Por Víctor Ganón ///
La lectura reciente del último libro de Mario Vargas Llosa: “Medio siglo con Borges” me hizo pensar cuán cerca de nosotros ha estado y está el genial escritor. Dice Vargas Llosa:
“El más intelectual y abstracto de nuestros escritores fue, al mismo tiempo, un cuentista eximio, la mayoría de cuyos relatos se lee con interés hipnótico, como historias policiales, género que él cultivó impregnándolo de metafísica…El cuento, por su brevedad y condensación, era el género que más convenía a aquellos asuntos que a él lo incitaban a crear y que, gracias a su dominio del artificio literario, perdían vaguedad y abstracción y se cargaban de atractivo e, incluso, de dramatismo: el tiempo, la identidad, el sueño, el juego, la naturaleza de lo real, el doble, la eternidad…Cada uno de sus cuentos es una joya artística y algunos de ellos —como Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, Las ruinas circulares, Los teólogos, El Aleph—, obras maestras del género”.
Por su parte, el teórico y crítico literario Harold Bloom, en su libro “Cómo leer y por qué”, nos habla de la tremenda influencia de Borges en la literatura moderna. Para él es útil considerar el cuento moderno como dividido en dos tradiciones rivales, la chejoviana y la kafkiano-borgiana. El cuento chejoviano no es del orden de la fantasía, por muy extravagante que se vuelva en algunos casos y Chéjov confía en que uno crea en su realismo. En contraposición, para Bloom Kafka, y tras él Borges, ponen su confianza en la fantasmagoría.
En palabras de Bloom: “El cuento moderno, en tanto permanece en la órbita de Chéjov, es impresionista; esto es tan cierto respecto del James Joyce de Dublineses como de Hemingway o Flannery O’Connor. Algo muy diferente ingresó en el arte moderno del relato con las fantasmagorías de Franz Kafka, precursor principal de Jorge Luis Borges, de quien puede decirse que reemplazó a Chéjov como influencia mayor en la cuentística de la segunda mitad del siglo veinte. Hoy los cuentos tienden a ser chejovianos o borgianos; sólo en raras ocasiones son ambas cosas… Cada lector confeccionará una lista selecta de las ficciones de Borges; la mía consta de «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius», «Pierre Menard, autor del Quijote», «La muerte y la brújula», «El Sur», «El Inmortal» y «El Aleph»”.
Como se ve, existen dos cuentos que figuran en ambas listas selectas, siendo uno de ellos “El Aleph”. Esta palabra es polisémica, e intentaremos a continuación explicar sus significados más relevantes.
Aleph es el nombre de la primera de las consonantes en el alfabeto hebreo. Es representada con el signo gráfico “א”.
Aleph es también la primera letra del alfabeto persa, así como Aleph es la primera letra del alfabeto arábigo.
Como Aleph también se conoce al códice Sinaítico o Codex Sinaiticus (Londres, Biblioteca Británica, Add. 43725; Gregory-Aland n.º א (Aleph) o 01) un manuscrito del siglo IV de la versión griega de la Biblia, escrito entre los años 330 y 350 y que originalmente contenía la totalidad de ambos Testamentos.
En Matemáticas, Aleph es el signo gráfico, correspondiente a la letra hebrea א, empleado por Georg Cantor en la formulación de su teoría de conjuntos para representar la cardinalidad de los números infinitos, es decir, para ordenar los números transfinitos y así diferenciar los distintos tamaños de infinito. En pocas palabras, la teoría de Cantor muestra que no existe un solo infinito, sino muchos, y que existen infinitos que son más grandes que otros.
Pero no estaríamos escribiendo sobre el Aleph si Borges no hubiese escrito el cuento homónimo. El argumento del cuento, que si no todos lo han leído recomiendo hacerlo, gira en torno al descubrimiento en el decimonoveno escalón de un sótano de la calle Garay de un objeto fantástico llamado Aleph, mediante el cual es posible contemplar de manera simultánea la totalidad del universo. “El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño”. Pensemos que Borges escribió este cuento en 1941. ¿Cúanto podemos almacenar hoy en una memoria electrónica de esas dimensiones? Seguramente todo lo que describe que vio el autor en una secuencia sin igual que insume una página y media.
El escritor Hugo Burel sintetiza en su ensayo: “En el Aleph, está el nombre del Dios del mundo. Está el inicio, el punto oculto. Para verlo tuvo que bajar diecinueve escalones. El número 19 en la Cábala es la letra Qof, que vale 100. Es el misterio, el secreto. Pero también el Aleph es un símbolo matemático que permite representar distintos tipos de infinitos. Y el aleph es “la primera letra de la lengua sagrada” con la cual, tal como se narra en el Séfer Yetzirah, la divinidad creó el universo”.
