Editorial

La garrafa que nos volvió culpables

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Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti

El fin de semana tuvo una protagonista inesperada. Redondeada y azul. Y voladora por obra y gracia de un energúmeno que la quiso usar para matar a un semejante. La garrafa azul que voló desde la tribuna Ámsterdam del Estadio Centenario para herir a un policía y a su perro decenas de metros más abajo, se llevó toda la atención.

Y no es para menos. El ataque con garrafa es una innovación, incluso para los violentos que pueblan las canchas de fútbol. El asunto no pasó a mayores, por poco. Si los 13 kilogramos de hierro y su contenido hubieran alcanzado la cabeza del efectivo policial víctima de tamaño ataque, hoy estaríamos probablemente lamentando una muerte más en el fútbol.

Eso no pasó. Pero igual nos lamentamos. Nos lamentamos porque el partido más tradicional del fútbol uruguayo tuvo que ser suspendido. No quedaba otra porque la Ámsterdam se volvió ingobernable. Nos lamentamos también de asistir una vez más a un espectáculo bochornoso –palabra poco original por estos días– que nada tiene que ver con el deporte. Nos avergonzamos de ver cómo pasan los meses y la violencia que rodea al fútbol no hace más que agravarse y sistematizarse.

Hasta ahora, hago simples constataciones que no escapan a lo que estamos acostumbrados, porque la violencia en el fútbol no es cosa nueva.

Sin embargo, existe por lo menos un aspecto que merece detenerse para ir un poco más allá de la indignación. Hay, en mi opinión, un problema creciente de falta de respeto a la autoridad entre quienes provocan estos líos. Se me dirá que esto no es nuevo. Tal vez sea así. Pero en la previa del clásico del domingo quedó claro que esto se produce masivamente y que las autoridades, en este contexto social, no están en condiciones, de repente por falta de herramientas, de dar garantías para la celebración de espectáculos públicos de la magnitud de un clásico.

El operativo de seguridad se vio reforzado. Se anunció en los medios que así ocurriría. Incluso se decidió manejar las distancias entre hinchadas. Pero aun así, algunos parciales hicieron lo que quisieron: no se limitaron a los destrozos usuales. No. Esta vez robaron a comerciantes, consumieron sus productos, se tomaron fotos con sus “trofeos” y de paso tiraron una garrafa como si tal cosa.

La Policía persiguió a algunos en las calles. Hubo cientos de detenidos, la mayoría terminaron liberados. Algunos fueron identificados por filmaciones. Pero lo cierto es que el operativo de seguridad no pudo impedir los desmanes.

Para el ministro Bonomi el operativo fue un éxito. Entiendo lo que quiere decir. No hubo muertos y podría haber sido peor. Pero no debería decirlo porque la realidad es que la preparación que se hizo no alcanzó.

Cómo será la cosa, que hasta el presidente, Tabaré Vázquez, se refirió al tema desde España. Cambió el tono. Habló de represión. Dijo que “esto se terminó”, un reconocimiento tácito de que “esto”, el problema de la inseguridad y la violencia, sí existen después de todo, y no es que los uruguayos andemos con la sensación térmica desajustada.

Vázquez también dijo que se preparó una “asonada” en la Ámsterdam con la ayuda de barrabravas argentinos. Sería interesante saber si la Policía estaba al corriente de ese plan antes del partido, porque si esto fuera así sería muy cuestionable la decisión de siquiera intentar que el encuentro se jugara.

Finalmente, quiero referirme a una expresión en particular del presidente Vázquez. Dijo que “acá la responsabilidad es de todos” y que “no hay que echarle la culpa ni exigir solamente al Gobierno”.

En realidad, la “culpa” de los episodios del domingo difícilmente puede achacarse al gobierno. Pero sí es responsabilidad del gobierno de turno, de las instituciones del Estado y en particular del Ministerio del Interior el garantizar la seguridad de los espectáculos públicos.

Tal vez los uruguayos no exigimos lo suficiente en esta materia al gobierno, y en eso sí seríamos todos responsables. Sería bueno en tal caso que nos explicaran de qué forma todos los que somos responsables, siguiendo las palabras del presidente, podríamos colaborar.

Achacar el fracaso a la culpa colectiva, en otras palabras, socializar el fracaso, es una forma de eludir responsabilidades. Podrá tener éxito o no, pero un gobierno está para solucionar los problemas que la gente espera y le pide que solucione.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 30.11.2016

Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Sus opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.

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