Por Emiliano Cotelo ///
Varios hechos de los últimos días nos enfrentaron al papel cada vez más intenso que juegan las redes sociales en el debate nacional.
Pienso, por ejemplo, en la difusión masiva del video de una cámara de seguridad que muestra el asesinato del policía de particular en la pizzería de Pocitos, o en la circulación de una foto aparentemente trucada del senador Leonardo De León sentado en lo que sería la avioneta de ALUR con una botella de whisky Chivas Regal en primer plano.
En el primero, la grabación que se propaló es real, pero cabe preguntarse si un material como ese no debería ser reservado, por su crudeza y por respeto a la familia de la víctima y a las otras personas que aparecen en la escena.
En el segundo, si efectivamente la imagen fue alterada, se genera el debate sobre quién está detrás de esa operación (¿solo un llanero solitario o una organización dedicada a construir noticias falsas?) y cómo hace la persona afectada para desmontar la campaña y aclararle a todos los que recibieron el mensaje que “el hecho” no ocurrió.
Además, en los dos casos aparece la inquietud por la velocidad con que reacciona la mayoría de la gente, apenas recibe el mensaje, sin analizar mínimamente la información que le llegó y sin cuestionarse si corresponde reenviarlo o no, y si es conveniente pronunciarse de inmediato o tomarse las cosas con calma y reflexionar antes de teclear y disparar de nuevo.
Trolls y bots
Por otro lado, dos reportajes de Búsqueda y El País pusieron el foco en un par de actores relativamente nuevos para nuestras costumbres: los trolls y los bots que este invierno desembarcaron de golpe en el capítulo uruguayo de Twitter, sorprendiendo a dirigentes políticos del oficialismo y de la oposición. Comentamos este fenómeno el miércoles pasado en nuestra sección de Disrupción y tecnología, con el doctor Matías Rodríguez. Quedó claro en esa charla que con esos "animalitos" en danza es muy probable que aumenten el cyber acoso, los enchastres, la manipulación de las discusiones hacia un lado u otro, la tergiversación de la verdad y hasta los bombardeos de noticias falsas, como las que proliferaron en los últimos tiempos en las campañas electorales de Estados Unidos, Alemania o Francia.
Pregunta
A partir de estas novedades, con estos fenómenos afianzándose en Twitter, Facebook, Instagram y Whatsapp, ¿vamos a una democracia más vigorosa y participativa o, al revés, nos deslizamos por una pendiente peligrosa?
La pregunta, difícil de contestar, inquieta a políticos, analistas y periodistas. Apareció ya alguna vez en estos editoriales de los viernes y también en varias ediciones de La Mesa. Después de una de esas tertulias, el lunes 10, nos encontramos con un mail de un oyente, Santiago, que, creo, vale la pena compartir con ustedes.
Santiago
Un detalle significativo, para empezar. Él vive en el interior y accede a En Perspectiva en diferido, mirando los videos que subimos a Youtube. Todo un signo de los cambios en las costumbres del público que han llegado de la mano de la revolución de las telecomunicaciones en los últimos años.
Otro: cuál es su punto de vista. Santiago forma parte de la generación que desde el comienzo se ha informado a través de los medios digitales. Por eso, supone él, y creo que tiene razón, su mirada sobre estos temas es diferente de la de aquellos que, como yo o varios de los tertulianos, nos vinculamos durante décadas a la prensa, la radio y la televisión y ahora estamos haciendo la adaptación a internet y todas sus derivaciones.
Desde ese enfoque particular, y yendo al fondo del asunto, dice: “El problema de las noticias falsas y del poco chequeo de la información no responde solo a este último tiempo”. Y recuerda dos casos: uno de la década de 1930, en la cadena CBS de Estados Unidos, cuando Orson Welles produjo su famoso radioteatro en base a La guerra de los mundos, en el que ocurría una invasión de seres extraterrestres; y el otro más reciente, en Argentina, cuando Mario Pergolini pasó al aire en radio una nota inventada con el ídolo del fútbol, Lionel Messi. Los dos “engaños”, según destaca el oyente, fueron replicados por cantidad de medios de comunicación tradicionales que terminaron sembrando la confusión, sin haber pasado antes por el chequeo de fuentes, una medida elemental en periodismo.
