump ha hecho el intento de cumplir algunas de las propuestas que pavimentaron su camino al poder. Pero, como ya señalamos en este espacio En Perspectiva, ha ido de fracaso en fracaso. Fracasó en imponer una reforma de salud que sustituyera al sistema aprobado durante el gobierno de Barack Obama; no ha logrado avance alguno con Corea del Norte, más bien lo contrario; su muro anti inmigrantes se cayó antes de levantarse, y ha logrado que varias empresas de tamaño mundial critiquen sus ideas sobre inmigración, que afectan a la economía norteamericana.

Que un presidente que tiene mayoría en ambas cámaras del Congreso estadounidense no tenga resultados importantes, es excepcional. La pregunta a esta altura es por qué.

Déjenme ensayar una respuesta simple. Trump no sabe negociar. Trump no quiere negociar. Trump no sabe hacer política. Trump no quiere hacer política.

Una y otra vez, el presidente de la nación más poderosa del mundo ha mostrado que así como su forma de comunicarse con el país es una red social, no ha encontrado aún los caminos para comunicarse con sus correligionarios en el Congreso.

Fíjense lo que pasó ayer. El gobierno estadounidense anunció que ponía fin a un programa instaurado por el gobierno de Barack Obama en 2012 para solucionar una situación muy complicada: la de los niños, hoy adultos, que llegaron al país con sus padres inmigrantes sin papeles. De esta forma, unas 800.000 personas que vivieron desde pequeñas en Estados Unidos y están seguramente integradas a esa sociedad, quedan sumidas en la incertidumbre jurídica sin saber si obtendrán la renovación de sus permisos de residencia.

No es que el gobierno de Obama pueda jactarse de haber obtenido soluciones grandiosas para los más de 11 millones de indocumentados que habitan aquel territorio. De hecho, nunca hubo tantas deportaciones como durante la administración Obama. Pero al menos el presidente demócrata hizo el intento de buscar soluciones y recién cuando no las encontró, optó por resolver alguno de los problemas inherentes a la inmigración ilegal en su país.

Trump en cambio, cortó uno de los pocos mecanismos de contención de una situación humana dramática como suele ser la de convertirse en inmigrante ilegal. Es decir, generó un problema donde no lo había, con al menos tres consecuencias notorias.

La primera es que ahora le pide al Congreso que encuentre una solución al asunto. Si el Congreso republicano no encuentra una solución, les costará a los republicanos en las elecciones parlamentarias de medio término en 2018. La segunda consecuencia es que su decisión desvía la atención del problema mayor, que es la falta de definiciones generales sobre los indocumentados, millones de personas que no se irán de Estados Unidos porque allí trabajan y buena parte de la economía depende de ellos. La tercera y más importante: Trump muestra otra vez que no es capaz de dialogar y abre un nuevo frente de batalla que le agrega desgaste a su gobierno, salpicado de escándalos, problemas en su gabinete y afectado por una baja popularidad histórica.

Traslademos este proceder a un escenario internacional en el que Corea del Norte, gobernada por un heredero deseoso de mostrar su poderío militar, se está convirtiendo en una amenaza para toda la humanidad. Trump dijo claramente –otra vez en twitter- que dialogar con la dictadura norcoreana no es la solución. Ayer autorizó compras de nuevas armas por parte de Japón y Corea del Sur.

Obama en cambio, empujó un acuerdo nuclear con Irán y cosechó apoyos para llevarlo a buen término. Trump, entrampado en su propia retórica, tomó el camino opuesto con Corea del Norte y la tensión sigue en ascenso.

Al fin y al cabo, el mundo no cambió por las acciones de Trump, pero podría sufrir por su falta de pericia.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 06.09.2017

Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Las opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.

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