Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti
El Mercosur, para variar, está en crisis. En este caso se trata de una crisis por diferencias de enfoque sobre qué hacer con la Venezuela de Nicolás Maduro. En condiciones normales, Venezuela debería tomar a su cargo la presidencia pro témpore del bloque regional y conducir su agenda general.
El problema es que Venezuela no está en situación de hacerlo. Primero porque tiene una crisis interna que se profundiza cada día y que hace difícil pensar que su Gobierno tenga la disponibilidad necesaria para la tarea. Segundo porque la agenda de los próximos meses debería tener un claro enfoque comercial aperturista que es el que buscan los demás socios. Y Venezuela, que no negocia con la Unión Europea como los demás miembros del Mercosur, es un país contrario a los acuerdos de libre comercio y por lo tanto, difícilmente podría empatar su aproximación al tema con Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay.
Este último era un problema previsible cuando en 2012 Dilma Rousseff, Cristina Kirchner y José Mujica resolvieron saltearse la opinión de Paraguay y meter a Venezuela por la ventana del Mercosur.
La crisis que atraviesa Venezuela hoy en día, en el plano social, económico, humanitario y de derechos humanos era en cambio un evento que si bien podía imaginarse como una derivación del autoritarismo creciente del chavismo, era imposible de establecer a priori. Y es esta situación la que hoy genera el bloqueo al que se enfrenta el Mercosur.
Mientras Uruguay ha sido enfático en su postura de dejar el mando del bloque a Venezuela, conservando el liderazgo en materia de negociaciones con la Unión Europea tal como señaló a En Perspectiva el lunes pasado el canciller Rodolfo Nin Novoa, nuestros socios no opinan igual.
Paraguay lisa y llanamente es contrario a que Venezuela comande el Mercosur. Dijo su canciller que el Gobierno de Maduro pretende cerrar el Parlamento a través de la Suprema Corte de Justicia. El presidente argentino, Mauricio Macri, opinó que Venezuela “ha violado todos los derechos humanos” y “llevado a la hambruna y al abandono a la población venezolana”. Se lo dijo al diario español ABC el lunes.
Y el canciller brasileño, José Serra, vino ayer a Montevideo y calificó de “nebulosa” la situación en Venezuela y dijo que causa “preocupación”. En todo caso, fue claro en señalar que su país no quiere que sea el Gobierno de Maduro el que represente al Mercosur.
¿Con esta falta de respaldo, qué podría hacer Venezuela por mejorar el Mercosur en seis meses que son claves para el futuro del bloque? No es que la “democracia autoritaria”, como la calificó el canciller Nin Novoa en este programa, sea algo nuevo que apareció de la noche a la mañana en aquel país.
Es que el contexto del Mercosur ofrece hoy una oportunidad como las hubo pocas en los 25 años de existencia de este grupo de países, que buscaban mejorar sus relaciones comerciales internas y con el resto del mundo. Es momento de aprovechar la voluntad argentina de “refundar” el Mercosur y sacarlo de su “congelamiento”, utilizando expresiones de jerarcas del Gobierno vecino. Es la oportunidad si no de “flexibilizar” el Mercosur –como quiere atinadamente el Gobierno de Tabaré Vázquez– al menos de “agilizar” sus procesos y “dar más poder a la iniciativa de los miembros del Mercosur”, como señaló ayer Serra.
Es cierto que Uruguay tiene una tradición de seguir las reglas y es reconocido por ello. También es inobjetable que Venezuela atraviesa una situación particular, de profundo deterioro institucional y humanitario, que no ha sido abordada por el Mercosur en conjunto.
Con un Gobierno también aperturista en Paraguay, es el momento de que Uruguay busque empatías y evite confrontaciones que puedan perjudicar su objetivo comercial más importante, que debe ser romper ese corsé en el que se ha convertido el Mercosur, aprovechar los beneficios conquistados, y mejorarlo.
Con frecuencia se escuchan voces que piden abandonar este proyecto. Hoy sería un error en un mundo de bloques comerciales. Lo que debemos dejar atrás es este Mercosur, este que suele estancarse en el discurso, para convertirlo en un instrumento de negociación comercial práctico y dinámico, que no afecte decisiones independientes de sus socios.
La puerta, claramente, está abierta para lograrlo.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 29.06.2016
Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Sus opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.