Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti
Nuestro vecino está otra vez en llamas. Otra vez la corrupción sacude a Brasil. Y otra vez el escándalo asume proporciones internacionales y esto tiene que importarnos en Uruguay.
Si usted recuerda las consecuencias económicas de la crisis de la aftosa que le tocó afrontar al gobierno del doctor Jorge Batlle, y lo difícil que fue recuperar mercados, podrá hacerse una idea de la dimensión del lío en el que está envuelto el gobierno de Michel Temer, con la diferencia nada menor de que la nuestra fue una crisis sanitaria y la brasileña es, además, de corruptela.
Vaya si el problema sanitario es grave. Adulterar carne con productos químicos, fechas de vencimiento, manipular lo que los seres humanos comen en busca de rédito económico se cuenta entre lo más bajo que un empresario puede hacer. Pero si a eso se le suma la consabida dosis de corrupción que este tipo de prácticas suponen, la combinación es explosiva. Y aunque hubo arrestos y clausuras de frigoríficos en Brasil y será la justicia la que determine responsabilidades y la gravedad de lo encontrado por la Policía Federal, esta crisis, que se extiende hora a hora, podría hundir a Brasil económica y políticamente y eso no es bueno para Uruguay.
En el plano económico, las suspensiones de autorizaciones de entrada de carne brasileña se multiplican en todo el mundo desde México a China, desde Chile a Hong Kong. El daño económico es imposible de estimar para un país que es el principal exportador de carne bovina del planeta. Cuánto le tomará a Brasil recuperar esos mercados, no se puede determinar.
Este bochorno agravará además la crisis política que sacude a Brasil porque de forma similar a lo que ocurrió con el caso Petrobrás, las denuncias apuntan a un desvío del dinero de sobornos, que habrían sido recibidos en este caso por quienes autorizaban la comercialización de alimentos no aptos, hacia partidos políticos.
La impresión que uno se lleva es que no solo los alimentos están podridos en Brasil.
Algunos en países productores de carne comienzan a preguntarse si los huecos que quedarán en el mercado con la salida temporal de un competidor, podrían aprovecharse. Y es probable que sí porque la gente no va a dejar de comer, ni los países dejar de comprar. Pero esa mirada es bastante cortoplacista.
Uruguay reaccionó correctamente ante un escándalo que crece. El ministro Tabaré Aguerre dio una conferencia de prensa en la que intentó dar tranquilidad a la población uruguaya pero también delineó un mensaje claro para el mercado exterior: Uruguay controla su producción de carne de principio a fin. Sabemos que hemos tenido algún resbalón por impericia, como el caso de carne con etión que fue detectada en Estados Unidos el año pasado. Pero el mensaje fue oportuno y bien orientado.
Para nuestro país, esta crisis está lejos de ser beneficiosa. El descalabro político va a profundizarse en Brasil, lo cual hará más lenta todavía su recuperación económica y esto no le sirve a Uruguay porque este país es su segundo mayor comprador, incluso con un crecimiento de 2% de las exportaciones a ese destino en 2016.
Pero además, Uruguay está embarcado en una negociación con los demás socios del Mercosur para tratar de alcanzar un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. Y precisamente uno de los puntos más sensibles de estas tratativas es la producción agropecuaria. Si le faltaban argumentos a los detractores del tratado comercial, le aseguro que ahora completaron la lista. Vale recordar que en el intercambio de ofertas arancelarias que hicieron los dos bloques, el Mercosur y la Unión Europea, la carne bovina no estuvo incluida.
Así las cosas, más allá de que Uruguay busque, de que los empresarios que aquí producen busquen ocupar algún hueco que deje abierto Brasil en medio de esta crisis, por un lado o por el otro, directa o indirectamente, el golpe se va a sentir en Uruguay. Y es mejor trabajar con esa perspectiva y esperar un cimbronazo.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 22.03.2017
Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Sus opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.