Por Daniel Supervielle ///
Cuando se le pregunta a un chileno sobre el mejor jugador de su historia inmediatamente saltan los nombres de Marcelo Salas, de fantástica carrera en River Plate de Argentina y del gran Iván Zamorano, goleador del Real Madrid en la década del 90.
Dos señores jugadores que trascendieron los Andes para convertirse en figuras mundiales. Antes que ellos los más memoriosos recuerdan la rutilante figura de Elías Figueroa, jugador del otrora gigante Peñarol de Montevideo y del Internacional de Porto Alegre.
Pero si se rasca un poco a cualquier chileno de ley, siempre aparece un nombre que hace resplandecer las pupilas: el jugador más admirado de los trasandinos de todos los tiempos: el Cóndor Rojas.
Roberto Rojas fue un golero de enorme personalidad que cometió la tontería de simular el impacto de una bengala en el Estadio Maracaná de Río de Janeiro durante un juego por las eliminatorias mundialistas con la intención de suspender el partido y llevarse para Santiago antirreglamentariamente los puntos.
Una oportuna toma fotográfica demuestra que la bengala impactó en el césped a más de dos metros del portero y que todo había sido un gran invento, que incluyó rastros de un líquido rojo que asimilaba sangre. Un fiasco para ganar en la liga los puntos que no podían obtener en le cancha.
El vergonzante incidente conocido como el condorazo o el bengalazo ocurrió el 3 de septiembre de 1989, durante el partido ante Brasil y significó la eliminación de Chile de competencias internacionales por varios años. También acabó con la carrera de un futbolista que no necesitaba de trampas para alcanzar sus metas.
Nadie sabe quién ganará la Copa América, uno de los campeonatos más pasionales del mundo. Para los chilenos es ahora o nunca. Jamás estuvieron tan cerca de alcanzar la primera copa del campeonato de selecciones más antiguo.
El fútbol, como cualquier deporte, tiene un espíritu noble que permite su permanencia en el tiempo más allá de los avatares de los hombres y los clubes. El incidente del dedo de Jara en el partido con Uruguay y el posterior orgullo demostrado por los chilenos, revela que no han aprendido la lección aún. Que en lugar de santificarse con el buen fútbol que practican de tres cuarto hacia adelante se ufanan de las travesuras fuera de la ley en la cancha, no solo gozándolas sino que creyendo que se gana así.
El domingo será la hora de la verdad para Chile: ¿ganarán la Copa América o seguirán esperando como desde hace más de un siglo? El fútbol tiene la última palabra y habrá que estar atento a si 35 años después, el gran espíritu ha perdonado al Cóndor Rojas y a su selección y le abre por fin la tan esquiva y deseada puerta a la gloria.