Editorial

La seguridad vial empieza por casa

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Por Fernanda Boidi ///

La semana pasada fue la Semana Nacional de la Seguridad Vial. Como en ediciones anteriores, incluyó  actividades de difusión, iniciativas promotoras de la toma de conciencia y el fomento de  buenas prácticas en el tránsito. En este contexto, diversos medios destacaron la importancia de los sistemas de retención infantil para prevenir lesiones severas y fallecimientos de niños en accidentes de tránsito, discutieron el riesgo al que se exponen los motociclistas (en especial los que no llevan los implementos de seguridad necesarios) y criticaron los a todas luces insuficientes mecanismos de control y de sanción. Para el éxito de las políticas en materia de seguridad vial, o en otras palabras, para que tengamos menos heridos y menos muertos en nuestras calles y rutas, es imperativo que se hagan cumplir las regulaciones existentes, y que se castigue severamente a quienes las infringen.

¿Quién de nosotros no ha leído de reojo algún mail con el título “Urgente” mientras esperaba en el semáforo o en un trancazo en hora pico? ¿Quién no mandó un mensaje de texto “Llego en 5” a alguien que nos estaba esperando a algunas cuadras mientras estaba al volante, o excedió el límite de velocidad permitido para llegar a tiempo? ¿Quién no cruzó la calle con el semáforo en rojo, o zigzagueando entre los autos para no perder el ómnibus que amenazaba con partir desde la acera de enfrente? Pero mucho peor aún, ¿quién de nosotros no ha hecho esto, al menos alguna vez, frente a sus hijos? Me aventuro a decir que probablemente muy pocos.

Hace algunos años se hizo viral un video de Napcan, la Asociación Australiana para la Prevención del Abuso Infantil titulado “Children see. Children do”, algo así como “los niños hacen lo que ven”. En la pieza, se veía a niños pequeños imitar el comportamiento grosero, violento, o abusivo de los adultos a los que acompañaban, tal como si fueran una sombra, en pequeño, de estos referentes mayores. Los niños hacen lo que ven. Y lo harán de por vida una vez que internalicen esos hábitos.

Yo me considero una conductora prudente y –en general– respetuosa de las reglas. Soy, además, una fundamentalista en materia de la seguridad de los niños en los vehículos (“la de las sillitas” me llaman con algo de sarcasmo en algunos círculos). Sin embargo, hace algunas semanas, Antonio, mi hijo de 5 años, me agarró con la guardia baja. Veníamos en el auto y yo comenté, fastidiada, sobre otro conductor que realizó una maniobra inapropiada. Mi hijo respondió con un: “¿Vos nunca te equivocás cuando manejás?”, con un tono de igual o superior fastidio al de mi comentario.

Su reacción me hizo pensar inmediatamente en el video que recién mencionaba, y dejó chiquitito el orgullo con el que predico el uso de los sistemas de retención infantil. Su comentario me hizo pensar en qué clase de peatón o conductor estaría criando si el mensaje que transmito es que son los otros los que se equivocan en el tránsito, y que por tanto, la seguridad vial es problema de los otros.

Su comentario, en suma, inspiró estas líneas, al reforzar mi convencimiento de que tal como se ha señalado estos días, autos y carreteras seguros son importantes, sí, para reducir los siniestros, que las autoridades tienen mucha responsabilidad al otorgar los permisos de conducir y al fiscalizar y sancionar, también, pero que en última instancia, cada uno de nosotros es individualmente el único responsable directo de la seguridad vial hoy, y más importante aún, de la seguridad vial de mañana.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 26.10.2015, hora 08.05

Sobre la autora
Fernanda Boidi es doctora en Ciencia Política por la Vanderbilt University, EEUU, directora de Insights Research & Consulting y coordinadora regional para el Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP). Integra de La Mesa de Politólogos de En Perspectiva.

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