“El problema”, agrega Santiago, “no son las noticias falsas o las fotos trucadas; luchar contra eso es perder el tiempo buscando evitar lo inevitable” y luego agrega: “El problema, en mi opinión, es cuan educados estamos en corroborar las fuentes de todo lo que leemos, sea en un medio tradicional, un posteo en Facebook o un comentario de un vecino”. Y avanza algo más: Lo peor no es una noticia falsa, broma o jugada mal intencionada. “Lo peor son todas esas demás noticias que no se exponen de esta manera, como recetas para curar el cáncer a base de jugos, dietas que garantizan adelgazar en función de ciertas comidas o semillas, entre tantas otras barbaridades que podemos encontrar en las redes”. “Es por eso –termina diciendo- que (…) deberíamos preguntarnos cómo estamos preparando a las generaciones que vienen para que tengan un pensamiento crítico y un razonamiento lógico que les permita discriminar este tipo de mentiras y muchas otras a las que cada vez estamos mas expuestos”.
Nosotros
Yo estoy totalmente de acuerdo con Santiago. Como comparto esa inquietud, desde acá, desde En Perspectiva, ponemos nuestro granito de arena: nos concebimos, entre otras cosas, como un muro de contención a aquellos “pelotazos” o denuncias que carecen de seriedad. No repetimos cualquier cosa, por más que “esté generando conmoción en las redes” y sea, presuntamente, tema obligado de conversación. Al mismo tiempo, impulsamos el análisis más sereno posible de la noticia. Y, como contrapartida, rechazamos esa costumbre tan extendida de muchos comunicadores que payan y tiran al micrófono la primera ocurrencia que les surge al leer lo titulares de un diario. En lugar de eso, organizamos debates donde las opiniones sean fundamentadas y además estén contrastadas en la misma mesa con otras diferentes para, de esa manera también, poner límites a los eventuales desbordes. De paso, promovemos con esas tertulias la cultura del intercambio de ideas, de la conveniencia de escuchar al otro con la cabeza abierta y, si corresponde, modificar la posición original porque ese otro nos convenció.
Francamente, ese es uno de los objetivos del proyecto En Perspectiva: Plantar un mojón de periodismo de calidad en medio de los vendavales facilistas. No digo que seamos los únicos en este esfuerzo (aunque tal vez somos menos que antes). Y tampoco somos perfectos, ni mucho menos. Por eso, el aporte vigilante de ustedes, nuestros oyentes, es fundamental y siempre bienvenido. Gracias a ustedes hemos corregido errores. Gracias a ustedes nos dimos cuenta de que estábamos descuidando tal o cual hecho o no habíamos tomado nota de una opinión valiosa y constructiva.
Los otros
De todos modos, lo que nosotros podamos hacer desde acá no es suficiente.
Volviendo al mail de Santiago, resulta vital que la población en general desarrolle una actitud crítica en su relación con los medios de comunicación, empezando por los tradicionales pero sobre todo de los nuevos medios y, especialmente, lo que llamamos genéricamente “redes sociales” (*). No todo lo que se publica es cierto. Esto de que “ahora cada uno es periodista” suena muy romántico pero puede llevar a que, incluso sin intención, se propalen datos inexactos, viejos o fuera de contexto. Y, por si eso fuera poco, existe el otro problema, el de quienes se sirven de estas plataformas tan seductoras para llevar agua para algún molino y hasta armar operaciones en base a noticias falsas; hay herramientas muy potentes disponibles para estos “juegos”.
Por todas esas razones, la formación de cabezas atentas y rigurosas ante el fenómeno informativo debe ser, más que nunca, un objetivo de la educación formal, con clases y talleres, desde la escuela misma, pasando por Secundaria y abarcando también a las universidades.
Es una asignatura pendiente en la que nos jugamos mucho como sociedad.
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(*) Es interesante, en ese sentido, la Escuela de Periodismo que está lanzando el semanario Búsqueda y que, como explicaba ayer Claudio Paolillo, no dirige su curso sólo a periodistas o estudiantes de periodismo, sino a un público amplio de personas que estén interesadas en conocer por dentro esta profesión y sus desafíos.
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Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, viernes 21.07.2017, hora 08.10