En Quanam, “modestamente” como decía Vittorio Gassman en Il Sorpasso, estamos intentando agregar nuevos significados al Aleph.
En el año 2018, Edgardo Noya escribió tres blogs en el sitio de Quanam que nos acercaron a Borges. En el primero de ellos: "Borges e internet – espacios “B”, economía digital, consumo colaborativo ¿o viaje a una nueva dimensión?”, Edgardo nos habla de dos relatos de Borges: El libro de Arena, y el Aleph, y como en ambos relatos confluyen lo infinito y lo simultáneo.
Y agrega: “Cada tanto, desde 1984, con mi padre terminamos hablando de estos dos cuentos, fascinados por la habilidad de Borges para trasladarnos a otras dimensiones.
Hasta hace unos años todo esto se desarrollaba en el plano de la imaginación hasta que, en una de nuestras charlas, él tiró la idea de que Internet (que lo conecta todo) es un “espacio Borgeano”, en el que confluyen lo infinito y lo simultáneo, un espacio “B” (en honor a Borges).”
A los blogs de Noya se sumaron luego ese año y el siguiente dos más de Mayarí Arruabarrena y otro de Leonardo Loureiro, que expandieron y complementaron las ideas que se expresaban. En su tercer blog, Noya resumía: “En la actualidad, en un ambiente donde la tecnología está introduciendo importantes cambios en todos los órdenes, estamos abocados a la “construcción” de metodologías y tecnologías que nos permitan acelerar la activación de espacios altamente productivos con ciertas características, que hemos denominado Espacios B”.
Hoy, ese espacio lleva el nombre de Aleph y está muy cercana la concreción de su primera versión que saldrá al mercado en muy poco tiempo. Aleph es a la vez un software core, una plataforma y espacios colaborativos. Como plataforma también engloba un market place, una plataforma de procesos de negocios, una de servicios profesionales y otra de tecnología. Y en Aleph se encuentran diferentes actores con diferentes roles: integradores, proveedores, especialistas y orquestadores.
Para finalizar, hagámoslo como solía hacerlo Borges, con un prólogo. Porque fue, entre otras cosas, el mejor escritor de frases y prólogos de su tiempo. Uno de sus libros se titula incluso: “Prólogos con un prólogo de prólogos”. Borges decía que: “El prólogo, cuando son propicios los astros, no es una forma subalterna del brindis; es una especie lateral de la crítica”.
Mi prólogo favorito de Borges es un texto que escribió especialmente para la Antología de la moderna poesía uruguaya, que compiló en 1927, Ildefonso Pereda Valdés. Aunque se titula “Palabras finales”, un paréntesis debajo de ese título aclara: “Prólogo, breve y discutidor”, lo que no le impide ir en el lugar de un inexistente epílogo. Transcribo sólo el párrafo final:
PALABRAS FINALES
(Prólogo, breve y discutidor)
…Obligación final de mi prólogo es no dejar en blanco esta observación. Los argentinos vivimos en la haragana seguridad de ser de un gran país, de un país cuyo solo exceso territorial podría evidenciarnos, cuando no la prole de sus toros y la feracidad alimenticia de su llanura. Si la lluvia providencial y el gringo providencial no nos fallan, seremos la Villa Chicago de este planeta y aún su panadería. Los orientales, no. De ahí su claro que heroica voluntad de diferenciarse, su tesón de ser ellos, su alma buscadora y madrugadora. Si muchas veces, encima de buscadora fué encontradora, es ruín envidiarlos. El sol, por las mañanas, suele pasar por San Felipe de Montevideo antes que por aquí.
JLB
BIBLIOGRAFÍA
Bloom, Harold: Cómo leer y por qué, 2000
Borges, Jorge Luis: El Aleph, 1949
Borges, Jorge Luis: El libro de Arena, 1975
Borges, Jorge Luis: Prólogos con un prólogo de prólogos, Emecé, Buenos Aires, 1999
Borges, Jorge Luis: Palabras Finales (prólogo, breve y discutidor), en la Antología de la moderna poesía uruguaya, compilador Ildefonso Pereda Valdés, El Ateneo, Buenos Aires, 1927
Burel, Hugo: Una lectura actual de El Alephde Jorge Luis Borges, http://www.academiadeletras.gub.uy/innovaportal/file/90036/1/anl_hugo_burel.pdf
Vargas Llosa, Mario: Medio siglo con Borges, 2020
Ing. Víctor Ganón
Socio Fundador de Quanam
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