Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti
La justicia de Nicolás Maduro encarceló ayer nuevamente a dos de los dirigentes políticos más importantes de Venezuela, Leopoldo López y Antonio Ledezma. Las imágenes de los dos políticos llevados a empujones, sacados de su arresto domiciliario y de sus familias para volver tras las rejas, hicieron que muchos uruguayos compararan esos hechos con los secuestros de militantes y dirigentes políticos a manos de militares ocurridos en Uruguay hace 40 años.
Aquellos repudiables, cobardes actos que terminaron en muchos casos en torturas, asesinatos, y desapariciones forzosas que hasta hoy son una herida abierta en nuestra sociedad, se parecen en todo a lo que estamos viendo en Venezuela. En todo. Salvo en una cosa: el signo político al que dicen pertenecer quienes encabezan la represión en nombre de una “revolución” que ha partido a Venezuela.
Uruguay también está fracturado por lo que ocurre en Venezuela. Algunos uruguayos respaldan sin ambages al gobierno bolivariano. Otros, que recuerdan tal vez con mayor claridad que atropellos similares golpearon a todos los sectores políticos uruguayos, están indignados, y piden que el gobierno de Tabaré Vázquez condene el accionar del gobierno venezolano.
El Ejecutivo ha decidido anclarse en su postura de pedir un diálogo en Venezuela. No importa cuán graves sean los episodios de una escalada que parece no tener techo, no importa cuán duras sean las imágenes de la represión en las calles, ni cuánto se aparte el gobierno de Maduro de lo que los uruguayos como sociedad entendemos por Democracia, el gobierno que dirige el doctor Vázquez se muestra inamovible.
Ayer, ante la efervescencia notoria del debate y la indignación creciente en el país por los acontecimientos en Venezuela, la cancillería hizo un llamado a liberar a “todos los presos políticos en Venezuela”. Pero, detalle no menor, calificó la votación del domingo, como un “proceso eleccionario”, sin matices.
Uruguay no cuestiona en sus comunicados una elección que fue considerada ilegítima por muchísimas naciones democráticas como la nuestra, y por organismos de los que formamos parte y a los que incluso llegamos a pedirle que sean observadores de elecciones, como es el caso de la OEA.
Está bien llamar al diálogo, y mostrarse conciliador, y llamar a la pacificación. ¿Qué otra cosa si no? Pero ese llamado no puede ser excusa para no desmarcarse de lo que está rotundamente mal porque atenta contra los derechos de los ciudadanos, de cualquier país. El principio de no injerencia no supone ser apenas testigos de las tragedias de los pueblos sin pronunciarse con firmeza ante violaciones reiteradas a los derechos de los ciudadanos. ¿O acaso no se pronunció Uruguay sobre el juicio político a Dilma Rousseff en Brasil? ¿O sobre la destitución del presidente Fernando Lugo en Paraguay, que fue suspendido del Mercosur con el voto de nuestro país por ese episodio?
¿Con unos sí, y con otros no? Es válido preguntarse y preguntarle al canciller ¿por qué? No a los dirigentes sindicales que viajan a Venezuela y están convencidos de que allí está todo bien; tampoco a la oposición uruguaya, que no es la cara visible del país ni la que resuelve en política exterior. La pregunta debe responderla el gobierno. Si existe alguna razón de estrategia geopolítica que suponga sostener la posición actual porque se entiende que después de los últimos años sin resultado alguno, por alguna razón, ahora se conseguirá un efecto distinto haciendo lo mismo, sería interesante conocer los fundamentos de tal creencia.
De lo contrario, para uruguayos de todo signo político que se manifiestan cada hora en radios, diarios, redes sociales, y en charlas de boliche también, la imagen que persistirá será la de un gobierno que vio cómo un país hermano se derrumbaba, sin atinar a otra cosa que pedir lo imposible.
Recordemos que Maduro acusó a Uruguay y al propio Nin Novoa de complotar con Estados Unidos en su contra. Recordemos que el presidente Vázquez le dijo con firmeza que presentara pruebas de sus dichos, que nunca presentó porque, por supuesto, nada más alejado de la realidad que Uruguay conspirando.
Recordemos que a pesar de eso Uruguay se integró a un fracasado grupo de países mediadores. Recordemos que Uruguay hizo negocios con Venezuela y lo metió al Mercosur. Que los gobiernos de izquierda uruguayos estuvieron siempre al lado de la Venezuela chavista y a pesar de eso se han llevado más de un insulto.
Y pensemos que van 125 muertos en Venezuela desde abril producto de enfrentamientos, algunos asesinados ante las cámaras por fuerzas de seguridad. Que hay presos políticos, censura, prepotencia constante. Tal vez ese ejercicio ayude a entender que la firmeza y la dignidad son indispensables para defender los principios que son caros a los uruguayos.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 02.08.2017
Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Las opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.