Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti
En las últimas semanas los uruguayos conocimos algunas cifras sobre la percepción que tenemos del sistema democrático y de los partidos políticos. Son números que distan de ser dramáticos. Sin embargo, su evolución debería preocuparnos porque denota un desgaste en la relación entre el ciudadano que vota y las instituciones. Es un desgaste que se asienta en un sentimiento de desilusión al que los liderazgos políticos deberían responder.
Primero conocimos el resultado del Latinobarómetro, que mostró que en Uruguay 68 % de la población apoya a la democracia como sistema de gobierno. Eso nos coloca en la tercera posición en la región detrás de Venezuela y Argentina.
Es claro que sería deseable que estuviéramos en primer lugar, sobre todo considerando lo que costó recuperar la democracia en este país a partir de 1985.
Incluso así, el lugar que ocupemos en una estadística de este tipo solo permite una comparación con entornos y contextos políticos diferentes, y es menos importante que la comparación con nosotros mismos.
En ese apartado, comienzan de verdad los problemas, porque según este índice, nuestro país está entre los seis en los que la democracia perdió más apoyo entre 2015 y 2016. Y peor aún, se trata del menor nivel de adhesión a la democracia como sistema de gobierno en 21 años, algo que es resaltado especialmente por los investigadores.
Pero la cosa no termina ahí. Un estudio de la encuestadora Factum publicado la semana pasada mostró que entre un grupo de instituciones, incluidos bancos, policía, empresas, Parlamento, sindicatos y partidos políticos, son estos últimos tres los que menos confianza inspiran a los uruguayos.
Que el Parlamento y los partidos políticos estén últimos en este ranking debería ser prioridad entre las preocupaciones de los integrantes del Poder Legislativo y de los propios partidos.
¿Qué está pasando en Uruguay? ¿Por qué un país que, con razón, se jacta de su apego a los valores democráticos denota esta falta de confianza en los partidos políticos, en sus políticos, y este desgaste claro en su forma de valorar la democracia?
El politólogo Adolfo Garcé, en su habitual columna de El Observador, hizo una interesante enumeración de las causas que pueden estar detrás de la pérdida de apoyo a la democracia en Uruguay. Y los datos de Factum sobre la confianza en los partidos políticos vienen a convalidar su análisis.
Combinados los dos estudios estadísticos, es evidente que los uruguayos tienen un hastío importante con sus representantes políticos. Lo tienen con el Gobierno, que tiene una popularidad de apenas 35 % –muy por debajo de la votación que obtuvo en 2014–, y lo tienen con la oposición, que no logra entender cómo abordar los temas que al uruguayo común le preocupan.
Las generalizaciones son injustas, pero las cifras permiten afirmar, sin lugar a dudas, que los uruguayos están decepcionados del sistema político y de los políticos como colectivo. Con ello se lesiona uno de los valores que más deberíamos cuidar. ¿Cuál es? Nuestro sistema democrático.
Hay elementos prácticos, evidentes, detrás de este deterioro. Un Gobierno que prometió no subir impuestos y no cumplió; el escándalo de un vicepresidente que durante años dijo tener un título que hasta ahora fue incapaz de comprobar y que terminó dando explicaciones en la Justicia por ello; el agujero negro de Ancap; la falta absoluta de respuestas en materia de educación, que se resume a una frase gastada y sin sentido que pregona un “cambio de ADN”, algo que ya nadie entiende ni escucha. Pero también la falta de renovación en un Partido Colorado que se desdibuja, la sensación de campaña permanente que muestra el Partido Nacional a casi tres años de las elecciones y la imposibilidad de llegar a acuerdos básicos en temas sensibles, una vez porque el Frente Amplio aplasta la discusión con su mayoría absoluta y otra porque la oposición decide que es mejor levantarse de una mesa de diálogo.
Son todos mensajes difíciles de descifrar y muchos votantes terminan poniendo a todos en la misma bolsa.
Debería reaccionar el político uruguayo. Debería reaccionar el sistema político uruguayo, y los partidos, y el Gobierno. Deberían salir a la calle, pero no para hablar con el de su color, sino con el que está en la vereda de enfrente. Se hará claro, rápidamente, por qué las cifras nos interpelan.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 28.09.2016
Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Sus opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.