Por Emiliano Cotelo ///
Las veredas son muy importantes en cualquier ciudad. Y su buen estado de mantenimiento resulta esencial. Por una cuestión estética, ya que de ellas depende buena parte de la imagen de ese núcleo urbano. Pero sobre todo por su función, porque son fundamentales para volver posible una parte significativa de lo que hoy se llama “movilidad”: la que corresponde a los peatones. Para cualquiera que se traslade caminando resulta básico hacerlo de manera segura, sin el temor de que una baldosa floja pueda provocarle una caída, un esguince o una fractura. Y ello es más delicado aún en los casos de las personas ancianas o las mamás que llevan a sus bebés en cochecitos o los discapacitados que se desplazan en silla de ruedas. Cuando se discute sobre la necesidad de que las ciudades sean “accesibles”, el primer requisito elemental es que las aceras sean transitables de verdad.
Montevideo tiene un problema serio con sus veredas. Cualquiera que las necesite por las razones que expliqué recién puede confirmarlo en el día a día. También lo comprueba cualquier persona mínimamente observadora. Y lo comentan sorprendidos muchos turistas y visitantes de otras partes del mundo.
¿Cómo ha tratado de enfrentar esta situación la Intendencia de Montevideo (IM)? Partiendo de la base de que, según el Digesto Municipal, la responsabilidad por cada acera corresponde a los propietarios de las casas y edificios que tienen frente a ella, cada tanto tiempo la IM intima a esos agentes privados a efectuar las reparaciones. Les da un plazo de 45 días y si no cumplen en fecha les aplica una multa (que va de 5 UR a 20 UR, o sea de $ 4.000 a $ 16.000). La normativa también habilita a que en esas situaciones de incumplimiento la IM proceda a ejecutar las obras, que después le cobrará a esos propietarios agregando los costos a sus impuestos municipales.
Hace pocos días Rosario Castellanos realizó una recorrida para verificar qué estaba sucediendo en la zona incluida en la última intimación, que abarca Bulevar Artigas desde 18 de Julio hasta la Rambla. Para esos propietarios de inmuebles el plazo de 45 días empezó a correr el 13 de junio. La visita de Rosario ocurrió cuando ya habían transcurrido más de la tercera parte del plazo; no encontró señales de cambios. Para peor, constató que las veredas que flanquean los taludes de césped, al sur y al norte del puente de Bulevar Artigas y Sarmiento, cuyo mantenimiento corresponde a la propia IM, no estaban arregladas. Ayer mismo, pasada la mitad del plazo, no había ni siquiera preparativos.
En aquel móvil Rosario también aprovechó para observar las veredas que en teoría deberían estar arregladas de algunas etapas anteriores del plan de la IM y se encontró con un panorama que calificó como “desastroso”. Recorrió las dos cuadras de la avenida Arocena entre la Rambla y Gabriel Otero, en Carrasco, cuyos vecinos fueron intimados en 2013 y vio que sólo la acera del Hotel Carrasco estaba bien; el resto, en malas condiciones. Otro tramo de aquel llamado, la avenida Rivera entre Bulevar Artigas y Luis Alberto de Herrera, está lejos de haber sido arreglado satisfactoriamente. Por lo visto, las multas no surtieron efecto; y la IM usó poco o nada la posibilidad de llevar adelante las obras con cargo a los incumplidores.
Mientras tanto, en el Centro, una de las zonas que estuvieron comprendidas en el primer llamado del plan, Rosario constató que entre Andes y Julio Herrera, salvo en las calles Colonia y Canelones, todas las otras veredas presentan pozos, baldosas rotas y otras irregularidades. Y se encontró con otro de los casos paradójicos. La acera de la Sala Verdi, que debe ser mantenida por la IM, también se presentaba deteriorada.
Este asunto, las veredas, es un ejemplo interesante de problemas que afectan a Montevideo y donde la culpa no es solo de la IM. Los propietarios de casas y edificios saben perfectamente bien que son ellos los responsables; y sin embargo, buena parte de ellos no se preocupan de cuidar sus aceras, con lo cual no sólo están omisos frente a una ley, sino que además demuestran cero espíritu solidario, ya que con su actitud afean el barrio y también perjudican a los peatones y, especialmente, a las personas discapacitadas. Pero, claro, también la IM es culpable: porque hay muchas aceras suyas en mal estado y porque no ha implementado un sistema eficiente para obligar a los privados a reparar las suyas.
El flamante intendente, Daniel Martínez, tiene acá un desafío mayor. Aunque este capítulo de la gestión municipal no es de los que más se discute, hay mucho para hacer.
Para mí, la solución no es la que se ha venido aplicando. No tiene sentido este sistema de llamados por barrios y cobro de multas si los intimados no cumplen a los 45 días. ¿Cuántos años y años de veredas peligrosas hemos agregado por seguir este procedimiento, lleno de esperas y de pausas? ¿Cuántos años más habrá que esperar? La alternativa es que, sin pasar por las intimaciones, las reparaciones sean realizadas directamente por la IM y que esta le cobre el costo de cada trabajo al propietario con el siguiente recibo de la Contribución Inmobiliaria.
Esto, además, tiene varias ventajas. Se despeja una objeción posible del vecino, ya que se le evita tener que realizar por su cuenta la búsqueda de la empresa más adecuada y enfrentar además los trámites: permiso de construcción en la propia IM, inscripción en el BPS, etc. O sea: se elimina una ineficiencia y eventualmente una excusa. Pero es mucho más lógico que en cada zona trabaje una única firma constructora, que haya ganado la licitación correspondiente, porque de esa forma se obtendrá un precio por metro cuadrado más bajo que el que conseguiría cada privado contratando individualmente; eso, incluso, beneficiará a la IM en los segmentos que deba abonar ella misma. Por último, en cada zona habrá un único estándar de calidad, verificado por la IM y por los técnicos de la empresa correspondiente.
Si se fuera por ese camino, realizando varias licitaciones al mismo tiempo para distintos barrios de la ciudad, tendríamos en un plazo breve una mejora notoria y muy trascendente. Y, por si eso fuera poco, se daría oportunidades de empleo a una gran cantidad de personas, justo en un momento de desaceleración de la economía.