Editorial

Mercosur al desnudo

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Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti

Las últimas semanas han sido de las más difíciles en la historia del Mercosur, un proyecto que comenzó en 1991 con claros objetivos comerciales, y que con el paso del tiempo y al influjo de la ideología terminó convirtiéndose más bien en una plataforma político-discursiva.

La discusión en torno al traspaso de la presidencia del bloque que ejercía Uruguay –pero sobre todo la forma en que se procesó– deparó momentos de bochorno colectivo.

La canciller venezolana llegó a Montevideo y no fue recibida por su par paraguayo ni por el enviado brasileño. Luego anunció que Uruguay le pasaría la presidencia; minutos después, el canciller Nin Novoa y los demás países que integran el Mercosur la desmintieron en rueda de prensa y señalaron que no había acuerdo entre los socios para tal acto y que cada cual seguía en su posición. Una cumbre de presidentes suspendida. Otra cumbre de cancilleres frustrada. La reunión del Consejo del Mercado Común convocada por Uruguay no tuvo lugar por falta de acuerdo.

Sin embargo, lo más grave estaba por venir.

Uruguay, que en todo momento se atrincheró en su posición de entregar la presidencia a Venezuela, tomó una decisión en función del cuerpo normativo que rige al Mercosur para pelearse lo menos posible, y dejó vacante el puesto. En otras palabras, colectivizó el problema para que sean los socios los que resuelvan, aunque todavía no está claro cómo lo harán.

El remate de esta telenovela lo puso el gobierno de Nicolás Maduro, que quiso arrogarse la presidencia del Mercosur, tal vez suponiendo que en los países del Cono Sur las cosas se arreglan enterrando una bandera y clamando derecho de posesión. Fue un gesto que no hizo sino calentar los ánimos y empeorar las cosas.

Paraguay, Brasil y Argentina no reconocen la presidencia venezolana. Y es lógico que así sea, por una razón que nada tiene que ver con ideologías. Por tradición, el Mercosur decide por consenso. Consenso quiere decir acuerdo, entendimiento. Y no lo hubo, por lo cual, en esa buena y sana tradición, el Mercosur no decidió sobre su presidencia, aunque el gobierno de Venezuela pretenda otra cosa.

Es claro que el problema no se explica solo por la forma de actuar de Venezuela, país que, desde su ingreso polémico en 2012 con Paraguay suspendido hasta ahora, poco le ha aportado a una iniciativa de integración regional que se desdibuja.

Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay han pateado la pelota para adelante sistemáticamente, para no discutir sobre el deterioro de la situación política en el país del Caribe a la luz de los tratados que rigen el Mercosur, y ahora no saben cómo arreglar el entuerto.

Esta crisis, además de sumir al Mercosur en una situación interna inédita, grave y que dejará fisuras difíciles de subsanar entre los gobiernos de cada país, desnudó la debilidad institucional que después de 25 años tiene este proyecto regional. Tan es así, que algo elemental como la rotación en la coordinación de los trabajos del bloque, queda sujeto a interpretaciones.

El episodio es grave de por sí. Afecta a un proyecto que, más allá de las críticas y los tropiezos, produjo resultados importantes en materia comercial. Pero también es grave por el momento en el que se encuentra el Mercosur, tratando de sacar adelante una compleja negociación con la Unión Europea que después de muchos años parecía comenzar a encauzarse. La actual crisis del bloque sudamericano puede oficiar de excusa perfecta para quienes en Europa son contrarios a los acuerdos de libre comercio.

Venezuela, en tanto, ni siquiera participa de esa negociación, tan importante para los demás socios.

El encontronazo conspira además contra los intereses de Uruguay, que por primera vez en años tenía en el gobierno interino brasileño un aliado para “flexibilizar” el Mercosur y empezar a buscar caminos para abrirse al mundo por cuenta propia.

Cómo se resolverá qué país ocupará la presidencia del Mercosur, es difícil de predecir al día de hoy. Sería deseable que el mecanismo fuera, nuevamente, la búsqueda de consenso, indispensable para rescatar lo rescatable y mejorar lo mucho que hay para mejorar.

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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 03.08.2016

Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Sus opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.

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